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Ilustración: Ramiro Alonso

A propósito de La epidemia como política*

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El libro mencionado en el título de este artículo comienza con una advertencia: plantea que los “textos son concretos” y que “buscan reflexionar sobre las consecuencias éticas y políticas de la así llamada pandemia”. Y seguidamente agrega que esta es utilizada para “transformar de arriba abajo los paradigmas de gobierno de los seres humanos”.

Más adelante añade que “los poderes dominantes han decidido abandonar sin remordimientos los paradigmas de las democracias burguesas, con sus derechos, sus parlamentos y sus constituciones”. Y a esto agrega que le “podemos llamar bioseguridad [que sería el] dispositivo de gobierno que resulta de la conjunción entre la nueva religión de la salud y el poder estatal con su estado de excepción”.

En estos párrafos creemos se condensa lo más espeso y sustancial de la recopilación de textos. No parece, a primera vista, una conclusión forzada o que no pueda tener fundamento.

Sin embargo, hay un aspecto que nos llama la atención. El autor, Giorgi Agamben (y sus seguidores en todo el mundo, incluyendo, por supuesto, a letrados locales), se encarniza y discute la “autenticidad” de la pandemia (aunque en ocasiones matiza estas aseveraciones).

Para fundamentar su posición cita las declaraciones del Consejo Nacional de Investigación que cuestionaron la existencia de la epidemia de SARS-CoV-2 en Italia, diciendo que causa síntomas leves y moderados en 80% de los casos y que solamente 4% requeriría cuidados intensivos.

Este es el punto de apoyo y a su vez el lugar del cual dispara Agamben su base argumentativa. Para este autor (y su pléyade), el origen de todo lo que está ocurriendo es una simple gripecita (como afirmaron Jair Bolsonaro y Donald Trump). Y esta gripe funcionaría como excusa o “pretexto ideal” para controlar a la humanidad. ¿Antes de esta pandemia qué ocurría en el mundo?, ¿éramos una humanidad libre?

Luego desarrolla una categoría interesante: la vida desnuda (nuda vida). No es nueva esta categoría en el autor, pues en anteriores obras ya la había trabajado, aunque dándole un sentido distinto al actual.

Para el autor, los italianos (esto es desde donde él escribe, y es importante tenerlo presente porque, como muchos pensadores europeos –y más precisamente noratlánticos–, cree que lo que sucede en su mundo sucede en el mundo entero) abandonaron sus vidas, lo que los hace humanos, por una vida desnuda, esto es una vida sin contacto con otros seres humanos, donde se suspenden las actividades culturales, en donde todos pasan a ser posibles contagiadores-portadores del virus, en donde todo es remoto o cibernético.

Así vamos llegando a nuestro centro de interés (que no es discutir la veracidad o no de la pandemia), que es reflexionar y discutir cómo el proyecto del capital y la lógica del capitalismo son parte central del problema que estamos viviendo. Lo demás puede ser útil para distraer o para exaltar posiciones neoconservadoras en la sociedad.

El propio autor plantea que es necesario, ante la falta de recursos, que “se devuelvan a los hospitales públicos los medios de los que han sido privados y recordar a los jueces que haber destruido el sistema sanitario nacional es un crimen más grave que salir de la casa sin declaración jurada”.

Para Agamben (y su pléyade), el origen de todo lo que está ocurriendo es una simple gripecita (como afirmaron Bolsonaro y Trump). Y esta gripe funcionaría como excusa o “pretexto ideal” para controlar a la humanidad.

Este fragmento coloca un punto central que después el autor no vuelve a abordar en el resto de los artículos. Uno puede inferir leyendo este texto que Agamben reconoce que existió un colapso en los sistemas de salud y que ese hecho se debió al retiro y el achique del Estado, dejando que el mercado y los privados resolvieran el problema o las situaciones que se presentaran. De esta manera, los que nada tienen o los que tienen muy poco (apenas para sobrevivir) no pudieron resolver su problema y murieron.

Y a continuación es donde demuestra un punto flojo y a su vez deja entrever –leyendo el texto a contrapelo–la posición agambeana. Afirma que después de la emergencia sanitaria “deberemos preguntarnos si tiene sentido volver a adquirir, como de seguro nos dirán que nos hagamos de las inútiles mercancías que la publicidad buscará imponernos como antes [...]. Deberemos preguntarnos si es justo subirnos nuevamente a los aviones para pasar las vacaciones en lugares remotos...”.

En este fragmento se clarifica (al menos para quien escribe) cuál es la preocupación del autor. No está pensando y colocándose en el lugar de los millones de personas que están sufriendo y que están viviendo peor que antes de la pandemia: hambre, explotación sexual, trata de personas, etcétera se amplifican por lo que está pasando, pero las preocupaciones de Agamben son otras: las del mundo del consumo, la cara opuesta.

No tiene un planteo de fondo de cuestionar al sistema que genera esta situación. No hace una crítica a los dogmas capitalistas. Esta es la sociedad en la que vivimos, es la sociedad que existe y en ella las desigualdades son naturales, parece aceptar el autor.

Su propuesta es adaptarse a ella. Así, plantea que como humanidad deberemos “proveernos nosotros mismos de algunas necesidades elementales, en vez de depender del supermercado para cualquier cosa”. O quedarnos en nuestro lugar en vez de viajar a una zona exótica (¿América Latina, por ejemplo?). Y después plantea que fue un error que los parques y las zonas turísticas italianas se llenaran de extranjeros. De esta manera, también deja entrever una posición preocupante por lo conservadora: ¿acaso el autor pretende volver al siglo XIX y encerrarse en su territorio?, ¿el problema es el extranjero que llega a un país?

Nada dice ni plantea el autor sobre lo que parece ser el problema de fondo que estamos viviendo como humanidad: el colapso de una sociedad está llegando y ello es por la lógica del capitalismo, que destruye todo a su paso.

Como afirma Robinson, “El proyecto neoliberal está agotado y a duras penas podrá ser resucitado. El mundo será reconstruido, para bien o para mal. Hemos entrado en un período de cada vez mayor caos en el sistema capitalista mundial [...]. Las fuerzas progresistas e izquierdistas tienen que situarse para hacer retroceder al impulso ultraderechista y neofascista. Los nubarrones se concentran. Las líneas de batalla están siendo trazadas. Las convulsiones se acercan. En juego está la batalla para el mundo pospandémico” (Crisis capitalista más mortal que el coronavirus, Alainet, 20/4/2020).

Este planteo de Robinson pensamos que es superador y deja más aliento que la encerrona en la que nos deja Agamben en sus textos.

Hector Altamirano es docente de Historia. (*) Giorgio Agamben (2020). La epidemia como política. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires.

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