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Vidalín: una muestra del populismo nativo entre Jesús y Discepolín

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“¿Vos pensás que lo que hizo Orsi yo no lo he hecho?”, sentenció Carmelo Vidalín, trocando en interrogante lo que debía ser una respuesta y colocando el tema en los términos que él buscaba. Con rapidez, hizo un movimiento sobre el tablero cambiando el centro de la polémica, que era interno del Partido Nacional, y lo trasladó a todo el espectro político. Se colocó en el centro e incluso tendió una mano a su “amigo Orsi” habilitándolo en el ejercicio, si es que hubieran existido, de favores políticos en los cuales, no solo él sino también todos los demás, habrían incurrido.

Lo confesó sin tapujos y desafió al resto a hacer lo mismo. Se puede decir, recurriendo a un símil usado en el campo de las finanzas, que “blanqueó” el tema. Atrajo sobre su persona, en primer término, la discusión en un planteo de claro desafío a toda la clase política y evitó o diluyó posibles condenas que podrán ser declaradas de carácter autoritario y antidemocrático. Al mismo tiempo, aisló dentro de la coalición de gobierno la posición de tono militar con que se pronunció Cabildo Abierto a través de sus representantes.

El intendente de Durazno es hombre ducho en cuestiones políticas que conoce sus limitaciones. Es un pragmático con capacidad para transitar por ámbitos académicos o propios de los tecnócratas y también para intercambiar mano a mano con gente de pueblo. Se recuerdan, entre otras, sus irrupciones pasadas las medianoches en los festivales de su departamento manejando una rugiente moto de gran cilindrada y atrayendo la atención de los participantes especialmente jóvenes. Obviamente no son estos los únicos detalles que explican su éxito, existen otros que, quizás, entren en el campo de lo que está intentando legalizar ante la opinión pública.

Con rapidez, Vidalín hizo un movimiento sobre el tablero cambiando el centro de la polémica, que era interno del Partido Nacional, y lo trasladó a todo el espectro político.

Integrante del Honorable Directorio del Partido Nacional, desafió a su partido admitiendo y justificando que también otros hayan hecho y hagan lo que se quiere sancionar, al fundamentar que la práctica política “es diálogo y negociación”. Quizás, de esa forma, pretendió estampar un pensamiento de controvertido manual con peligrosa exclusión de principios intransferibles e innegociables, dirigido a políticos improvisados y apresurados que, se sabe, existen y quizás sean mayoría en algunos espacios, aunque también acumulen severas críticas especialmente en el campo de la ética.

Con su intervención no sólo justificó al “rebelde” Juan López, sino que abrió camino para que otros, correligionarios o no, blanquearan el currículum. También le extendió una mano a todo el espectro político que se vería beneficiado con ello al aceptar algo que, si se denuncia y comprueba, tiene sanción legal, pero mientras no sea así y quede solamente en confesión, se convierte en un honorable sinceramiento. Las crónicas de la historia aseguran que ya lo hizo Jesús cuando desafió a los exaltados moralistas de su época afirmando aquello de “quien esté libre de culpas que arroje la primera piedra” y no obtuvo quórum. Otros, más moderados y con vocación tanguera, entonan “en un mismo lodo, todos manoseados”. En términos matemáticos, sería hallar el “mínimo común denominador”.

Garabed Arakelian es docente y periodista.

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