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50 años del Frente Amplio

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Este 5 de febrero se cumplen 50 años de la fundación del Frente Amplio (FA). Como siempre sucede, este acontecimiento puntual tiene una larga historia o antecedentes a tener en cuenta para intentar comprender el fenómeno. Para decirlo claro: la historia de esta fuerza política no comienza en esa fecha. Para entender esa fundación hay que remontarse al Congreso del Pueblo (1965) y a la fundación de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) (1964-1966), entre otros hechos importantes de aquella década. En esas instancias los trabajadores organizados fueron construyendo diferentes espacios para luchar por la emancipación y la autoorganización.

Para tener presente el contexto en el que surgen todos estos movimientos tenemos que decir que en 1964 se daba el golpe de Estado en Brasil, que inauguraba una oleada que llevaría en diez años a todo el Cono Sur a estar bajo mando militar. Estas dictaduras fueron preparadas ideológicamente por medio de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), impulsada por el gobierno de Estados Unidos y aceptada con agrado por los altos mandos militares locales.

La década de 1960 y principios de los 70 (1964-1973) ha quedado marcada en la historia del país como la de mayor movilización social y en la que el campo popular les disputó el poder a las clases dominantes. La revolución estaba “a la vuelta de la esquina”, y esa fue la sensación que experimentaron hombres y mujeres de aquellos años; los cambios eran posibles y estaban cerca de alcanzarse. Aclaremos que no todos los grupos que profesaban ideas revolucionarias utilizaron la fuerza de las armas para intentar cambiar la realidad. La violencia denunciada por los sectores dominantes muchas veces hacía referencia a que los obreros se organizaban para reclamar derechos. Estos reclamos desataron la coacción, la violencia dominadora estatal.

Para ampliar la mirada e intentar entender esa coyuntura también hay que tener presente la crisis económica por la que atravesaba el país desde 1955. Como ocurre hoy y como ocurre siempre en el sistema capitalista, los poseedores de las grandes riquezas no querían perder ninguno de sus privilegios. Esto fue lo que llevó al enfrentamiento con los trabajadores, que, como decíamos, lograron la histórica unificación en la CNT de todas las tendencias ideológicas revolucionarias (comunistas –el Partido Comunista del Uruguay fue clave en toda la formación del FA y en su desarrollo posterior–, anarquistas, autonomistas) para intentar frenar la crisis que estaba recayendo sobre sus cuerpos.

Los años difíciles

En ese contexto es que se funda el FA. Un contexto de profunda movilización y colmado de expectativas por el futuro, un futuro para las mayorías de la sociedad y no solamente para los sectores acomodados. También el FA aglutinó varias vertientes de la izquierda y personas independientes. Esto ya fue una ruptura y una novedad para el sistema político. Y a esto hay que sumar la creación de los comités de base como órganos de discusión política permanente y en contacto con los vecinos de todos los barrios.

Pero la dictadura apenas permitió que este proyecto político durara de forma legal poco más de dos años. La dictadura instaurada de pleno en junio de 1973 aniquiló esa movida, y miles de sus militantes fueron a parar a la cárcel o al exilio y otros siguen desaparecidos hasta hoy.

Los años de dictadura fueron difíciles para esta fuerza política, pero siguió funcionando y logró sostenerse organizada. A un año del golpe se dudaba de la existencia o la continuidad del FA: “Un despacho de prensa informaba a fines del 74: ‘En el caso del Frente Amplio podría ser lícito incluso dudar de su existencia real’”.1

Entre los elementos de duda que llevaban a la continuidad de esta fuerza política se encontraban las diferencias internas. El debate más acalorado y que dividía más las aguas era el referido a los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas emitidos en febrero de 1973. Pese a estas diferencias, el FA logró mantenerse, articularse y conservar los vínculos políticos en el exterior y a nivel local. En este período fue un actor político importante para que la dictadura y los usurpadores del poder no permanecieran in eternum en el poder. De esta manera pudo ser partícipe del pasado épico que derrotó a la dictadura. La participación del FA en las negociaciones conocidas como Pacto del Club Naval no es clara. Poco se ha investigado sobre este hecho y todo lo que lo rodeó.

Triunfo electoral en Montevideo

En 1989 nuevamente el FA cambió la historia política. Por primera vez accedió al gobierno departamental un partido no fundacional, y los “partidos más antiguos del mundo” (al decir de Juan Pivel Devoto) comenzaron a perder poder en la gestión estatal. Con pocos años de vida “plena”, la coalición de centroizquierda logró hacerse del control del departamento más poblado del país y donde se centraliza buena parte de su funcionamiento.

Ese mismo año el FA enfrentó divisiones internas profundas (alejamiento del Partido por el Gobierno del Pueblo y del Partido Demócrata Cristiano) y a su vez ingresos que serían claves para el crecimiento de la fuerza política, en particular el de lo que quedaba del histórico Movimiento de Liberación Nacional (MLN) al FA. Mirado desde hoy, este ingreso permitió la aparición de un fenómeno político-electoral que hasta el día de hoy continúa teniendo el mayor peso electoral dentro de la fuerza política.

Este es un proceso poco abordado (hasta donde conocemos) por la academia. En uno de los trabajos que se aproximan al tema, Emilia Abin y Emmanuel Martínez (“Rituales ruraloides en la transición a la democracia”) plantean que uno de los aspectos importantes de esta organización fue la celebración de mateadas en espacios públicos. Allí se habría originado un ritual entre los concurrentes. Además, acercó al FA al mundo rural. El mate hoy es un elemento de todo el país, pero históricamente ha sido una de las imágenes pertenecientes a la mitología nacional. En la memoria del imaginario social están presentes las pinturas de Juan Manuel Blanes con los “gauchos” con sus chiripás y el mate en la mano. Es parte de nuestro imaginario nacional, sin dudas.

Este sector político pudo haber influido en la ampliación de los electores en el interior del país. Los autores antes mencionados también hacen énfasis en la manera de comunicar y de hablar del líder del Movimiento de Participación Popular (MPP), José Mujica, y en la forma en que habría influido para llegar a la población que no es parte de la histórica base social del FA (obreros y clases medias urbanas).

Un cambio histórico

En un certero artículo (“Hechos y sentidos de la política y la pospolítica”), Carlos Demasi, Álvaro Rico y Marcelo Rossal marcan la nueva etapa histórica que empieza luego del 31 de octubre de 2004 (el giro progresista) como “una profunda reconfiguración del campo político y del campo discursivo con relación al campo anterior, conformado entre los años 1980 y 2002”.

Sin duda, ese momento histórico marcó un antes y un después a nivel de todo el país. La crisis de 2002 había dejado secuelas en toda la sociedad (desde los sectores que quedaron en la miseria absoluta hasta los sectores oligárquicos que perdieron privilegios por una crisis que afectó su rentabilidad). Esto llevó a que la propuesta de centroizquierda tuviera una llegada como nunca en el electorado. Se vivió una especie de euforia en gran parte de la población (los actos finales fueron multitudinarios).

Nos gustaría detenernos en nuestra reflexión en un fragmento que plantean los autores citados anteriormente. Analizando y haciendo un ejercicio prospectivo dicen que “[el FA] controlando las mayorías parlamentarias y siendo gobierno nacional, está en inmejorables condiciones de procesar ‘otros’ cambios políticos […], cambios que tampoco exigen gastos de presupuesto para su realización”. A lo que apuntaban era a cambios que implicaban “reconstruir una subjetividad política que contribuyera a romper la cultura del miedo […] cambios en el estilo de gobernar superando la soberbia”. Y todo esto lo sintetizan planteando que esto sería “debilitar la doxa liberal posdictadura”.

Nos surgen preguntas respecto de estas propuestas para analizar el futuro desempeño del nuevo gobierno y el accionar de la fuerza política. ¿Qué sucedió durante los 15 años de gobiernos progresistas respecto de estos cambios? ¿La sociedad fue impulsada a la movilización o quedó atrapada en la lógica de gobierno que ve en toda movilización una crítica “destructiva”? ¿Esa desmovilización y esa separación de las organizaciones sociales no llevaron a la derrota de las últimas elecciones? ¿No se está repitiendo este problema con lo que sucedió con la resolución del referéndum contra la ley de urgente consideración, quedando partido el campo popular?

En el futuro cercano el FA seguirá siendo una fuerza política central para el país. Pero no será eterna esta situación (el que crea eso desconoce la historia). Pensemos en el Partido Colorado y el escaso peso que tiene hoy, comparado con lo que ocurría décadas atrás. Por este motivo se debe pensar y proponer políticas y formas de hacer política distintas de las heredadas por la doxa liberal, porque de lo contrario se compite por ser gestor de un sistema que lleva a las mayorías a ser objeto de políticas resueltas por expertos o políticos profesionales alejados de quienes las soportarán.

Héctor Altamirano es docente de Historia.


  1. “Uruguay: La liberación de Liber Seregni en el marco político uruguayo”, Inter Press Service, en Demasi, Carlos, La evolución del campo político en la dictadura, 2009. 

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