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El mago Talvi

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Talvi, el neoliberal

“La madre del borrego”, según el programa del candidato del Partido Colorado (PC), Ernesto Talvi, es el déficit fiscal y su financiación con deuda en moneda extranjera. Este estaría generando una disminución de la competitividad. Su propuesta, la reducción del déficit fiscal, generaría un aumento del tipo de cambio real,1 y con este un aumento de la competitividad. El mismo diagnóstico que hizo Un Solo Uruguay.

Sin embargo, hay muchas variables que su razonamiento no toma en cuenta y que la evidencia empírica ha desechado para el caso uruguayo.2 Las variables que no toma en cuenta este diagnóstico son: 1) que casi 50% de la deuda está en pesos; 2) que la inversión extranjera directa ha sido prácticamente 5% del Producto Interno Bruto (PIB) promedio anual desde 2006 hasta 2018 (actualizados, unos 1.500 millones de dólares por año al día de hoy); y 3) que las exportaciones de bienes y servicios suman, en promedio durante el mismo período, unos 11.000 millones de dólares por año.3

Eso quiere decir que, mientras que el incremento del endeudamiento público en dólares desde 2005 a la fecha ha sido de 9.000 millones de dólares, el ingreso de divisas por los otros dos conceptos fue de unos 162.500 millones de dólares. Aparentemente, las presiones sobre el tipo de cambio provienen más de los ingresos de capital y exportaciones que por el financiamiento del déficit fiscal a través de endeudamiento. No quiere decir que el déficit no sea una variable de política fiscal importante, sino que el diagnóstico que hace Talvi es equivocado, y sus propuestas políticas para solucionarlo podrían llevarnos a una situación por lo menos grave.

Además, el problema del tipo de cambio real para una mayor competitividad no se supera solamente con una depreciación; el problema también es la inflación, y ambas históricamente han ido juntas. En este sentido, según entiende Javier de Haedo, el tipo de cambio real puede estar desajustado en el corto plazo, pero las series históricas –incluida la serie 2000-2017– muestran que el tipo de cambio real no se ha modificado en el largo plazo.4

La política fiscal y monetaria que siguió el presidente Mauricio Macri en Argentina, determinada por la carta de intención firmada con el Fondo Monetario Internacional, coincide de forma perfecta con la que pretende Talvi para Uruguay. Esta tuvo por objetivo mejorar la competitividad de Argentina, y actuaron con el manual. Liberaron el tipo de cambio, bajaron los impuestos a las empresas, redujeron el déficit fiscal operativo disminuyendo los empleos públicos, las jubilaciones, las subvenciones a las tarifas de servicios públicos, las compras públicas, las transferencias del gobierno central a las provincias, y las obras públicas.5 Estas medidas fueron acompañadas con un aumento de la tasa de interés en pesos, lo que generó el inicio de la especulación financiera, la suba del tipo de cambio, una inflación que llegó a 50% anual, una reducción de 20% del salario real, una contracción de la demanda interna, una caída del producto, un crecimiento del endeudamiento externo, y una espectacular fuga de capitales. No podría ser de otra manera. Hoy Argentina, además de que aumentó la pobreza, la desocupación y bajó el PIB, ha sido declarada en default, con corralito bancario.

Uruguay, claramente, no sufre un problema de competitividad. De lo contrario, la inversión extranjera directa, las exportaciones y el turismo no se habrían expandido como ocurrió en estos años. Lo que esconde el razonamiento de Talvi es una consecuencia directa de su política: un ajuste mediante la disminución del salario real, para así, con el aumento del tipo de cambio y la reducción de los salarios, incrementar por dos vías la tasa de ganancia de las grandes empresas agroexportadoras.

Asimismo, el programa de Talvi plantea que la inflación es el impuesto más injusto para los más desfavorecidos. Debería recordar que durante los últimos 15 años el salario real creció en promedio 56%; ergo, no hubo tal impuesto, el salario creció siempre por encima de la inflación. Cabe recordar que, luego de cuatro años en los que Talvi fue gerente del Banco Central del Uruguay, la inflación en aquel período no descendió de 45% anual.

Respecto de la política fiscal, afirma que se incrementaron el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas y el Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas, y afirma que Uruguay tiene la carga impositiva sobre el PIB más alta de América Latina. Basta ver la fuente que cita para descubrir que Argentina y Brasil tienen una carga tributaria mayor que Uruguay, y que la presión tributaria de Uruguay está por debajo del promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.6

Habría que recordar que durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, en el que Talvi estuvo involucrado, “el ajuste se hizo más por la recaudación que por el gasto, incluyó un aumento del IVA de 21% a 22%, y de varios otros impuestos: a los salarios y pasividades, a las rentas de industria y comercio, a la renta agropecuaria, a las transmisiones inmobiliarias, y a los aportes de seguridad social de empresas y trabajadores, entre otros”.7 Pues Talvi, en su programa, se propone reducir en el mediano plazo los impuestos a las empresas y a las familias, aquellos que se incrementaron cuando él participó en el gobierno de Lacalle.

Por otra parte, para tener una seguridad social viable, el programa de Talvi expresa que cada trabajador debería tener su cuenta de capitalización. Es decir, cada trabajador tendrá una jubilación de acuerdo a lo que aportó. Quizás esto pueda ser una buena noticia para el 10% de la población con ingresos más altos, pero el 90% de la población con ingresos más bajos verá mermada su jubilación. La pobreza de los adultos mayores, casi extirpada en Uruguay, vendrá con fuerza una vez que se imponga la concepción de Talvi, en nada diferente a un sistema de seguro privado puro como en el caso de Chile, donde la pobreza de los adultos mayores asciende a 19,7%.8

La política fiscal y monetaria que siguió Macri en Argentina, determinada por la carta de intención firmada con el FMI, coincide de forma perfecta con la que pretende Talvi para Uruguay.

Con la misma intencionalidad de omitir información relevante en su programa, Talvi plantea que la política comercial y de promoción del turismo llevada por estas administraciones ha frenado las verdaderas posibilidades del país. Claro, si menciona lo que ocurrió en estos casi 15 años, su teoría sobre la falta de competitividad del país vuelve a desconocer los hechos objetivables en los que ha avanzado Uruguay. Las exportaciones de bienes más que se duplicaron, las de servicios se multiplicaron por tres, y los ingresos por turismo se multiplicaron por más de cuatro. En 2005, las exportaciones totales de bienes y servicios ascendían a 5.311 millones de dólares; en 2018, dicha cifra superó los 14.000 millones de dólares; un crecimiento acumulado anual de 7,6%.

Talvi, el progresista

Ahora el mago cambia de jugada. Su programa plantea todo lo que va a hacer en materia social y productiva. Va a llegar a 1% del PIB en I+D; promoverá la vuelta de académicos y científicos que trabajan en el exterior. También incentivará una política de desarrollo productivo por medio de fondos de inversión como tienen Israel y Nueva Zelanda.

Su programa establece que habría que invertir en infraestructura de transporte, en carreteras, en el dragado del puerto, y sostiene que estas inversiones durante el gobierno del Frente Amplio (FA) han sido insuficientes. En telecomunicaciones, dice el programa de Talvi, estamos dentro de los mejores, pero tenemos que llegar a estar entre los número 1, como Corea y Estados Unidos; para ello se requiere invertir en un data center.

En relación con la educación, propone sus ya famosos 136 liceos, además de un grado universitario de formación de docentes, y extender la jornada con actividades extraescolares. A nivel de primaria, el programa plantea crear escuelas artísticas. En relación con la salud, ampliar la cobertura de la Administración de los Servicios de Salud del Estado, ya que “la accesibilidad es un gran problema que tiene Uruguay”. La vivienda es un problema: no se ha invertido lo suficiente y se debería de apelar a las viviendas vacías, pero, sobre todo, erradicar los asentamientos irregulares con una política de “mejoramiento barrial, que incluiría saneamiento, infraestructura, instituciones educativas y culturales”. También tiene una propuesta para erradicar la pobreza infantil. Y otra para mejorar la infraestructura deportiva y ampliar la cantidad de plazas y parques.

Talvi, el desmemoriado

Cada una de las medidas progres de Talvi ya se implementan o se empezaron a implementar en las administraciones del FA. Bienvenidas sean propuestas para profundizar las políticas sociales y productivas, pero no se puede desconocer la realidad sobre la que se pretende actuar. Las partidas en I+D se incrementaron, aunque deberían llegar a 1% como plantea el programa de Talvi; los programas de repatriación de científicos, aunque todavía insuficientes, ya han sido implementadas por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República. Por su parte, las políticas de fondos de inversión han sido reorganizadas e implementadas por la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande). Obvio, el programa plantea como paradigma los casos de Nueva Zelanda e Israel, países que desarrollan política industrial y que invierten 140 dólares per cápita sólo en start-ups, una cifra que equivaldría por año en Uruguay a unos 500 millones de dólares.

El programa contiene ideas interesantes sobre cómo invertir en un data center, que Antel ya inauguró hace tres años.

En relación con la falta de infraestructura que menciona el programa de Talvi, sólo en los últimos cuatro años se han invertido 9.000 millones de dólares, y está planificado terminar el período con una inversión de 12.000 millones en total. La inversión en empresas públicas de estas tres últimas administraciones ha sido millonaria; particularmente en el sector de telecomunicaciones al que él se refiere, Antel ha invertido más de 1.000 millones de dólares en universalizar el acceso a la fibra óptica, construir un data center y desarrollar un cable submarino que le ha dado a Uruguay independencia regional en la conexión internacional.

En relación con la inversión en infraestructura educativa, el FA, en los últimos cinco años, ha construido 273 establecimientos educativos, y se piensa que terminara el período con más de 300. Por cierto, habla de crear el grado universitario para la formación docente, y el PC negó sus votos al proyecto de creación de la Universidad de la Educación.

En relación con el “gran problema de accesibilidad de la salud”, según datos del Ministerio de Salud Pública, la atención en policlínica y emergencia se incrementó 50% de 2007 a 2016. Plantea la insuficiencia del gasto en vivienda, y durante los últimos cuatro años el gobierno invirtió en ese rubro 1.352 millones de dólares.

Habla de erradicar la pobreza infantil. También olvida que la pobreza infantil –es decir, la que afecta a los menores de seis años– al inicio de las administraciones frenteamplistas se ubicaba en 56,5%, y a fines de 2018 era de 17,2%. Todos los puntos referentes a políticas sociales y productivas que Talvi menciona son, efectivamente, áreas en las que se debe seguir profundizando. Falta mucho, pero hay que reconocer lo que se ha hecho y, sobre todo, cómo se va a seguir haciendo para que esas políticas logren los resultados esperados.

Talvi, el mago

Talvi se propone reducir el déficit fiscal en 3 puntos del PIB. Para ello propone reducir unos 6.000 funcionarios públicos que, según su propuesta, le sobran a la administración. También el programa habla de mejorar la eficiencia de otros gastos del Estado. El programa no maneja las cifras de ahorro, pero en entrevistas públicas Talvi ha dicho que con estas medidas se ahorrarían unos 1.000 millones de dólares: casi 2 puntos del PIB.

Sin embargo, sus políticas sociales, y considerando el mínimo que puede gastar el Estado para implementar las propuestas que tiene el programa de Talvi, tienen un costo anual, como mínimo, de 1.330 millones de dólares por año (ver tabla). O sea que los gastos que se ahorra por su gestión eficiente se amplían por el gasto para llevar adelante sus políticas sociales. En particular, resulta paradójico que, para implementar sus políticas educativas –136 liceos, nuevas escuelas artísticas y extensión del horario escolar– se necesitaría incrementar los funcionarios públicos vinculados a la enseñanza en unos 6.000, la misma cifra que quiere reducir en todo el Estado.

Por otra parte, el programa plantea que no se va a aumentar los impuestos (más bien plantea reducirlos en el mediano plazo). Si se ahorra dos puntos del PIB, por una parte, pero aumenta el gasto en una cifra similar, parece que la política de Talvi no lograría su tan ansiado objetivo y medida central para que le cierre toda su propuesta: bajar el déficit fiscal. Quizás el mago tiene un as debajo de la manga. De lo contrario, sólo se dedicará al ajuste y dejará de ser el mago progresista; seguramente pasará a ser el Talvi neoliberal.

Gustavo Buquet es economista, doctor en Comunicación, profesor de Economía de la Comunicación en la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.

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