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Redes peligrosas

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El nuevo siglo tiene a las comunicaciones como protagonista principal, lo que se potencia con el desarrollo de las nuevas tecnologías, que aportan sus plataformas para la difusión de la información. El volumen de esa información se multiplica a un ritmo vertiginoso a través de su vehículo principal: internet. Esa red mundial ejemplifica cabalmente el fenómeno de la globalización y hasta me atrevo a decir que genera un efecto democratizador que debería ser cuestión de Estado para los gobiernos. Porque el acceso a la información es un derecho humano que debe garantizar el propio Estado. Es precisamente en base a ese derecho que la información debe ser confiable, veraz, cierta, para que el receptor pueda formarse opinión sobre los contenidos que recibe, que son, muchas veces, fuente principal de sus decisiones.

Es un ejercicio de responsabilidad superior contar con instrumentos que difundan información fiable, pues en caso contrario la contribución puede estar teñida de intencionalidades que incidan en la toma de decisiones con un determinado fin. Esto, que puede tener aristas comerciales cuando –mediante publicidad engañosa– se induce a confiar en determinado producto (resaltando cualidades inexistentes), también puede tener otros intereses ocultos, por ejemplo, una intencionalidad política.

Vivimos una escalada mundial de las llamadas fake news o noticias falsas, que usan las mismas plataformas para vehiculizar sus contenidos con una manifiesta intención de incidir en la voluntad ya no de un consumidor sino de un elector, del “soberano”, que es manipulado mediante la información falseada de la realidad.

Contenidos disimulados con algún elemento verdadero, tomando informes antiguos, o deliberadamente adulterados, o directamente falsos, circulan bajo la apariencia de ser ciertos, confundiendo a los receptores y logrando el efecto deseado de su credibilidad. Para ello se valen de las mismas redes por las que se difunden, se potencian y viralizan a un ritmo vertiginoso, y generan un efecto contagio que es difícil de revertir.

Vacunas de la verdad

Pero así como surge esta dificultad a la hora de ponderar las redes sociales y su potencialidad negativa, existe un vector positivo que le ha salido al cruce a esa perversa forma de usabilidad de las distintas plataformas. Todo lo bueno del instrumento no puede devaluarse por la mala praxis que hagan algunos que intentan torcer voluntades o generar algún beneficio propio. Pero el daño que hacen es grande y urge encontrar alguna “vacuna” para contrarrestar o –incluso– impedir sus efectos.

Así, han nacido acciones concretas: colectivos internacionales se han unido para crear redes confiables mediante la utilización de mecanismos de verificación que buscan combatir las cadenas falsas de información a las que nos referimos. A nivel mundial hay experiencias como Faktenfinder (“Buscador de hechos”), en Alemania, creado como un intento de echar luz ante las llamadas fake news, noticias falseadas intencionalmente. Otro de los intentos en marcha es WikiTribune, una plataforma que fue lanzada también en español, con idéntico objetivo: el combate a las noticias falsas. En este caso se trata de un lugar en el que periodistas profesionales y editores amateurs escriben historias en tiempo real mientras un grupo de verificadores de hechos respaldan lo escrito. En Francia, en tanto, mientras se legisla para contrarrestar las noticias falsas, se creó el Politoscope, una herramienta de análisis de la información en tiempo real. Todos los intentos parten de una misma premisa, que considera a las noticias falsas el talón de Aquiles de las democracias.

En Uruguay hay intentos públicos y privados que persiguen idénticos objetivos: combatir la información falsa que circula en las redes. Tal es el caso de Línea Verde 9-1-1, cuyo objetivo es impedir que ese tipo de noticias deriven en un evento de seguridad al generar alarma o conmoción pública y al desviar recursos en la atención de eventos inexistentes, ya sea por su falsedad o porque refieren a situaciones que no se registran en el país.

En cuanto a intentos privados, uno que merece destacarse es la diaria Verifica, una iniciativa que busca involucrar a los “medios, academia y sociedad civil, para que en la próxima campaña electoral no haya espacio para la manipulación”, según explican sus creadores. Otro instrumento uruguayo es el sitio web UYCheck.com, en el que se evalúan las noticias y se emiten los correspondientes veredictos de acuerdo con el nivel de verificación que resista lo expresado por determinado actor público.

Todos estos instrumentos tienen un inmenso potencial que hay que profundizar para contrarrestar el destructivo poder de las noticias falsas, esas que alimentan el malhumor de la ciudadanía para obtener un rédito político inmediato. Una forma de potenciar los instrumentos que contrarresten esa práctica es la interacción con actores estratégicos que aporten sus conocimientos para emitir desmentidos en tiempo real a requerimiento de las plataformas erigidas como vacunas contra las fake news.

Acuerdos con la Universidad de la República, el Laboratorio Tecnológico del Uruguay y toda dependencia pública o privada que se preste a aportar su experticia en beneficio de una respuesta que contraponga la verdad a la falsedad viralizada dará el músculo suficiente para evitar la propagación de información falsa.

Se vuelve imprescindible un pacto político y ético por el cual la regulación sea la excepción y no la regla, de manera de lograr un amplio consenso que sea capaz de generar un cambio cultural. Es necesario infundir un aprendizaje que influya en las conductas, derramando ese acuerdo a la ciudadanía sin que nadie se arrogue el derecho a control alguno y que el pacto fluya naturalmente. Eso sería lo ideal, principalmente para hacer valer la voluntad común de atacar las campañas deliberadas y masivas de desinformación. Esto recién empieza, pero es urgente atender el tema para que nuestras democracias no sufran los embates de una corriente negativa que usa la mentira para manipular la voluntad del soberano.

Charles Carrera Leal es senador del Movimiento de Participación Popular, Frente Amplio.

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