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Jair Bolsonaro durante una visita conjunta con Benjamin Netanyahu a la sinagoga Kehilat Yaacov en Río de Janeiro (archivo, julio de 2018).

Foto: Fernando Frazão, Agência Brasil

La ultraderecha brasileña se apropia de símbolos judíos

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“Se ha estructurado una percepción sobre la izquierda” similar a la “que se tenía sobre los judíos”, dice Michel Gherman, del Centro Jerusalén para el Estudio del Antisemitismo.

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Un Israel blanco y fuertemente armado. Un muro contra el islam, los movimientos LGBTQIA+ y el avance de las culturas que contradicen el fundamentalismo religioso. Ultracapitalista, cristiano y militarizado. Este es el “Israel imaginario” definido por el historiador Michel Gherman como un modelo cultural que ha sido importado por las extremas derechas en el mundo, y que también ha sido apropiado por el bolsonarismo.

El investigador del Centro para el Estudio del Antisemitismo de la Universidad Hebrea de Jerusalén y asesor académico del Instituto Brasil-Israel explica que, además del uso de Israel como fuente de inspiración, también existen vínculos concretos entre el bolsonarismo y la comunidad judía brasileña en la formación de una especie de comunidad conservadora.

¿Es posible afirmar que Israel se ha convertido en un modelo para la extrema derecha en el mundo y en Brasil?

Un elemento importante para entender la relación entre la extrema derecha brasileña e Israel es lo que yo llamo la representación de Israel. Esta representa un Israel que existe, pero sólo en parte: un Israel blanco, armado, muy violento, que sirve de muro contra la expansión del islam, contra los LGBTQIA+ y ultracapitalista. Este Israel también se presenta como un país que habla de la ausencia del Estado y es cristiano o fundamentalista religioso. Este imaginario fue apropiado por el bolsonarismo, que filtró este modelo para crear esta imagen. Es decir, tiene menos que ver con perspectivas concretas y más con un sesgo ideológico.

Pero ¿estas relaciones también se dan de manera concreta? Ha habido un acercamiento concreto del gobierno del expresidente Jair Bolsonaro con el Estado de Israel y con la comunidad judía en Brasil.

Desde un punto de vista concreto, en relación con la comunidad judía de Brasil, hay un hecho que considero muy importante en este acercamiento. Es el momento en que Olavo de Carvalho [gurú ideológico de Bolsonaro fallecido en 2022], por entonces columnista del diario O Globo, escribió una columna en 2004 defendiendo la película La pasión de Cristo [dirigida por el actor Mel Gibson, que es católico], que fue acusada de antisemitismo por algunos grupos. En la columna, básicamente, decía que los enemigos no son los católicos, sino la izquierda. A pesar de su discurso arrogante, diciendo cómo debe o no debe posicionarse la comunidad judía, fue invitado a una conferencia en el Club Hebraica de San Pablo. En esa conferencia hace un pedido directo a la audiencia, formada principalmente por judíos: les pide que alejen del judaísmo a aquellos hermanos que son de izquierda, ya que estarían entorpeciendo el judaísmo. Es una invitación a formar una comunidad de conservadores, y esta comunidad consiste en excluir a los demás.

Otro punto importante, sobre este acercamiento político de Bolsonaro con Israel, es algo más pragmático. La producción tecnológica israelí, que fue muy exaltada durante la pandemia, la exaltación de los valores liberales y, en general, la producción de este Israel imaginario acaban produciendo vínculos concretos con la derecha en Israel.

¿Hay similitudes entre el discurso de persecución contra la izquierda y el discurso antisemita? ¿Hay similitudes entre el bolsonarismo y el nazismo y el fascismo?

Siempre trabajo con el concepto de un nuevo antisemitismo. Lo que se dice de la izquierda es lo que se decía de los judíos. Se ha estructurado una percepción sobre la izquierda que se tenía sobre los judíos. Es necesario comprender el tamaño de este agujero: los judíos fueron exterminados por este tipo de discurso, y ese es el deseo que tiene la extrema derecha con respecto a la izquierda. Es necesario aprovechar estos cuatro años de gobierno de Lula para poder dialogar con estos religiosos, mostrando que no es necesario exterminar a nadie.

Bolsonaro también utiliza una gramática nazi muy clara cuando habla de “Brasil por encima de todo”. Bolsonaro se abraza con el socio de Hitler. Creo que el nazismo es más una referencia estética y más sentimientos morales que ideológicos, y cuando escucho a Bolsonaro, me doy cuenta de que él mismo está diciendo que es nazi.

Michel Gherman. Foto: gentileza Agencia Pública

Además del auge del bolsonarismo, ¿la incorporación del imaginario de Israel como modelo para la ultraderecha brasileña está relacionada con el avance de las iglesias evangélicas que adoptan un discurso judeocristiano conservador? Muchas de ellas utilizan simbología judía en sus cultos, como la Iglesia Universal del Reino de Dios, y predican la defensa de Israel como un mandamiento bíblico.

Los evangélicos no encabezaron la construcción de esta comunidad tradicionalista, pero se unieron a ella. Quienes produjeron este vínculo, en un primer momento, fueron los católicos. Los evangélicos se unieron más tarde, tras puntos de desequilibrio con la agenda izquierdista. Hubo disturbios ideológicos con los gobiernos de izquierda.

Uno fue el conflicto entre la teología de la prosperidad, que es la idea de que hay dinero que es bendecido y que el capitalismo puede ser un sistema que permite bendiciones, adoptada por iglesias como la Universal del Reino de Dios, con las intervenciones sociales del gobierno de Lula [2003-2010]. Luego, las agendas relacionadas con las cuestiones reproductivas de las mujeres, principalmente en el segundo gobierno de Lula y durante el mandato de Dilma [2011-2016], intensificaron el conflicto.

Todo eso terminó produciendo el casamiento entre una base ya más conservadora y la cúpula de la iglesia evangélica, que empezó a entender que no hay mucho que hacer, excepto unirse a la extrema derecha. Y entró muy fuerte, ocupando importantes espacios de poder. En 2017, entonces, empiezas a tener la producción de un sector evangélico que se vuelve mucho más relevante políticamente que el católico. Es importante destacar que el vínculo entre estos evangélicos neopentecostales y la extrema derecha fue un proceso muy gradual.

¿Cómo se sitúa Brasil en el avance de la extrema derecha en el mundo? ¿Es el bolsonarismo una herramienta o un producto de este movimiento?

Es un fenómeno internacional, pero Brasil tiene una participación muy poderosa. Además del vínculo con Israel, no me cabe duda de que Hungría, Estados Unidos, Francia, Alemania, Austria y Australia también tienen vínculos con el bolsonarismo. Contrariamente a lo que creen los teóricos de la conspiración, no es el vínculo lo que produce la política, sino que es la política la que produce el vínculo. Algunos autores dicen que se trata de fenómenos aislados, productos de fenómenos locales que acaban siendo lo mismo con la globalización, pero esta explicación me parece demasiado simple. Entiendo, sin embargo, que Brasil tiene particularidades ligadas a nuestra cultura. Por ejemplo, mientras que [el expresidente estadounidense] Donald Trump y [el primer ministro de Hungría] Viktor Orbán tenían políticas muy fuertes contra los inmigrantes, este debate no es popular en Brasil, ya que nuestro número de refugiados es muy pequeño. Pero la idea de la religión también es algo común a muchos de estos países y está directamente en línea con el conservadurismo brasileño.

Usted señala que es necesario desnacionalizar la sociedad brasileña en la línea de la desnazificación de Alemania. ¿Cómo?

Creo que para luchar contra el nazismo hoy en Brasil hay que recalcular la ruta. No todos los que llevan una esvástica son nazis, y no todo el que no lleva una esvástica deja de ser nazi. Si nos fijamos sólo en los que usan su hashtag, nos perderemos una nueva articulación, producida por Olavo de Carvalho, del reposicionamiento del nazismo en el discurso público brasileño.

También es necesario entender que la religión y la extrema derecha no están necesariamente ligadas. Es posible separarlas. Y para separarlas, es necesario dialogar. Es necesario no tratar a los religiosos como personas inferiores, y disputar el espacio en las iglesias, sinagogas y mezquitas. Además, hay que tener presente que uno de los elementos fundamentales de la extrema derecha en el mundo es el miedo, el cual fortalece y moviliza.

Por lo tanto, el miedo de que la izquierda quiere acabar con la familia, quiere cambiar el sexo de tu hijo, quiere adoctrinar al niño, todo eso se produce desde un nivel de propaganda que está muy bien establecido desde hace décadas. Ahora es necesario dialogar con estas personas que tienen miedo, mostrarles que no tenemos ningún interés en que desaparezca la vida familiar, porque tenemos una familia. La humanización de la izquierda está inexorablemente ligada a la humanización que la izquierda tiene que hacer de lo religioso.

Nathallia Fonseca, de Agência Pública. Este artículo fue publicado originalmente por Agência Pública.

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