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Cuando la arquitectura y la lógica se aniquilaron para refundarse

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El ensayo Elogio del esperanto: arquitectura objetiva y empirismo lógico (1927-1931), de Laura Alemán.

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Transcurre 1928 en la República de Weimar. El arquitecto Hannes Meyer ha asumido la dirección de la famosa escuela de diseño y arquitectura Bauhaus. Toma el cargo en pleno conflicto con la dirección ideológica/política de la escuela y con marcada intención de darle vuelta a todo. En su discurso inaugural proclama: “Hoy, como ayer, lo único correcto es ser hijos de nuestro tiempo. ¿Debe ser nuestra obra determinada por el exterior o por el interior? ¿Queremos actuar según las necesidades del mundo externo y contribuir a la creación de nuevas formas de vida, o bien convertirnos en una isla que aliente valores individualistas, pero cuya productividad positiva se ponga en duda?”.

Para esta empresa, Meyer recurre a un grupo de científicos y pensadores que invita a la escuela a exponer sus ideas. Entre ellos se encuentran Otto Neurath, Herbert Feigl, Rudolf Carnap, Walter Dubislav y Philipp Frank, miembros del Círculo de Viena e impulsores del empirismo lógico. Este encuentro no será el único entre dos mundos que, aunque en apariencia disímiles, supieron compartir una misma aspiración: borrar todo rastro de indeterminación y buscar obstinadamente la objetividad. Antes y después de este evento, los caminos de estos personajes sedientos de futuro se cruzan de diversos modos, a través de cartas, encuentros y lecturas.

Es este el punto de partida para la investigación realizada por la doctora en Arquitectura, ensayista y escritora Laura Alemán. En Elogio del esperanto: arquitectura objetiva y empirismo lógico (1927-1931), pone a disposición todas sus facetas para desvelar la atrapante trama de acontecimientos que nos permite entender los hilos teóricos que unen a ambos grupos.

Su investigación se produjo en el marco de una tesis doctoral en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República. El ámbito académico posibilitó este trabajo, pero la labor de Alemán excede esa esfera tanto en forma como en contenido. Riguroso, exhaustivo y, a la vez, entretenido en sus pasajes más anecdóticos, el trabajo surge y se adentra en un profundo sentido del humanismo, que, me atrevo a decir, sólo permanece vivo en las periferias del mundo.

El breve período que cubre la autora antecede a la ola nazi, que marcará el cierre para ambos grupos. Lo que vino después es conocido: exilios, clausuras y muerte. Pero ante tal amenaza, tanto los miembros del Círculo de Viena como los arquitectos y artistas de la Bauhaus eligieron el camino de la ciencia.

La cuestión central que aborda el trabajo de Alemán, más allá de los “hiatos” disciplinares, es la “tensión entre afán de objetividad y vuelo subjetivo” que persigue a ambos grupos.

Los filósofos del Círculo de Viena buscaron por distintos medios escaparle a la metafísica, argumentando que era necesario dejar atrás la ambigüedad y refundar la filosofía sobre bases sólidas de conocimiento. En paralelo, Hannes Meyer y algunos seguidores apostaron con determinación a una visión objetiva y universalista de la arquitectura, rechazando la forma y la estética, algo que les costaría el apoyo de muchos de sus colegas. Así es que la “arquitectura y filosofía se aniquilaron para refundarse” y se “suicidaron”.

Embriagados del deseo de reformular las bases propias del pensamiento, el enorme convencimiento y audacia con que cuestionan sus disciplinas los lleva a adoptar posiciones extremadamente radicales que finalmente están plagadas de aquello que ellos mismos rechazan. Un ejemplo emblemático es el “índice de términos prohibidos” de Otto Neurath, una lista de palabras que considera demasiado abstractas y oscurantistas, como “justicia”, “belleza” o “verdad”. Todo debe ser reemplazado por términos concretos que describan la realidad. Sin embargo, este giro tan firme hacia la objetividad viene cargado de dilemas.

Cuando Meyer proyecta la escuela sindical para la ADGB, dice hacerlo desde una metodología científica, basada estrictamente en las necesidades del afuera. Es aquí donde Alemán fundamenta, en un excelente análisis arquitectónico de la obra, que podría ser un ensayo en sí mismo, cómo el diseño está repleto de símbolos y expresividad.

Tanto Otto Neurath como Hannes Meyer nos cautivan con su proyecto teórico, pero también político. Son elocuentes, talentosos y transmiten el entusiasmo de quien se sabe parte del nacimiento de un nuevo mundo. Nos quieren convencer, y para aquellos que venimos de una cierta tradición este mundo se despliega de forma fascinante desde la prosa de Alemán.

Sin embargo, la gran sutileza de este trabajo se revela en la descripción de los mínimos roces, tanto dentro de estos grupos como entre sí, lo que da a entender cómo este fantástico período de optimismo tuvo sus vaivenes y complejidades, enriqueciendo así la historiografía de ambas experiencias.

Lo cierto es que, si bien la autora se mete en el centro de una historia que como humanidad no hemos sabido resolver, su posición personal queda a consideración del lector. Alemán busca aquí entender, y desde ese lugar no edulcora ningún detalle y deja a la vista todas las contradicciones, propias de aquellos que con pasión y utopismo han buscado transformar el mundo. Finalmente, cuando acecha la oscuridad, ¿dónde encontramos la certeza?

Elogio del esperanto: arquitectura objetiva y empirismo lógico (1927-1931). 448 páginas. Estuario, 2025.

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