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Gabriel Tenenbaum y Jorge Díaz en la actividad "Crimen organizado y lavado de activos en Uruguay", en el marco del Día del Futuro, en la diaria (14.11.2022).

Foto: Alessandro Maradei

Jorge Díaz: “Los uruguayos tenemos una visión autocomplaciente” que “nos hace creer que somos una excepción en América Latina” cuando “no es así”

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“Es cierto que tenemos una legislación antilavado razonablemente buena según los estándares internacionales”, pero también una legislación “razonablemente espantosa” en materia de “corrupción” y de “cibercrimen”, agregó el ex fiscal de Corte.

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Leído por Ailín Curbelo.
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“Crimen organizado y lavado de activos en Uruguay” fue la temática de una nueva actividad del Día del Futuro que se realizó el lunes en la diaria lab. Los expositores invitados para dialogar sobre el tema fueron el ex fiscal de Corte y ex juez de crimen organizado Jorge Díaz y el sociólogo y profesor de la Universidad de la República Gabriel Tenenbaum, que comenzaron el intercambio coincidiendo en que hay una presencia mucho más fuerte del crimen organizado en Uruguay, y que en el caso del narcotráfico se distingue a partir de un aumento de la violencia que “antes no se veía en el país”.

Díaz señaló que la tasa de homicidios de Montevideo y el área metropolitana es muy superior que en el resto del país y que la ciudad tiene un fenómeno particular: del lado sur hay una tasa de homicidios similar a la de un país “muy civilizado”, pero en el oeste “hay una tasa de homicidios superior a algunas ciudades colombianas emblemáticas”.

En ese sentido, apuntó que se está haciendo costumbre que “llegue gente mutilada a la fiscalía” y que las mutilaciones son una de las formas en que opera el narcotráfico como represalia. Explicó que son delitos muy difíciles de investigar porque “por lo general la gente no habla, no hay testigos y las escenas se contaminan rápidamente, a veces la Policía tiene dificultades para asegurar el lugar”.

Para Tenenbaum, las masculinidades hegemónicas son un factor a tener en cuenta en los delitos que cometen personas vinculadas al narcotráfico. Planteó que “mueren varones jóvenes a manos de otros varones jóvenes” y que al ir a los barrios donde se cometieron esos crímenes, “muchas veces los familiares nos decían que ellos se metían en esas actividades porque no les importaba su vida”. Sin embargo, comentó que su conclusión era contraria a ese planteo: indicó que “realizaban esas actividades porque les importaba su vida” y que su intención “era demostrar su masculinidad ante sus pares con el ejercicio de la violencia”.

El sociólogo distinguió que el crimen organizado se puede dividir en dos categorías, los delitos de los débiles y los de los poderosos, y apuntó que Uruguay tiene una desigualdad en la “distribución de las vigilancias” y el tipo y la duración de las penas, en función de los tipos de delitos: “Eso interpela a los creadores de las normas y a los intereses y poderes que están por detrás”.

Explicó que “en el delito de los débiles están los descartables, los fácilmente sustituibles en el mercado de las drogas ilegales”, mientras que en los de los poderosos “se puede pensar que los gobiernos intentan no meterse de lleno con ellos” porque “llevar adelante un mayor control puede hacer que huya el capital legal”, que es el que le interesa que llegue al país.

Señaló que no se hacen operativos contra el lavado de dinero y apuntó que cree que “hay miedo” de realizarlos por el peso que puede tener esa actividad ilegal en el producto interno bruto (PIB) del país. Contó que hay estimaciones que apuntan que el lavado de dinero representa entre 2,5% y 5% del PIB mundial anual, lo que definió como “una torta de dinero”: “Entonces, ¿cuánto representa en Uruguay llevar una vigilancia y un control duro sobre el lavado de dinero?, ¿cuánto pierde el sistema financiero?”.

Ambos concordaron que cuando se habla de lavado de dinero no solo está incluido el narcotráfico; Diaz apuntó que también están incluidos “delitos informáticos, la protección de la propiedad intelectual y la corrupción”, y que esas actividades ilícitas “dejan mucho dinero”.

Tenenbaum añadió que la experiencia internacional está “plagada” de casos que muestran que para que funcionen los actores ilícitos, son necesarios los legales, y que en el caso del lavado de activos eso es clarísimo porque se necesita legalizar el dinero obtenido por fuentes ilegales: “Entender eso ayuda a sacarle la figura de ‘ogro’ que puede estar detrás de quien se dedica a estas cuestiones, porque también hay gente que usa saco y corbata”, planteó.

El sociólogo comentó que muchas veces el lavado de dinero se puede ver en el desarrollo de balnearios; en ese sentido, apuntó que “de Punta del Este se habla muy poco” y que dentro de una dinámica “tan limitada” en el país y en los departamentos en cuanto a recursos, se necesita que “el dinero entre de afuera, y si querés que entre, tenés que preguntar poco”.

El diálogo también pasó por las nuevas formas de cometer este tipo de delitos. Según Tenembaum, “el desafío está puesto en los ciberdelitos y específicamente en las criptomonedas”, que “es una de las grandes nuevas dimensiones para el lavado de dinero”. Diaz agregó que “los delitos con mayor dañosidad que se cometen en el país son por internet”.

Para el exfiscal, “los uruguayos tenemos una visión autocomplaciente cuando nos analizamos” y eso “nos hace creer que somos una excepción en América Latina”; por eso consideró necesario demostrar que “no es así”.

Agregó que “es cierto que tenemos una legislación antilavado razonablemente buena según los estándares internacionales”, pero también una legislación “razonablemente espantosa” en materia de “corrupción” y de “cibercrimen”. Reconoció que hubo una evolución histórica en la legislación “tímida” que comenzó en 2004 e indicó que durante los 15 años del gobierno del Frente Amplio se “avanzó muchísimo”.

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