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Matar a matador

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Julio César González es Matador, caricaturista colombiano del diario El Tiempo, y hoy está amenazado de muerte. Semanas atrás ya hubo un intento de censura por las críticas humorísticas al candidato a la presidencia por el Centro Democrático, Iván Duque: José Luis Reyes, un simpatizante del partido político de Duque, interpuso una tutela contra González por el dibujo titulado “Duque reflexiona”, pero la jueza Hilda María Saffon la negó. La acción de tutela, mecanismo creado en la Constitución Política de Colombia de 1991 para que los ciudadanos hagan valer sus derechos, es una de las figuras más importantes de la carta magna. José Luis Reyes la quiso usar contra González, pero no logró callarlo.

Ese fue un intento, pero después vinieron otros, más directos, más violentos, más despreciables. Matador había enfrentado la situación con su arma más fuerte: el humor. Y no se detuvo, y siguió haciendo su trabajo hasta que se hicieron públicas las amenazas de muerte contra él, y entonces sí decidió retirarse de las redes sociales.

Mientras tanto, los dueños del partido político Centro Democrático, encabezados por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, incluido el candidato presidencial Duque, salieron a rechazar las amenazas, pero sin poder alejarse de la carga de responsabilidad por ser los creadores y promotores no sólo de una ideología sino de un imaginario cargado de violencia. Y ahí están las consecuencias: algunos de los seguidores y discípulos que ha creado Uribe, aunque él mismo no lo haga, están dispuestos incluso a amenazar de muerte a quienes lo cuestionen. Esto me recuerda lo que pasó con el caso de Charlie Hebdo en Francia en 2015, cuando Saïd y Chérif K, junto a Hamyd M, radicales islamistas, asesinaron a 12 personas de ese semanario satírico mientras gritaban: “¡Vamos a vengar al profeta!”.

Parece que para algunos de sus seguidores, Uribe tiene el mismo valor y la misma importancia que Mahoma para los radicales islamistas, y al igual que estos, están dispuestos a hacer lo que sea con tal de defender desde su dogmatismo a su profeta.

Estos sucesos, previos a las elecciones presidenciales de mayo, muestran claramente la inauguración de un escenario de guerra paralelo al existente desde hace más de medio siglo entre los colombianos, uno que no porque se dé en las redes sociales pierde su cuota de realidad y de peligro.

Defender a las personas que hacen humor en un país es proteger la creatividad, el pensamiento, la crítica. Lo contrario es cerrarle las puertas a un diálogo amplio y constructivo, tan necesario en contextos como el nuestro. Y esa tarea, además de lo que pueda hacer la sociedad en general, es obligatoria para el Estado y el gobierno.

Nosotros ya tenemos casos para contar sobre ese tema y tristemente es algo que vive y vivirá como una sombra en la historia del país: el asesinato de Jaime Garzón, quien también con el humor mostró de manera distinta y cuestionó a las esferas del poder de un país que venía y viene siendo narrado especialmente por medios de comunicación afectos a los gobernantes de turno. Pero con el antecedente del asesinato de Garzón el 13 de agosto de 1999, hecho que fue declarado por la misma Fiscalía como un crimen de Estado en el que participaron el Ejército de Colombia, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y la banda criminal del paramilitar alias “Don Berna”, ¿cómo creer, por ejemplo, en el ministro de Defensa Luis Carlos Villegas cuando dice que va a investigar el caso?

Ariel Ortega Martínez, identificado en Twitter como @ArielOrtegaM, el 31 de marzo a las 19.22 escribió: “Matador es un canalla q falta nos hace castaño para callarlo”. El “Castaño” al que hace referencia Ortega es Carlos Castaño Gil, jefe máximo del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), uno de los hombres más sanguinarios que ha parido Colombia y que según la Fiscalía fue asesinado el 16 de abril de 2004.

Amos Oz, el escritor israelí, lo dijo clara y acertadamente: “Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático”. Quizás algunos seguidores de Uribe y su pensamiento sean eso, fanáticos, y quizás también por eso reaccionen como reaccionan.

Y también Carl Schmitt, en la página 63 del libro El concepto de lo político, publicado en 2002 por Alianza Editorial en Madrid, nos dice: “Los conceptos de amigo, enemigo y lucha adquieren su sentido real por el hecho de que están y se mantienen en conexión con la posibilidad real de matar físicamente. La guerra procede de la enemistad, ya que esta es una negación óptica de un ser distinto. La guerra no es sino la realidad extrema de la enemistad. No necesita ser nada cotidiano ni normal, ni hace falta sentirlo como algo ideal o deseable, pero tiene desde luego que estar dado como posibilidad efectiva si es que el concepto del enemigo ha de tener algún sentido”.

Lo que le pasó a Matador es una clara muestra de que hay adeptos al ex presidente Álvaro Uribe Vélez que asumen al otro como enemigo, y en tanto que enemigo, es susceptible de neutralización, de eliminación. Ojalá esa posibilidad real de matar de la que habla Schmitt no se haga efectiva esta vez, ni nunca. Pero mientras tanto, no podemos esconder que esta es nuestra pobre realidad.

Hoy por hoy, muchos colombianos han empezado a publicar por su cuenta caricaturas de Matador en las redes sociales como muestra de apoyo, para que aunque se haya retirado, esté, siga presente. Esperemos que no lo maten.

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