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Gerardo Werthein durante el tradicional Festival de las Luces judío de Hanukkah, en Buenos Aires, el 12 de diciembre de 2023.

Foto: Juan Mabromata, AFP

Los recorridos políticos del nuevo canciller argentino

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Gerardo Werthein pasó por variadas tiendas partidarias, además de transitar por el lobby, la actividad empresarial y el deporte.

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Leído por Mathías Buela.
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Es paradójico tener que eliminar el pasado para quien hizo de la vida pública y el lobby un modo de existir. Pero así son los tiempos de la polarización y las redes sociales: el escarnio público alcanzó al flamante canciller argentino, Gerardo Werthein, otrora kirchnerista, otrora macrista, cuando los más avispados fueron a buscarle los archivos en línea.

El problema no es el lobby, sino la fuerza con que se ejerza: Werthein no sólo se sacó fotos en todas las carpas y en todos los campamentos, posó para diarios y revistas, apadrinó y fue apadrinado, sino que cometió el más torpe de los pecados: habló. Y cuando habló, allá por marzo de 2011, dijo que Cristina Fernández había sido una de las mejores líderes y la mejor candidata. El archivo no perdona y la fe de los conversos, el único leit motiv de la casta empresarial tradicional argentina, no alcanza a bendecirlo. Entonces el ahora canciller argentino cerró su cuenta en X.

El 24 de octubre de 2011, quizás embebido en la algarabía y sin poder saber lo que pasaría más tarde, Werthein tuiteó: “Felicitaciones Cristina por la extraordinaria elección”. Esa histórica noche del 54% había sido precedida por otra, en agosto de 2011, cuando en la elección interna Cristina Fernández y Daniel Scioli arrasaron en la puja nacional y provincial. Entonces Werthein también se tuiteó encima y alabó a Cristina y Scioli (que era reelegido en la provincia de Buenos Aires, que lo había catapultado hasta la presidencia del Comité Olímpico Argentino en 2009, y que hoy, 15 años después, sigue siendo su amigo mientras ambos recalaron en los círculos de cercanía del actual presidente argentino, Javier Milei).

¿Pero quién es Gerardo Werthein? ¿Es, acaso, el hombre del olimpismo argentino por haber dirigido el Comité Olímpico de su país entre 2009 y 2021? ¿Es el empresario de las telecomunicaciones que lideró Telecom Argentina durante décadas hasta que el grupo Werthein se deshizo de la compañía en 2017? ¿Es el familiar rebelde que dejó tras una vida de negocios a uno de los máximos grupos empresarios de Argentina? Es todo eso, sí. Aunque rebelde quizás es mucho, porque sigue al frente de numerosos emprendimientos, desde sus haras El Capricho hasta El Observador –radio en Argentina, diario en Uruguay–, donde comparte la sociedad con los también argentinos Luis Majul y Gabriel Hochbaum.

Nacido en Buenos Aires en 1955, parte de una familia de migrantes rusos de principios del siglo XX, es veterinario egresado de la Universidad de Buenos Aires y fue parte del Grupo Werthein hasta 2019. Deportista entusiasta, aún practica ciclismo, golf y equitación. En el campo de los saltos deportivos a caballo incluso ha ganado numerosos premios en una dilatada trayectoria de casi 20 años. Antes de llegar al Comité Olímpico Argentino –y luego al internacional– dirigió la Federación Ecuestre Argentina.

Es cierto que se apartó de las empresas familiares –muchas voces señalan la venta de Telecom como un punto irreconciliable– y ya no es parte del Grupo Werthein, dueño de una de las empresas ganaderas más importantes del país (Gregorio, Numo y Noel Werthein SA) desde hace casi 100 años, dueña de alimenticias, empresas de seguros, financieras y proyectos inmobiliarios y tecnológicos, además de poseedora de la operación de DirecTV en la región y de Torneos. Un holding que catapultó a Werthein al relacionismo público, el padrinazgo y la función política. El premio máximo a sus décadas de colaboración y trabajo en distintas administraciones llegó hace pocas horas, cuando fue designado por Milei al frente de la cancillería.

Si bien su nombramiento en la embajada en Estados Unidos ya había llamado la atención de los diplomáticos y los analistas de carrera, su llegada al máximo escalafón del relacionismo nacional argentino no sorprendió a casi nadie. Mostró sus credenciales a Joe Biden hace unos meses, sí, pero sobre todo mostró sus credenciales a Milei: en pocos meses logró que dos eslabones de la cadena que obsesionan al presidente argentino se sumaran fotográficamente a sus redes: el Fondo Monetario Internacional, de quien depende en parte la situación financiera próxima del gobierno argentino, y la casta de Silicon Valley (con Elon Musk y Sam Altman a la cabeza).

También le brindó a Milei un avión para su primera gira a Estados Unidos apenas ganó las elecciones presidenciales. Y le consiguió entrevistas con su amigo personal, Bill Clinton, a quien ya había invitado varias veces a Argentina, pero en otras épocas. Durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, a quienes Werthein supo alabar enfáticamente, había llevado a Clinton a sendas reuniones en la Casa Rosada.

El derrotero de Werthein es asombroso: sólo en los últimos 20 años pasó de empresario y deportista a funcionario deportivo, lobbista amigo de políticos, financista y, finalmente, funcionario diplomático.

Su llegada a la cancillería era preanunciada por analistas políticos hace meses, cuando, por ejemplo, acompañó a Milei al G7 en Italia. Los nexos que acercaron a Werthein y Milei son, al menos, dos: por un lado, su hijo, Gregorio, que ya conocía de cerca al ahora presidente; por el otro, Scioli, su amigo entrañable del mundo del deporte y la política. Un tercer punto de contacto podría ser una de sus socias en El Observador, Bettina Bulgheroni, que es amiga de Karina Milei.

Pero si Werthein es cercano a Milei, como antes lo fue del matrimonio Kirchner, también supo tener cercanía con Sergio Massa. Primero a través de sus socios en el Grupo América, Daniel Vila y José Luis Manzano, grandes promotores históricos del excandidato del peronismo en las últimas elecciones presidenciales. Ya en 2013, Werthein apoyó a Massa cuando el Frente Renovador buscaba disputar la hegemonía cristinista. Y, aunque con algunos rencores y disputas, porque apoyó la candidatura de Scioli en 2015, también supo llevarse bien con el macrismo durante el período en que convivieron en distintas esferas de poder: si el primer hito de Werthein en el Comité Olímpico Argentino fue la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo a seis meses de su asunción y con Cristina Fernández como presidenta, el punto más alto fue en 2018, con Macri en la presidencia, cuando Buenos Aires fue sede de los Juegos Olímpicos de la Juventud.

Durante la pandemia, Werthein se mudó a Uruguay y estableció su domicilio fiscal en el país en momentos en que el presidente argentino Alberto Fernández aplicaba un impuesto a las grandes fortunas, a pagar por única vez.

Exkirchnerista, exmassista, exmacrista y aún íntimo amigo de Scioli, el devenir llevó a Werthein a ser mileísta. Podría parecer extraño ese viraje, además, porque ha sido un ferviente defensor de que el Estado interviniera para apoyar y sustentar el deporte, para que deportistas tengan recursos y becas en políticas públicas de largo plazo. Pero algo en su discurso podía anticiparlo.

En diciembre de 2017, poco antes de los Juegos Olímpicos de la Juventud, elaboró un discurso de cara a los voluntarios que trabajarían para dicho evento y dejó impresa una visión que podría emparentarse con la que aún hoy manifiesta: “Venimos de una Argentina desinsertada en el mundo, lejos de las instituciones, caprichosa y mirándose a sí misma, que necesitaba esto para mostrar que no somos esa Argentina, que somos ésta, que se quiere insertar, que quiere ser parte, que respeta las reglas del juego. Trabajamos mucho para que el mundo nos crea, ya sabemos que veníamos de una historia triste de nuestro país y que esperamos que nunca vuelva a pasar. El mundo va a ver de qué somos capaces”. Pasaron casi siete años, pero parece que lo hubiese dicho ayer.

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