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Hoy quería traer un libro un poco raro, aunque su autor es bastante conocido: Gustave Flaubert fue uno de los que renovó la narrativa europea a mediados del siglo XIX.

Hace unos días estaba entrevistando a los historiadores Peter Burke y Maria Lúcia Pallares-Burke para un artículo que todavía no publicamos cuando él, de pronto, comenzó a hablar sobre los polímatas, que son el tema de su último libro. Aunque en su obra El polímata: una historia cultural desde Leonardo Da Vinci hasta Susan Sontag Burke acota su estudio a individuos con anclajes académicos diversos, en el uso común el término se aplica simplemente a personas que tienen conocimientos en distintas disciplinas.

Esa pequeña disonancia en la definición de “polimata” me hizo pensar en los protagonistas de la obra póstuma de Flaubert: dos oficinistas que consiguen tiempo y lugar para dedicarse a estudiar –y aplicar– distintas áreas del conocimiento humano de su época. Química, anatomía, fisiología, medicina, nutrición, astronomía, zoología, geología, arqueología, arquitectura, museología, religión celta, antigüedades, historia, biografía, novela histórica, teatro, crítica literaria, gramática, estética, política, amor, filosofía, gimnasia, espiritismo, magnetismo, lógica, religión, educación, frenología, dibujo, historia natural, moral, música, urbanismo: en todas fracasan Bouvard y Pécuchet. Son, de algún modo antipolímatas.

Flaubert no pudo terminar la novela (estaba trabajando en ella cuando murió) y cuando se publicó no tuvo una gran acogida. Tomada en la mayoría de los casos como una sátira –ciertamente, hay humor y un ánimo crítico hacia la ciencia–, con el tiempo recibió otras valoraciones. Sus héroes no son precisamente personas brillantes, pero de su devenir pueden partir tanto lecturas elitistas como cuestionamientos a la creciente especialización del trabajo que ya era evidente hacía siglos. Entre quienes se pronunciaron a favor de esta obra está Jorge Luis Borges. “El hombre que con Madame Bovary forjó la novela realista fue también el primero en romperla”, dice el argentino en el prólogo de la más famosa versión en español de Bouvard y Pécuchet, que fue traducida por Aurora Bernárdez, la “socia” de Julio Cortázar.

Una traducción de París

Hace poco el sello Eterna Cadencia lanzó una nueva traducción de Bouvard y Pécuchet, esta vez a cargo de Jorge Fondebrider. Fondebrider, además, es el autor de unas reflexiones urbano-autobiográficos que reseñamos hace pocos días. Tal vez por eso la novela de Flaubert estaba en mi cabeza cuando hablaba con los Burke.

Rimar y pensar

Hablando de prólogos: creo que esta antología de las payadas de Juan Pédro López se puede apreciar mucho mejor si se acompaña de la reseña que hizo Mariana Figueroa la semana pasada.

Sociología de la inconformidad

Las viejas formas de comprender las injusticias sociales han dado paso a otras estructuras de sentimientos, de modo que se perciben como padecimientos individuales, sostiene el autor de este ensayo. Ya no se trata de explotación, sino de distintas formas de indignación, parece decir Dubet.

Oficio periodístico

Hay mucho de detectivesco en la tarea periodística, y también mucho de narrativo. Entre todos esos saberes, ya que hablamos de polímatas, se mueve Isabel Prieto en su segunda novela.

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