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Sobre las primarias y la primera vuelta en Argentina

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No siempre una comparación simplificadora con el pasado es útil para entender una situación compleja en el presente. Este tipo de atajo sin matices es muy mal consejero para realizar cualquier análisis de la realidad política.

Según la Real Academia Española, la episteme es el conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas. Y por tanto, si se obvia este contexto, estaríamos cometiendo una suerte de epistemicidio a la hora de comprender un concepto, una idea o una herramienta.

En el caso argentino, con las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) que tendrán lugar el 13 de agosto, estaríamos cayendo precisamente en este tipo de error por querer compararlas “frívolamente” con lo que pasó en 2019.

Cada contexto es diferente

Así que de ninguna manera deberíamos afirmar que, como sí ocurriera hace cuatro años, las PASO 2023 fungirán como primera vuelta. En esta ocasión, esta elección primaria es una etapa previa a la primera vuelta y tendrá otro sentido.

Para defender esta tesis hay fundamentalmente dos razones de peso que tienen como factor común el alto grado de fragmentación política e incertidumbre que atraviesa el país.

En primer lugar, en esta cita electoral no hay dos opciones competitivas sino tres. En la última encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) (2.000 casos, presencial en todo el país) advertíamos que existía un empate técnico entre tres fuerzas políticas, que además experimentan estadíos y desafíos muy distintos entre sí. Seguramente, el electorado llegará a las PASO aún auscultando cada una de ellas, sin tener una opinión formada definitiva, y en consecuencia, no será hasta la primera vuelta real cuando vayan a votar en un modo más categórico.

En esta ocasión, las PASO sí que ostentan la función de elegir candidato al interior de Unión por la Patria (ex Frente de Todos) y Juntos por el Cambio.

En segundo lugar, en esta ocasión, las PASO sí que ostentan la función de elegir candidato al interior de Unión por la Patria (ex Frente de Todos) y Juntos por el Cambio. En 2019 no fue así porque no hubo alternativas al interior de cada espacio. Ahora sí las hay.

Y no sólo existen candidaturas diferentes, sino que también se observa un creciente grado de heterogeneidad, con fuertes tensiones y disputas internas.

Este rasgo de época en Argentina determina el carácter propio y genuino de estas PASO. La ciudadanía no pensará en la elección nacional hasta que se despejen las dudas al interior de cada bloque.

Justamente, esta falta de certezas, que acaece en la política y que también tiene lugar en la vida cotidiana en lo económico, marca un contexto determinante que condiciona las PASO de este año y no las hace comparables con las de 2019. En aquella ocasión, la contienda se circunscribía nítidamente a una confrontación de dos modelos, lo que hizo el macrismo y lo que podría hacer el kirchnerismo ampliado.

Nada que ver con lo que sucede hoy. Apareció Javier Milei, defendiendo un nuevo proyecto político. Al interior de Juntos por el Cambio se abren dos vías, la que tiende a ultraderechizarse y la que busca pescar en un centro inexistente. Por su parte, el radicalismo está envuelto en un mar de ambigüedades: el peronismo antikirchnerista sin saber cómo jugar. Y en el otro lado, lo que era el Frente de Todos buscando ordenarse sin Cristina como candidata pero sí como centralidad, con el massismo adentro sin estar claro cuál es su rol y con un sector peronista queriendo tener su propio lugar.

Alfredo Serrano Mancilla es director de Celag y doctor en Economía.

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