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Comunismo decrecentista o “después de mí, el diluvio”

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Sobre El capital en la era del Antropoceno*

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El filósofo japonés Kohei Saito (Tokio, 1987) publicó en 2018 el libro La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx. Como estudioso de la obra de Marx y participante en un proyecto de rescate de la obra inédita del barbudo pensador, revela que algunas de las ideas que se conciben como encadenadas al marxismo no lo son tanto si miramos al Marx de sus últimos años que se pone en cuestión a sí mismo. El saber común nos dice que el pensamiento marxista es eurocéntrico, optimista y determinista tecnológico, evolucionista. Como consecuencia, los asuntos ambientales quedaban fuera de la agenda de los seguidores de Marx, al considerar que el propio desarrollo de las fuerzas productivas llevaría por su propia dinámica a la superación del capitalismo, y los seres humanos lograrían armonizar su relación con la naturaleza en un mundo de abundancia. Pues parece que en los cuadernos inéditos de Marx surge con claridad la preocupación ambiental y la valoración de la diversidad de modos de producción y de organización de la propiedad de la tierra en los países no europeos.

En su segundo libro, El capital en la era del Antropoceno. Una llamada a liberar la imaginación para cambiar el sistema y frenar el cambio climático, Saito afirma la imposibilidad de armonizar el crecimiento económico con la solución de los graves problemas ambientales. “Socialismo o barbarie”, había advertido Rosa Luxemburgo; Walter Benjamin invitaba a aplicar el “freno de emergencia” para evitar la catástrofe. Saito parece hacerse eco de estas alarmas visionarias para llamar la atención sobre la gravedad de los riesgos que corre la humanidad, particularmente su porción más pobre.

Apoyándose en Marx, el autor explica el mecanismo de las llamadas transferencias mediante las que el capitalismo traslada e invisibiliza sus contradicciones y su inevitable efecto depredador. La transferencia tecnológica permite compensar parcialmente los daños ambientales mediante nuevas tecnologías, pero, a la larga, el daño vuelve a surgir por otro lado. La transferencia espacial, quizás la más evidente, consiste en trasladar los daños a otros puntos geográficos.

“La adopción de medidas contra el cambio climático en los países desarrollados está causando la explotación y el saqueo masivo de recursos naturales alternativos al petróleo en el Sur global. Sin embargo, este hecho también está invisibilizado por la transferencia espacial”, sostiene Saito. Aunque, justo es decirlo, también el Norte está sintiendo los efectos de la acción humana sobre la naturaleza, la transferencia espacial no funciona al cien por ciento.

La transferencia temporal, sintetizada en la irónica frase de Marx “después de mí, el diluvio”, está muy presente en los discursos ecologistas, pateamos la pelota para adelante y les dejamos el problema a nuestros nietos.

“Modo de vida imperial” llama Saito al “dominante en las sociedades del Norte global: un modelo basado en la producción y el consumo en masa. Se trata de un modelo que procura una vida próspera a quienes, como nosotros, vivimos en países desarrollados. Por eso, el modo de vida imperial se considera generalmente atractivo y deseable. Sin embargo, esto se sostiene sobre la existencia de una estructura de saqueo sistemático de las regiones y los grupos sociales del Sur global, a los que se les imponen los costes de nuestra vida opulenta”.

Los seres humanos somos responsables de poner en riesgo nuestra propia existencia sobre la Tierra y la de muchas otras especies, pero no todos en la misma medida: “El 10% más rico del mundo es responsable de la mitad de las emisiones totales de CO2 [...] el 50% más pobre apenas es responsable del 10% de las emisiones totales de CO2”, indica Saito. Estos números se invierten si los aplicamos a quienes sufren o van a sufrir las consecuencias en mayor medida. Estamos todos en el mismo barco, pero algunos encerrados en las bodegas y otros prontos para saltar a confortables botes salvavidas.

“Allí donde se puede lo que se quiere”, decía Dante para describir el Paraíso, y ese parece ser el lema de nuestro presente, la sociedad como un supermercado donde todo está al alcance de la mano... siempre y cuando tengas con qué pagarlo. A esta utopía capitalista del crecimiento infinito, de la innovación y el desarrollo tecnológico como patrón de conducta social que llevará a la solución de todos los problemas, el autor japonés opone otra utopía (o quizás no tanto) de superar el capitalismo mediante el freno al crecimiento económico y un cambio de paradigma en la propiedad y la distribución del trabajo y de la riqueza.

El modo de vida imperial se considera generalmente atractivo y deseable. Sin embargo, esto se sostiene sobre la existencia de una estructura de saqueo sistemático de las regiones y los grupos sociales del Sur global.

La crisis ambiental que ya es motivo de una desesperante preocupación en muchas personas ha generado reacciones desde el propio sistema productivo. El llamado “desarrollo sustentable” que propone, por ejemplo, la sustitución del uso de hidrocarburos por energías “verdes” es, según Kohei Saito, una estrategia completamente insuficiente y engañosa. El consumo de carbón y petróleo no ha parado de crecer; el uso de las baterías de litio genera problemas ambientales y sociales graves en los países extractores; la tecnología del hidrógeno, tan defendida como “limpia”, atenta contra el cuidado de las reservas de agua dulce y así, podríamos hacer una larga lista de tecnologías que siguen apostando al crecimiento de la economía y a una supuesta mejora ambiental, pero que, en definitiva, no son más que curitas en un miembro gangrenado.

El autor es contundente en su afirmación de que no hay posibilidad de solucionar esta crisis sin un cambio de sistema.

“Opio de los pueblos” llamó Marx a la religión, explicando el papel de consuelo que esta jugaba en la aceptación resignada de las miserables condiciones de vida que debían soportar los más explotados. Saito toma prestado el concepto y lo aplica a la nueva ética de cuidados ambientales que cunde entre las clases medias: usar bolsas reciclables, clasificar la basura, comprar productos orgánicos, cerrar la canilla al cepillarse los dientes, etcétera. Así consumimos con la conciencia tranquila mientras Elon Musk vuela en su jet privado, se incendian las islas griegas y los restos de plástico invaden los océanos.

La palabra “comunismo”, tras su recorrido como concepto político de un par de siglos, despierta pasiones y prejuicios cada vez que se usa. Su pariente, “socialismo”, resulta más digerible y es más fácilmente invitada a fiestas y reuniones; por eso mismo, quizás, su denotación es menos contundente. “Comunismo” y “comunista” cargan con la mochila de más de un siglo de experiencias históricas dolorosas y frustrantes para muchos. El Partido Comunista Chino lidera uno de los capitalismos más “exitosos” del mundo y el cubano, una experiencia que entusiasmó mucho a muchos y que ya hace tiempo que zozobra por todos los flancos.

Toda esta perorata viene a cuento porque puede llamar mucho la atención que Kohei Saito en su libro utilice la expresión “comunismo decrecentista” para sintetizar su propuesta de reemplazo del sistema capitalista. El autor parece querer recuperar el sentido original de “lo común”, que ha sido desplazado por lo privado en la economía de mercado.

Esta opción se enmarca en un abanico de cuatro alternativas que este joven japonés vislumbra para un futuro no muy lejano: “Maoísmo climático, Fascismo climático, Barbarie” o, la única aceptable y saludable para él: “Comunismo decrecentista”.

El libro no es un panfleto pero combina su análisis con propuestas y llamados a la acción: “Soy del todo consciente de que una visión de futuro que asuma un descenso del nivel de vida no es una opción políticamente atractiva. Pero ignorarla por problemática e insistir, en cambio, en el crecimiento económico verde para ganar elecciones porque suena mejor como eslogan político, no merece otro calificativo que el de ecoblanqueo disfrazado de consideración ambiental, por muy bienintencionado que sea”.

Contundente, polémico, discutible, estimulante para el pensamiento y la discusión, un libro ameno que vale la pena leer y comentar colectivamente. Esta reseña no agota sus múltiples facetas conceptuales, los lectores podrán descubrirlas por sí mismos, ya que el libro se consigue en Montevideo y es de lectura amena. Lo importante es que nuestro pensamiento sea más profundo y con la mira más alta que las plataformas electorales, limitadas por los marcos de lo aceptable. Quizás logremos que lo que no es aceptable hoy lo sea mañana.

Rafael Katzenstein es licenciado en Antropología Social y es profesor de Literatura jubilado.

(*): Kohei Saito, 2022, Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial.

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