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Elecciones de 2019 podrían indicar un “cambio sistémico” en la política uruguaya

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Académicos señalan una mayor fragmentación de partidos y candidatos, más volatilidad y una “creciente incidencia de los vínculos personalistas” en desmedro de los “programáticos”

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Leído por Mathías Buela.
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“¿Vos sabés quién es Juan Sartori?”. La frase, pronunciada por distintas personas en un video que circuló en redes sociales en noviembre de 2018, introdujo al empresario, exitoso outsider que llegó a superar en la interna nacionalista a Jorge Larrañaga y ganó una banca en el Senado en octubre de 2019. Por esa misma fecha, también lograba ingresar al Parlamento otro candidato sin un pasado como integrante del sistema político: el ex comandante en jefe del Ejército Guido Manini Ríos, líder de Cabildo Abierto (CA). Estas fueron sólo dos de las múltiples novedades que acarreó el último ciclo electoral en Uruguay, y que son analizadas a fondo en el libro De la estabilidad al equilibrio inestable: elecciones y comportamiento electoral en Uruguay 2019, publicado por el Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, con Juan Andrés Moraes y Verónica Pérez como editores.

Por momentos, el libro, compuesto por artículos de autores diversos, se interroga si estamos ante el “punto de partida de una reconfiguración del sistema de partidos uruguayo” o ante una situación transitoria y excepcional, y por momentos afirma más categóricamente que sí existen “indicios de un cambio sistémico luego de más de veinte años de equilibrio en el sistema de partidos”.

Hay tres elementos que caracterizaron las elecciones de 2019: alta volatilidad (una importante porción de la población cambió de partido respecto de su voto en elecciones anteriores), fragmentación del sistema de partidos, y personalización de la política.

En el artículo “Las elecciones de 2019: ¿continuidad o desalineamiento? Un repaso a la evolución de la fragmentación partidaria y la volatilidad electoral”, Daniel Buquet y Jaime Yaffé sostienen que el último ciclo electoral generó “un pico de volatilidad y un récord de fragmentación”. Las 130 bancas en disputa quedaron distribuidas entre siete de los once partidos que se presentaron a las elecciones, el mayor número de partidos con representación parlamentaria que se haya registrado en la historia electoral uruguaya desde 1942 hasta hoy. Tres partidos no consolidados accedieron al Parlamento: CA, el Partido Ecologista Radical Intransigente y el Partido de la Gente. Además, se conformó la coalición de gobierno “más fragmentada y heterogénea en la historia del país”. De todas formas, indican los autores, se mantiene una dinámica de competencia entre bloques, una bipolaridad “fuertemente apoyada en la dimensión ideológica”.

Por su parte, Diego Luján, en el artículo “Oferta electoral y elecciones presidenciales en Uruguay 2019: fragmentación, nuevos partidos y avance del personalismo”, analiza los cambios en la oferta de partidos y candidatos en las elecciones presidenciales, y concluye que estos responden principalmente a dos factores. El primero es el “carácter permeable de los procesos de nominación de candidatos presidenciales de los partidos uruguayos, que ha incentivado, o al menos no ha constreñido, a políticos individuales a disputar la nominación dentro de dichos partidos”. Esto ha dado lugar al mayor número total de precandidatos desde que se utiliza el mecanismo de primarias para la nominación del candidato único por partido, inaugurado en 1999. El segundo factor, continúa Luján, es “un cambio en la composición de los vínculos entre políticos y votantes, con una creciente incidencia de los vínculos personalistas en desmedro de los vínculos programáticos”. Para sostener esto último toma en cuenta diversos indicadores.

En primer lugar, hay pocas diferencias programáticas entre los principales partidos que disputaron las elecciones. Luján advierte que esto no significa que los partidos no sean distintos, sino que esto no se refleja de manera acentuada en sus programas. En segundo lugar, el esfuerzo de los principales candidatos por diferenciarse ideológicamente “parece haber decrecido, a la vez que han reducido la intensidad y el contenido ideológico en sus apelaciones. En cambio, las características personales de los candidatos han pasado a ocupar un rol central en los esfuerzos de movilización y persuasión del electorado”.

En tercer lugar, Luján menciona la pérdida progresiva de identificación y de confianza en los partidos políticos en Uruguay. En 2019, sólo 47% de la población se sentía identificada con un partido político. “Si bien a nivel comparado estos niveles de partidismo son altos, en la trayectoria uruguaya constituyen un límite para las estrategias basadas en los partidos, pues al menos la mitad del electorado no se siente identificado con ninguno de los partidos existentes”, advierte el académico. “Además, el nivel de confianza del electorado en los partidos se encuentra en los niveles más bajos desde que existen mediciones sistemáticas, sólo comparable con los registros de los años 2002 y 2003, años de profunda crisis social y económica”, añade.

Finalmente, cuando se analiza la principal motivación para el voto de la población, se constata que el candidato tiene un peso mayor que el partido. Con excepción del Frente Amplio, entre los cuatro partidos más votados en 2019 el candidato presidencial fue el principal factor determinante del voto, y en particular dentro de CA, “la figura de Manini Ríos parece haber sido casi el único factor relevante para sus votantes”.

Cabildo Abierto: la novedad

Varios de los artículos del libro se detienen en la emergencia de CA. Uno de ellos profundiza en las raíces militares de este partido y analiza el perfil socioeconómico y educativo de sus votantes, más bajo que el del promedio del país. Se constata una relación entre la concentración de militares en territorio y el desempeño electoral de CA, así como que hay un vínculo entre los votos observados (con fuerte preeminencia de militares) y el apoyo a ese partido.

Otro artículo se detiene en el trasiego de votantes frenteamplistas hacia el nuevo sector liderado por Manini Ríos, y viceversa. CA fue el partido de la coalición oficialista del que más pudo captar votantes el Frente Amplio en el balotaje de noviembre: entre 25% y 27% del apoyo a Daniel Martínez provino de esas filas. En cambio, “no hay sustento empírico” para decir que hubo un vuelco del “voto batllista o talvista” hacia el FA en noviembre, afirman Nicolás Schmidt y Rafael Porzecanski en el artículo “La pecera rebelde: explicando el trasiego de votos de octubre a noviembre”.

Hay otros fenómenos propios de nuestro tiempo que son analizados en detalle en el libro, como los niveles crecientes de polarización en la política uruguaya. También se destaca la situación preocupante en términos de género: se mantuvo la históricamente baja participación de mujeres en la política uruguaya, según analizan Gimena Albarenga, Santiago Acuña y Verónica Pérez en el artículo “Las mujeres en las elecciones nacionales 2019”. La fragmentación partidaria ya señalada se constituyó en un obstáculo más para debilitar la ya menguada elección de mujeres en cargos de representación, ya que dificulta la efectiva aplicación de la ley de cuotas.

Finalmente, se ensayan diversas explicaciones de la derrota del FA en 2019 fundadas en variables asociadas con el territorio, el ingreso, la escolaridad y los niveles de inseguridad.

De la estabilidad al equilibrio inestable: elecciones y comportamiento electoral en Uruguay 2019. Juan A Moraes y Verónica Pérez. Bentancur (editores). Facultad de Ciencias Sociales. $690.

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