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La candidata presidencial del partido conservador francés Les Republicains, Valérie Pécresse, ayer en Mouilleron-le-Captif. (Foto: LOIC VENANCE / AFP)

El gran reemplazo: cómo una teoría de ultraderecha se metió en la campaña electoral francesa

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Candidatos de las derechas calibran sus estrategias para pasar a la segunda vuelta.

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Leído por Abril Mederos.
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Es casi seguro que el presidente francés, Emmanuel Macron, conseguirá pasar a la segunda vuelta tras las elecciones presidenciales del 10 de abril; lo que no se conoce es quién será su contrincante. Sí se sabe, de acuerdo al agregado de sondeos que publica Politico (su “encuesta de encuestas”), que será alguien de derecha, pero ocurre que Marine Le Pen (Agrupación Nacional), Éric Zemmour (La Reconquista) y Valérie Pécresse (Los Republicanos) se llevan apenas dos puntos porcentuales en la disputa por el segundo lugar (en el entorno de 15% y casi 10% abajo de Macron), lo que hace muy difícil predecir un resultado.

Aunque buscan seducir al electorado conservador, Le Pen, Zemour y Pécresse tienen trayectorias y estrategias diferentes. Le Pen busca, desde una década larga, “desdemonizar” la imagen de su partido y presentarlo como una alternativa de gobierno aceptable. Ello incluyó un cambio de nombre en 2018 (de Frente Nacional a Agrupación Nacional) y, sobre todo, un parricidio con poco de metafórico, ya que desplazó a su padre, Jean-Marie, del liderazgo del partido “clásico” de la extrema derecha francesa.

Zemmour, en cambio, ni siquiera tenía partido cuando fue proclamado candidato en diciembre y su discurso corre por derecha al de Le Pen. Notorio como figura mediática (fue perfilado en estas páginas), el panelista, proveniente de una familia migrante, centra su campaña en un discurso antiinmigratorio. Condenado por racismo e incitación al odio, Zemmour ocupa el lugar del “antisistema” y es el principal vocero del “gran reemplazo” de los franceses por personas provenientes de Arabia y el norte de África, una teoría marginal que ahora se ha vuelto uno de los tópicos de la derecha francesa.

Con antecedentes en distintas corrientes de discriminación racial y cultural europeas, la teoría fue formulada por el escritor Renaud Camus en su libro El gran reemplazo (2010). Sin relación de parentesco con el premio nobel Albert Camus (la revista Le Point tituló un perfil suyo “El Camus que odiaba al extranjero”), exactivista gay durante Mayo del 68 parisino y actual residente en un castillo en Plieux, Renaud Camus lanzó la idea de que existe una “invasión silenciosa” de migrante musulmanes en Francia.

Las políticas permisivas con la inmigración y la mayor tasa de reproducción de los migrantes serían los motores de la sustitución de la población “nativa” -es decir, blanca y cristiana- por personas ajenas al territorio. Esta invasión, además, sería parte de un plan de las élites globalistas, que buscarían crear un “hombre reemplazable, desprovisto de toda especificidad nacional, étnica y cultural”.

La idea conectó con el sentir del “movimiento identitario” francés, y se extendió entre extremistas de Europa; el atacante de la mezquita de Nueva Zelanda era un confeso seguidor de la teoría del “gran reemplazo” y estaba conectado con grupos de ultraderecha austríacos.

Aunque Camus se proclama partidario de la no violencia, la traducción de su diagnóstico a acción política implica una reacción: la llamada “remigración” o “desmigración”, que consiste en la expulsión de los migrantes hacia sus lugares de origen. En ese punto es donde, por ejemplo, se detiene Marine Le Pen, cuyos cuestionamientos a la inmigración llegan hasta impedir la llegada de más extranjeros, pero no hasta solicitar su repatriación (como sí llegó a hacer su padre).

Por eso, causó sorpresa que Valérie Pécresse, que en principio parecía disputar un espacio más cercano a la centroderecha, hablara del “gran reemplazo” el domingo en su primer acto de campaña. Neoliberal en lo económico, conservadora en asuntos como el matrimonio homosexual y partidaria, hasta ahora, de la absorción de los migrantes en la cultura francesa, en algunos sondeos aparecía como la única candidata capaz de vencer a Macron en la segunda vuelta.

“Dentro de diez años ¿seremos una nación soberana, un satélite de Estados Unidos o un hub comercial chino? ¿Estaremos unidos o divididos? No hay nada predestinado, sea la pérdida de poder económico o el Gran Reemplazo”, dijo la gobernadora de la región metropolitana en la arena Zénith de París.

La mención a la teoría de Camus desató alarmas inmediatas y una interrogante: ¿Pécresse está intentando seducir al electorado de ultraderecha? Pronto la candidata y su entorno debieron salir a aclarar la mención: “Quise decir justamente que no me resigno a las teorías de Éric Zemmour y de la extrema derecha, porque creo que otro camino es posible”, dijo el lunes a la cadena RTL.

Según Libération, distintos asesores de la candidata también se apuraron a reafirmar el desmarque: “Nosotros no somos los del Gran Reemplazo”. Pero, sobre todo, transmitieron su alarma por el mensaje que se dio al resto del electorado al legitimar un concepto acuñado en la derecha más extrema. Su partido, Los Republicanos, busca mostrarse como heredero “moderno” del conservadurismo gaullista, esa corriente que, hace justamente 20 años, demostró que alcanzaba con exhibir un poco de republicanismo para vencer a la derecha dura. Con su victoria de 2002 por casi 80% contra 20%, Jacques Chirac mostró que la extrema derecha tenía un techo. El derrotado, Le Pen padre, nunca digirió bien la lección, pero algunos de sus herederos son otra cosa.

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