El destino de los detenidos desaparecidos de la última dictadura cívico-militar continúa siendo un tema de interés público, pero también de polémica, como lo ilustra lo relativo a la existencia de la Operación Zanahoria (Mauricio Pérez en Brecha, 5/1/2023). En ese sentido conviene conocer antecedentes y algunas consideraciones de carácter técnico-científico surgidas de la pericia forense, que pueden ayudar a la mejor comprensión de este asunto.
La hipótesis de la existencia de una operación militar con ese nombre se origina en las expresiones del coronel Alberto Ballestrino recogidas por Diego Achar en Secretos de la transición (Posdata, 26/1/1996), en un reportaje en el que vincula enterramientos clandestinos y árboles (plantados) encima para su ocultamiento. En una segunda etapa, más cerca del retorno a la democracia, la operación habría involucrado la búsqueda y destrucción de enterramientos clandestinos. Según el coronel, la operación se realizó entre el 1° de marzo de 1985 (fecha de la recuperación democrática) y el 22 de diciembre de 1986 (aprobación de la ley de caducidad) a pedido de algunos políticos. La operación habría involucrado el ocultamiento de la gente traída de Buenos Aires y luego la búsqueda de enterramientos en tanques de 200 litros. Los militares Gilberto Vázquez y Jorge Silveira señalan que fue a partir de 1984, bajo la dirección de Juan Pomoli y Alfredo Lamy, a pedido del general Washington Varela (Bleier, 2019). Los militares Ballestrino, Vázquez y Silveira, en diferentes circunstancias y escenarios, señalan que hubo modificaciones intencionales del paisaje y enterramientos en los batallones 13 y 14 que no pudieron ser encontrados (op. cit.).
En la Comisión para la Paz los militares señalaron que se trató de una operación de destrucción sistemática de los enterramientos clandestinos en vísperas del retorno a la democracia. El alcance de esta operación expuesto por los militares tenía la intención de seguir ocultando los restos y desalentar la búsqueda. Los hallazgos demostraron luego que tal extremo era falso, pues se localizaron los restos de personas reportados como destruidos. No obstante, y poco a poco, la investigación recuperó algunos elementos e indicios que dan verosimilitud a tal operación.
En este caso, como en otros, la construcción de conocimiento científico original precisa la elaboración de hipótesis de trabajo. Según Mario Bunge (2003), una hipótesis es un enunciado que permite proposiciones susceptibles de comprobación, tanto por medio de un razonamiento lógico como por medio de pruebas empíricas. Si bien una hipótesis es una presunción bien fundada, precisa establecer escenarios de validación y, sobre todo, el estatuto de la prueba a considerar con relación a cada problema. Los protocolos de la Cruz Roja y de la Comisión Internacional para las Personas Desaparecidas de la ex Yugoslavia, así como el propio protocolo uruguayo de búsqueda, reconocen el rol de la pericia arqueológica forense en la búsqueda y la exhumación de los restos esqueletizados, así como en la recuperación de evidencia criminal asociada.
La arqueología fue llamada a actuar en estos escenarios pues se especializa en reconstruir la conducta de gentes que no pudieron ser observadas. Se basa en el estudio exclusivo y riguroso de la cultura material, los vestigios, y su prioridad es establecer una relación causal entre la materialidad de los objetos y las huellas, y con las conductas humanas que las produjeron. Así, la excavación contemporánea del arqueólogo forense se transforma en “escena del crimen” y los elementos –y sus asociaciones funcionales y contextuales– en pruebas claves para demostrar un crimen y/o identificar un culpable. Los restos materiales en estos contextos judicializados tienen una virtud complementaria: resistir la manipulación ideológica (un orificio de bala, un proyectil, un objeto, etcétera).
Entendemos que la investigación realizada entre 2005 y 2014 por el Departamento de Arqueología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (GIAF/Udelar) recuperó información y constató hechos de diferente tipo y naturaleza, congruentes con actividades de búsqueda de enterramientos clandestinos con máquinas, recuperación de restos óseos, ocultamiento activo (forestación) y posible reenterramiento en los batallones 13 y 14 (López Mazz, 2006; 2020).
Testimonios orales
Entre 2005 y 2014 la Secretaría de Presidencia de la República recibió directamente testimonios orales sobre la Operación Zanahoria. Los testimonios recibidos por los sucesivos secretarios en algunos casos eran de primera mano y provenían de personal militar de diferente rango, directa o indirectamente involucrado. En los testimonios se describen el nombre de algunos responsables y la modalidad de trabajo. En 1984-1985 los propios militares tuvieron problemas para ubicar los enterramientos realizados diez o 12 años antes, por lo que realizaron importantes operativos a la luz del día con el empleo de máquinas del Batallón de Ingenieros, generando testigos oculares incidentales tanto en el Batallón 13 como en el 14.
Para el Batallón 14 los testimonios señalan el empleo de máquinas dentro del monte, con un “barreno” para la localización de los enterramientos, y luego el uso del “tacho” para retirar los restos. Para el Batallón 14 existe información de cuadrillas de jóvenes paracaidistas realizando tareas de búsqueda con pala manual cerca de la vía del tren. Otro testimonio sugiere que restos humanos recuperados se habrían acumulado en un vagón de tren que se ubicaba próximo a la entrada del Cortijo de Vidiella. Nada se sabe sobre su destino final. Los grandes movimientos de tierra del polígono de tiro del Batallón 14 realizados en el período llaman la atención.
En el Batallón 13 se identificó a los tres soldados que manejaron las máquinas que realizaron la operación (tal vez son los mismos que en el Batallón 14). Eran supervisados por oficiales que, una vez localizados, los enterramientos se encargaban de finalizar la tarea. Se pudo entrevistar a dos de ellos y uno reconoció haber participado. De su relato se desprende que “zanahorias” eran llamados los enterramientos en tanques de 200 litros que eran buscados. Existe el testimonio similar de un soldado que llevaba combustible a las máquinas. Coexisten relatos de vecinos de la zona que también describen actividades con máquinas y tanques de 200 litros. Existen versiones sobre el reenterramiento de restos humanos en construcciones ubicadas hacia el ángulo de Avenida de las Instrucciones y Casavalle. No obstante, las versiones más firmes sobre donde podrían haber sido reenterrados los restos apuntan a la zona llamada “la pera”, a un polvorín y al piso de un galpón señalado por un coronel jubilado; todos están ubicados en el terreno contiguo del Servicio Militar de Armamento.
El registro arqueológico
Lo que permitió realizar hallazgos fue la existencia de información testimonial. Los testimonios sobre localización fueron clave para la interpretación criminal, pero antes que nada señalaron un área donde poder físicamente realizar la búsqueda. Las áreas donde se orientaron las operaciones de búsqueda en general son señaladas de manera vaga e imprecisa, pero orientan el trabajo al lugar de los hechos.
El estudio de fotografía aérea reveló datos interesantes sobre la evolución de la forestación en los lugares señalados por los testigos en los batallones 13 y 14. En el Batallón 13 la forestación sistemática realizada en torno a la cancha de fútbol parecería estar vinculada al ocultamiento y a la desnaturalización del paisaje del predio (figura 1). En el Batallón 14, el área señalada por un informante como el lugar donde los militares buscaban cuerpos mostró una desforestación puntual entre 1984-1985. Dicha deforestación habría sido realizada por las máquinas en busca de los enterramientos (figura 2).
Luego de la primera aproximación con foto aérea a los lugares indicados por los testigos, se continuó con una segunda etapa de carácter intensivo con excavaciones. Estas excavaciones, que cubrieron extensas áreas de búsqueda, permitieron reconocer anomalías estratigráficas que indican intensos trabajos de remoción de tierra con alteración de la estructura original del suelo.
En el Batallón 13, en las zonas de enterramiento señaladas por testigos, se constató que había habido grandes movimientos de tierra. En esa misma zona se encontraron restos parciales pertenecientes a dos personas diferentes: un radio y un peroné (figura 3). Para un especialista forense del servicio público que analizó el radio, por sus dimensiones podría pertenecer a Elena Quinteros, la persona más menuda entre los desaparecidos. Del resto óseo no se pudo obtener material para el análisis genético, por lo que la hipótesis no pudo contrastarse. El peroné, perteneciente a otra persona, parece que nunca fue objeto de análisis genético (Nadal, 2022). Los restos de Fernando Miranda y Eduardo Bleier, que fueron ubicados completos (en posición primaria), están a proximidad del área alterada por las máquinas, lo que sugiere que no fueron localizados por los militares que los buscaron entre 1984 y 1985.
En el Batallón 14, la zona señalada por un testigo (aportado por la exsenadora Daniela Paysée) que vio las máquinas durante la Operación Zanahoria es coincidente con la deforestación constatada en las fotos aéreas de 1984-1985. Allí se encontró un área completamente alterada por importantes movimientos de tierra. Las características de las huellas registradas en los movimientos de tierra son absolutamente compatibles con las de las herramientas de las máquinas descritas por los testigos de la operación (“barreno” y “tacho”) (Figura 4). Al igual que en el Batallón 13, los hallazgos de los enterramientos completos de Julio Castro y Ricardo Blanco fueron ubicados contiguos al área alterada, lo que sugiere, una vez más, que no fueron localizados por los militares en su búsqueda durante 1984-1985.
Otras informaciones relevantes
Entre 1984 y 1985 se lleva a cabo un procedimiento por el cual los restos NN encontrados en las costas de Uruguay que se depositaron en los cementerios próximos fueron tirados en los osarios. Esta operación que ocurre en simultáneo en varios cementerios (Rocha, Maldonado, Carmelo, etcétera), separó las chapas con el número de ingreso de los restos óseos. Esto hace que la identificación de esos restos en los cementerios se vuelva bastante complicada. Estas actividades, que ocurren en la misma fecha que los trabajos de los militares en los cuarteles, tienen el mismo objetivo de impedir la localización y la identificación de los desaparecidos. A nuestro entender, hacen parte también de la Operación Zanahoria.
Por último, hay que señalar el no hallazgo de los restos de Alpino Vega, que estuvo enterrado junto a Ubagésner Chavez Sosa en la chacra de Pando por la Fuerza Aérea. En este caso es llamativa la anomalía bajo el piso del baño, donde habría estado su cuerpo enterrado. Un suboficial que estuvo de guardia en ese lugar señaló que fueron los oficiales quienes levantaron el piso de la cocina.
Conclusión
Los testimonios orales y las pruebas recogidas en el trabajo arqueológico se refuerzan mutuamente y son suficiente base empírica para considerar la Operación Zanahoria como un hecho constatado. A pesar de su diferente naturaleza y alcance heurístico, los testimonios orales y el registro arqueológico se complementan en una reciprocidad que fortalece el peso fáctico del conjunto de la evidencia.
Al mismo tiempo que discutimos la existencia de la Operación Zanahoria, surge una nueva hipótesis de trabajo que debe ser analizada: se trata de la negación de la Operación Zanahoria. Este negacionismo durante diez años evitó la discusión del tema. Pruebas contundentes como los dos restos óseos residuales provenientes de las zonas alteradas del Batallón 13 parecen haber sido ignorados u ocultados por los técnicos (ya que nunca se menciona su existencia). Por otro lado, la interpretación de los técnicos sobre las huellas de palas mecánicas en las zonas de búsqueda del Batallón de Artillería Antiaérea 1 está lejos de ser consistente y parece impregnada de este negacionismo. La Operación Zanahoria es una verdad incómoda, al extremo de que varios antropólogos fueron purgados del equipo oficial por sostenerla. No sabemos el alcance de esta operación, pero está claro que existen aún numerosos enterramientos clandestinos que buscar, entre ellos los pertenecientes a las personas trasladadas de Buenos Aires. Vale la pena aclarar (una vez más) que la existencia de esta operación en nada impide continuar la búsqueda, por eso resulta inconveniente su negación. Se ha dicho que la negación era una concesión política necesaria, pero ¿a quién y por qué? Esta concesión tiene el peligro de ocultar un hecho político e histórico contundente, que la existencia de la propia Operación Zanahoria demuestra. Se trata del pacto cívico-militar por el cual, según Gilberto Vázquez (Bleier, 2019,) los militares habrían limpiado y desnaturalizado el paisaje de los cuarteles por sugerencia de algunos políticos, frente a la eventualidad de no poder asegurar la prometida amnistía (encarnada luego en la ley de caducidad) típica de la justicia transicional de esa época. A la luz de esta situación, la concesión política de negar la Operación Zanahoria parecería más bien miopía política.
A la búsqueda de los desaparecidos le quedan muchos hallazgos aún por realizar. Pero al estudio de las especulaciones políticas en torno a la Operación Zanahoria le queda mucho paño por cortar.
Referencias
Pérez, M (2023). “No tenemos pruebas de la Operación Zanahoria”, Brecha, 5/1/2023.
Bunge, M (1979). ¿Qué es la ciencia? Eudeba, Buenos Aires.
Bleier, G (2019). “Detenidos desaparecidos. ¿Operación Zanahoria? Apuntes”, Posdata, “Secretos de dictadura”, 26/1/1996.
Nadal, O (2023). “Cuando los restos no están en su sitio. Fosas y restos aislados de víctimas sin identificar”. En Restos óseos humanos. ¿Cosas o personas?, JM López Mazz y E Anstett, eds. Udelar, CSIC. Montevideo.
López Mazz, JM (2006) (Coordinador). Investigación en búsqueda de detenidos desaparecidos. Informe de trabajos arqueológicos. Tomo III. Presidencia de la República. IMPO, Montevideo.
López Mazz, JM (2020). “Destruction de fosses clandestines et déplacement de morts à la fin de la dictature uruguayenne (1983-19985)”. En Ritualiser, Gerer, Pillier. Rencontres autour de re overtures de tombes et la manipulations d´ossements, A. Norteman et M Cerveil, eds. Pubication du GAAF N° 9, Reugny (Francia).