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El fascismo, el IAVA y una historia de los gremios estudiantiles

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En 1983, durante la lucha contra la dictadura, el Centro de Estudiantes de Derecho (CED) ganó espacios palmo a palmo en las aulas de facultad. El decano interventor de entonces era el Dr. Blas E. Rossi Masella, un italiano, profesor de Derecho Romano, que proclamó en sus clases, con orgullo y varias veces, que había sido camisa negra de Mussolini. El decano era fascista confeso y lo era desde siempre. Viejos abogados habían escuchado ese auto de fe que nosotros y otros también conocimos. Al fin y al cabo, Rossi Masella era claro. Sin tapujos ni falsas vestiduras decía lo que era y lo que pensaba y nosotros sabíamos contra quién estábamos luchando.

Un día de 1983 la movilización del CED logró entrevistarse con las autoridades de la dictadura en facultad y nos recibieron Rossi Masella y su principal asistente, Mariano Brito. Los estudiantes íbamos por todo y con todo; exigíamos un salón gremial, carteleras y poder hacer las asambleas en los salones. Rossi Masella a todo dijo que sí, con una sonrisa y de buena gana. “La facultad es para los estudiantes, ¿cómo no les vamos a dar un espacio?”, respondió derrochando simpatía. A los pocos días acondicionó un salón tipo buhardilla que nos entregó prolijamente arreglado y arrancamos las actividades gremiales sin la más mínima dificultad.

Los centros de estudio son para los estudiantes y los estudiantes tienen derecho a agremiarse y esos gremios son, además, parte de su formación ciudadana, más aún en secundaria.

Muchos no salíamos de nuestro asombro. Aquella delegación, donde recuerdo a Mario Romano, Felipe Michelini, Jorge Gandini, Tato Ameijeiras y quien escribe, sabíamos que todo respondía a que la dictadura estaba en sus fases finales y ya no valía la pena generar conflictos inútiles. Pero no deja de ser increíble que un fascista confeso haya sido no sólo atento, sino cumplidor.

Resulta que cuarenta años después las despistadas autoridades de la enseñanza, además del gobierno, pretenden quitarles espacios a los gremios estudiantiles y con argumentos propietaristas por lo menos insólitos. Los centros de estudio son para los estudiantes y los estudiantes tienen derecho a agremiarse y esos gremios son, además, parte de su formación ciudadana, más aún en secundaria. Eso es obvio en un régimen democrático, pero con dirigentes sensatos. Al final, Rossi Masella, aquel camisa negra de Mussolini, tuvo más sentido común que los mandamases de hoy.

Fernando López D’Alesandro es historiador.

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