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Marcela Schenck (archivo, noviembre de 2021).

Foto: Alessandro Maradei

El futuro de la participación política en tiempos difíciles para la democracia

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Politólogos y columnistas de la sección de opinión de la diaria reflexionaron sobre la acción colectiva, las tecnologías digitales y la emergencia de las nuevas derechas.

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Leído por Ailín Curbelo.
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¿Cómo nos imaginamos que será la participación política en un futuro? Con esa pregunta como eje, y con la consigna de imaginar escenarios optimistas y pesimistas, la diaria invitó el jueves 27 de octubre a los politólogos Verónica Pérez, Camilo López, Rafael Piñeiro y Marcela Schenck, y a los columnistas de la sección Posturas de la diaria, a una actividad de intercambio y proyección en el marco del Día del Futuro.

Uno de los temas de conversación fue la calidad de la participación. Pérez advirtió que si la participación no es diversa, “a la larga puede trasladarse en descrédito hacia la política, hacia los partidos, redundando eventualmente en crisis democráticas”. Agregó que en el “estado de naturaleza”, sin intervenciones, quienes participan son los que pertenecen a sectores privilegiados: hombres blancos, de alto nivel educativo y de altos ingresos.

Piñeiro advirtió que la participación mediada por las nuevas tecnologías no es equivalente a la acción colectiva. Comentó que existe una creencia de que las nuevas tecnologías cambian la acción colectiva para bien, al eliminar las jerarquías y personalizar la participación. En cambio, evaluó que esto trae aparejado algunos problemas, por ejemplo, la disociación de la capacidad de movilización de la capacidad política: los movimientos convocados en torno a las nuevas tecnologías “pueden poner procesos políticos en funcionamiento pero luego son incapaces de liderarlos, y los que terminan incidiendo son los que tienen las capacidades que esos movimientos no pudieron desarrollar”.

Por su parte, López y Schenck se refirieron a la acción de las nuevas derechas. López señaló que estas proponen “retroutopías o arcadias”: la vuelta a un pasado donde había orden, autoridad y una desigualdad natural: “Se imaginan un mundo con empresas, iglesia y familia”, sin intervención del Estado. A estas nuevas derechas las agrupa una discusión antiglobalización y capitalizan la insatisfacción generada por un sistema capitalista cada vez más digitalizado, financiero y transnacionalizado.

López aseguró que existe un “internacionalismo reaccionario: esas derechas tienen redes de actores que convergen y que en algunos casos coordinan y cooperan”. Puso como ejemplo votaciones conjuntas de estos grupos en Naciones Unidas en temas de ambiente, salud y género, con posturas que reaccionan contra normas y valores que tienen que ver con el mundo multicultural y global.

Schenck señaló que estas derechas disputan lo político en “un sentido amplio, que trasciende el ámbito político partidario y busca ganar el sentido común”. “Buscan quebrar consensos sobre cómo se interpretan los problemas públicos, entendiendo que hay desigualdades justas. Buscan capitalizar el enojo y multiplicarlo, buscan leer el espacio público desde una perspectiva moralizante que nos trae la paradoja de despolitizar a la propia política recortando su espacio, diciendo que hay temas que no le competen”, apuntó. Añadió que no se trata simplemente de reacción sino de “producción política” que logra “volver atractivo el statu quo” y unificar bajo un lenguaje común a un universo muy amplio de actores conservadores.

Schenck alertó que hoy “está en problemas la democracia más minimalista, la procedimental, pero también las bases sustantivas que hacen a la construcción de subjetividad democrática”. Mencionó como indicadores de esta situación el crecimiento del apoyo a los autoritarismos y la “polarización tóxica, en la que se debilita el aspecto deliberativo de la democracia”. “Frente a esto, tenemos dos salidas: más o menos democracia”, advirtió la politóloga.

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