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Los envases plásticos: un callejón sin salida

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En un proceso muy rápido en términos históricos, los plásticos han pasado de ser en el mundo una solución a muchos problemas, a transformarse en un inmenso flagelo ambiental.

Los polímeros, un material de bajo costo y sumamente dúctil, han permitido en el último siglo desplazar a materiales como el vidrio, la loza y los metales en la fabricación de innumerables productos y prácticamente en todas las ramas de la industria que se considere. La indumentaria, los caños, los muebles, los colchones, la vajilla, los aparatos eléctricos y electrónicos y partes y accesorios de todo tipo de vehículos pasaron a producirse usando diferentes plásticos, los que –en principio– son todos reciclables o valorizables. Un destaque especial en este proceso de sustitución, que se aceleró en las últimas tres décadas, lo generó la incorporación masiva al mercado de consumo de envases descartables, los que la industria llamó primero no retornables y en la actualidad se los designa como de un solo uso.

Los plásticos fueron para un grupo de multinacionales, fundamentalmente las de la alimentación y la bebida, una excelente oportunidad para el envasado de sus productos, ya que lograron abatir costos a tal punto de poderlos incluir sin mayor inconveniente en el precio al consumidor. A partir de ese momento las industrias comenzaron a no recibir más el envase vacío, abandonando el rellenado, ahorrándose así costos de transporte y lavado de botellas. En otras palabras, logró desentenderse de un problema, pudo externalizar costos, es decir, transferirlos a los servicios públicos de recolección, a la comunidad y al ambiente. Paralelamente, con fuertes campañas de marketing, fueron poco a poco “convenciendo” gobiernos, academia y multitudes de personas de que como se trata de materiales reciclables, entonces vale la pena y es posible recuperarlos para su reciclaje: basta con ser responsables, incorporar hábitos, tener educación.

Pero llegar a poder reciclar algo que se produce diariamente en cantidades exorbitantes, y que llega a los más recónditos lugares del mundo, es una tarea sumamente costosa e imposible de cumplir en términos mínimamente significativos. En Uruguay, por ejemplo, son mucho más de un millón de envases los que se vuelcan por día al mercado.

La decisión de un grupo de grandes industrias de envasar en botellas y otros plásticos descartables han metido al planeta en “un callejón sin salida” de donde no se podrá salir, lo que no quiere decir –vale aclararlo– que dentro de dicho callejón no sea posible desarrollar acciones que al menos reduzcan en ciertos espacios territoriales el impacto ambiental negativo que los plásticos de un solo uso producen.

Por iniciativa de la diputada del Frente Amplio Sylvia Ibarguren se desarchivó un proyecto de ley presentado en junio de 2022 tendiente a prohibir los productos plásticos de un solo uso cuando puedan ser sustituidos por material compostable o biodegradable. Como suele ocurrir cuando surgen este tipo de iniciativas legislativas, comienzan a operar los lobbies empresariales, en general con éxito en materia de envases, revirtiendo absolutamente lo planteado en un inicio por el legislador que lo presentó. Es esto al menos lo que demostró la realidad en los últimos 20 años en dos de los tres casos que refieren a leyes sobre residuos: la ley de envases, de noviembre de 2004, y la ley de bolsas plásticas, de julio de 2018. La tercera ley a la que nos referimos es la de gestión integral de residuos, de setiembre de 2019, que aún no ha sido reglamentada y parece definitivamente haber naufragado.

El sistema político de nuestro país está en deuda con la normativa sobre contaminación por plásticos descartables, que son muchísimos y en principio son reciclables.

El sistema político de nuestro país está en deuda con la normativa sobre contaminación por plásticos descartables, que son muchísimos y en principio son reciclables, pero finalmente no llegan a serlo, terminando como basura en calles, plazas, carreteras, cunetas, cursos de agua, etcétera, y, en el mejor de los casos, en un sitio de disposición final de residuos; en nuestro país, la gran mayoría de ellos son vertederos a cielo abierto o con serios problemas de funcionamiento. Más allá de logos y especificaciones que señalan la reciclabilidad de un material, lo que ocurre es que sólo un porcentaje menor de lo clasificado reciclable es finalmente reciclado (valorizado).

¿Cuáles son algunos de estos plásticos reciclables que terminan en la basura? Muchísimos, por ejemplo: casi todos los envases de los productos lácteos, incluso la bolsa de leche; las bolsas de fideos y de snacks; los sachets de mayonesa, kétchup y sopas instantáneas; las botellas y frascos de diversos artículos de limpieza y perfumería. Un capítulo aparte merecen las bandejitas de poliestireno expandido, conocidas por todos como de “espuma plast”, usadas masivamente por diversos comercios para el envasado de frutas, verduras, carnes, comidas preparadas, pastas y postres. Por decreto, estas deberían prohibirse.

¿Por dónde deberían ir las propuestas que nos permitan revertir esta situación? Lo primero es aprobar una nueva normativa de alcance nacional que ponga freno a ciertos descartables y exija a los industriales e importadores generadores responsables del residuo el cumplimiento de condiciones acordes a la dimensión del problema que han generado. Las tres leyes vigentes mencionadas al inicio sobre envases plásticos han demostrado ser ineficaces. Difícilmente la ley desarchivada en esta legislatura tenga mejor suerte.

En segundo lugar, elaborar un plan nacional de residuos que efectivamente respalde el trabajo de las intendencias, porque el que existe, por más que así se le denomine, no es más que una serie de objetivos generales con metas incumplibles.

En tercer lugar, desestimular mediante mecanismos fiscales la producción e importación de algunos plásticos descartables.

En cuarto lugar, evaluar todas las iniciativas existentes de reciclaje, para determinar la relación costo/beneficio de cada una de ellas, cuidando de no caer en proyectos de reciclaje sin un estudio previo serio, que garantice que vamos a recuperar residuos que tienen un mercado que los valorice y que se haga a través de circuitos limpios, eficientes, seguros, inclusivos y solidarios.

Jorge Solari es edil departamental de Montevideo por El Abrazo 949, Frente Amplio.

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