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Foto: Natalia Ayala

Mujeres en la construcción de Punta del Este: 30 obreras rompen estereotipos desde el proyecto Cipriani

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Pese a los avances, las trabajadoras aseguran que aún persisten desigualdades dentro del sector y exigen más oportunidades por parte de las empresas.

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Cada vez más mujeres se incorporan al sector de la construcción, históricamente ocupado por hombres. Un ejemplo de este avance es el obrador del complejo Cipriani Ocean Resort, Club Residences & Casino, ubicado en la parada 12 de la playa Brava de Punta del Este, donde hay 30 obreras en un universo de 600 trabajadores. Aunque la cifra parece baja, representa una proporción significativa en comparación con obras más pequeñas, donde suele haber una trabajadora o a veces ninguna.

La mayoría de las trabajadoras de este proyecto -donde actualmente se erige una réplica del antiguo hotel San Rafael- ingresaron por la empresa Criba, que es la contratista principal. Otras lo hicieron por las empresas Suar, Asuan, Wasi, Aquamundo, JT, Abbate o Fucile, entre otras. Desde su lugar de trabajo, varias de estas mujeres conversaron con la diaria sobre su experiencia, la lucha por derrumbar estereotipos en el sector y la necesidad de ser tenidas en cuenta por las empresas.

Malena, de 33 años, mantiene puesto su casco protector mientras cuenta que comenzó como peón práctico categoría cinco y hoy es oficial carpintero categoría nueve. Lleva cinco años en la empresa Criba y hace dos trabaja en esta obra, donde por primera vez participó en el encofrado de una losa de cuatro alturas. Aunque realiza tareas exigentes como eslingar, operar la grúa y retirar escombros, mantiene sus uñas largas e intactas, desafiando los prejuicios sobre la imagen de una trabajadora de obra.

Afirma que buscan “romper los estigmas” y cree que la presencia de ellas sirve de “espejo” para que las empresas vean que “pueden contar con trabajadoras en futuras obras”. El desafío es saber que son “capaces de realizar cualquier tarea, aprender un oficio y progresar”, aún sin “igualar la fuerza de los hombres”.

Silvia tiene 46 años y es reconocida por sus compañeras por su valentía en las alturas. Trabaja hace 15 años en el sector y, si bien es oficial yesera, hace ocho meses coloca tejas en este proyecto. Cuenta que al principio fue un desafío, porque le tenía miedo a la altura; hoy trabaja colgada de una eslinga, con cinturón y todos los mecanismos de seguridad, en lo que sería un noveno piso.

Dice que le gustaría seguir colocando tejas, aunque en Uruguay “no se estila mucho”; en este caso, era necesario para conservar la estructura del antiguo exhotel San Rafael. Nunca ingresó a una empresa por currículum porque “es difícil que te den la oportunidad”, por lo que su primer contacto fue mediante su tío que era encargado, y con los años se fue haciendo conocida.

Recuerda que 15 años atrás había “muy pocas mujeres en obra”, pero ahora los varones “están más acostumbrados”. Sin embargo, señala que es la primera obra con varias mujeres; normalmente es “la única mujer en obra o la empresa solo tiene una trabajadora”.

El convenio colectivo de 2010 marcó un antes y un después

Yhonattan Rodríguez, delegado sindical en este centro de trabajo y vicepresidente del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) en Maldonado, informó a la diaria que la incorporación de mujeres en la construcción se logró a través del convenio colectivo de 2010, con la ratificación de las cláusulas de género y equidad del artículo 17. Aunque “es una industria bastante machista”, aseguró que el objetivo es incluirlas en todos los subcontratos que “todavía no tienen cupos femeninos”.

Estos subcontratos son las empresas que la firma principal –en este caso Criba– contrata para tareas de sanitaria, electricidad, aire acondicionado, revestimientos, albañilería y otros. A medida que surge necesidad de personal en esos rubros, ingresan trabajadoras; actualmente dialogan con la empresa Suar para sumar otro subcontrato, y una empresa italiana de obra blanca confirmó el ingreso de dos más.

Rodríguez añadió que, en general, varias trabajadoras comienzan como ayudantes o medio oficiales y luego ascienden a oficiales al adquirir experiencia. Hoy se desempeñan en herrería, carpintería, albañilería y otros oficios, “demostrando que están a la misma altura que cualquier trabajador masculino”.

Entre la primera obra y las memorias del oficio

Para algunas, es su primera experiencia en la construcción. Romina, de 29 años, lleva año y medio trabajando en albañilería y cuenta que aprender a armar torretas, losas, encofrados y trabajar con hormigón “sin tener noción previa” fue un cambio importante a nivel profesional y personal. Al principio dudó en participar, porque antes trabajaba como mucama, pero dice que “fue una de las mejores decisiones” y la impulsa a “seguir capacitándose”. Señala que su mayor fortaleza son sus hijos.

A su lado está Camila, de 30 años, quien contagia su entusiasmo por el oficio. Llegó a esta obra por un sorteo público que se hizo a través de la numeración de su currículum, al igual que otras dos, y recuerda que al principio ayudaban a los compañeros alcanzando peris, sin embargo, con el paso de los meses, ellas mismas arman torretas altas mientras son ellos quienes les acercan los materiales.

Ambas participaron de un curso de lectura de planos de seis meses. En el caso de Camila, se formó en replanteo y anima a otras mujeres a que “no tengan miedo a ser parte, porque se van a sorprender ellas y sus familias”. Si bien suelen recibir capacitaciones según las tareas que realicen, algunas de forma frecuente, otras más espaciadas en el tiempo; todas concuerdan en que el oficio se aprende en la práctica. En este sentido, el vicepresidente del Sunca Maldonado indica que la escuela de construcción de la UTU de Maldonado ha contribuido a la formación de trabajadores.

“No conozco otro rubro que la construcción”, dice Roxana, oficial herrera y albañil de 49 años, con 18 años de experiencia y dos años en esta obra. Mientras mira a Romina y Camila con admiración, viendo en ellas la posibilidad de continuar “la lucha para que más mujeres entren”, recuerda que antes el ambiente era “muy discriminante” y había que “soportar humillaciones para ganar el puesto”. Pero, afirma: “Demostramos que somos capaces y debemos tener los mismos derechos que ellos”.

Exigen más oportunidades

Paola, de 39 años, de personalidad extrovertida y con la campera atada en la cintura, porque dice que dentro de la obra hace frío y afuera calor, ingresó al sector en 2011 tras el impulso del Sunca para incorporar mujeres. Señala que a pesar de llegar a “entregar 20 currículum”, sigue siendo difícil que las contraten: “Hay discriminación de las empresas, no te tienen en cuenta”. Aun así, asegura que no existen brechas salariales, y cuenta con orgullo que, con una quincena trabajada, puede comprarles championes a sus hijos, algo fundamental para quienes son madres solteras.

Trabaja en la obra desde febrero de 2024, primero en herrería y ahora en albañilería, y sostiene que la incorporación de mano de obra femenina es posible a “la lucha de los compañeros que están adentro”. Aunque depende de que “estén organizados sindicalmente, haya delegados y posibilidades de lucha”, dado que en ocasiones “tienen que parar y perder algún jornal” para que la empresa las considere.

Sandra, de 40 años, que a diferencia de Paola está abrigada con una campera como si fuera pleno invierno, aunque afuera hay 26 grados, opina que faltan más mujeres. Cuenta que hace dos meses se unió a la empresa Asuan, que incorporó por primera vez a una mujer luego de 40 años. En el proyecto de Cipriani se dedica a pintar e hilar las cañerías para aires acondicionados, tareas que aprendió en la práctica.

Si bien en la mayoría de casos son las primeras mujeres en entrar a una empresa, coinciden en que sus compañeros varones se adaptan, las respetan y les enseñan, y también las “protegen” cuando trabajan en altura o realizan trabajos peligrosos.

Primera etapa: inversión de 450 millones de dólares

El complejo tendrá tres torres de 320, 240 y 260 metros de altura con 30, 45 y 60 pisos, según ha informado el empresario italiano Giuseppe Cipriani, CEO del Grupo Cipriani que se especializa en hotelería, gastronomía y desarrollos de lujo. El proyecto fue aprobado por la Junta Departamental en diciembre de 2022, y en abril de 2019 comenzaron las tareas de demolición del antiguo hotel.

La obra aspira a convertirse en “el mejor resort de América Latina” y, según Cipriani, “atraerá un tipo de público diferente que no conoce Punta del Este”, inversores de Estados Unidos, Argentina, Brasil, Italia o Rusia, por ejemplo. A mediados de este año se vendió el 50% de la primera torre y el penthouse valorado en 17 millones de dólares.

La apertura está prevista para 2026 con la reconstrucción total del exhotel San Rafael, un casino con restaurante, bar y salón VIP, un centro de eventos y un exclusivo club de playa, que tuvo una inversión de 450 millones de dólares. Los primeros 15 pisos de la primera torre, que formarán parte del lujoso hotel con 64 habitaciones, contarán con la estructura exterior terminada para fines de 2027.

Cipriani informó que cuando se comience a construir la primera torre diseñada por el arquitecto Rafael Viñoly se incorporarán 150 puestos más laborales, y cuando se concrete la apertura del hotel “se contratarán entre 800 y 1000 empleados”. En la segunda fase del proyecto, se abrirán 120 suites adicionales y 68 residencias, además de la construcción de las tres torres residenciales.

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