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Grabado del siglo XIX.

1723: Cuando el arribo de un barco esclavista aceleró la fundación de Montevideo

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La historia de la trata de varones, mujeres y niños africanos se remonta a la ocupación española y portuguesa del Río de la Plata.

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Leído por Mathías Buela.
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El tráfico de varones, mujeres y niños africanos, la trata esclavista, dio forma al primer siglo de Montevideo. Es necesario señalar esto cuando comienzan las conmemoraciones por los trescientos años de la ciudad. No obstante, la historia de la trata esclavista en Uruguay no se inició con la fundación de Montevideo, sino que se relaciona con la historia previa de la ocupación española y portuguesa del Río de la Plata, y con las redes comerciales de tráfico esclavista que atravesaron Hispanoamérica durante el periodo colonial, cuando el Río de la Plata se convirtió en una región intermediaria en este comercio horroroso, que traía cautivos desde África y Brasil, para llevarlos forzadamente hacia Chile, Paraguay, y fundamentalmente a Perú y Bolivia.

Antes de que los europeos fundaran asentamientos permanentes en Uruguay, algunos africanos esclavizados probablemente llegaron a este territorio a fines del siglo XVI, luego de la fundación de Buenos Aires como puerto colonial español en 1580. La mayoría de los barcos, no sólo los navíos esclavistas, utilizaban la Bahía de Montevideo y la Isla San Gabriel frente a Colonia del Sacramento (antes de la fundación de ambas ciudades) como lugares de desembarque forzoso en caso de averías, y para subir a bordo agua y alimentos cuando escaseaban las provisiones. Durante la muy activa trata de esclavos hacia Buenos Aires a principios del siglo XVII, es posible que algunos barcos se detuvieran en la Isla San Gabriel para evitar ser detectados por las autoridades españolas, para traer cautivos a Buenos Aires evadiendo los impuestos y prohibiciones coloniales. Todo esto llevó a que cautivos africanos llegaran en forma intermitente y pasajera a las costas de la Banda Oriental, creando también interacciones entre ellos y las comunidades indígenas.

Un naufragio veinte años antes de la fundación de Montevideo ejemplifica este trasiego de africanos esclavizados en las costas orientales, ocurrido al inicio del contrato entre la corona española y la Compañía de Guinea, radicada en Francia, para llevar esclavos a Hispanoamérica. En 1704 el navío francés Notre Dame de l'Épine embarcó esclavos en la Isla del Príncipe en el Golfo de Guinea, quienes inicialmente habían sido conducidos forzadamente desde Cabinda (Angola), para llevarlos a Buenos Aires. Tras cruzar el Atlántico a la altura de la Bahía de Todos los Santos, en Brasil, el barco siguió hacia el sur para no perder la entrada al Río de la Plata, lo que probablemente lo llevó a encallar en las rocas de Castillos, en Rocha. El capitán Luis Correau, diez tripulantes, y algo más de sesenta hombres y mujeres esclavizadas recorrieron caminando la costa desde Castillos hasta Colonia, de más de 400 kilómetros. En el trayecto se encontraron con un grupo de portugueses e indígenas que habían desertado de Colonia (entonces un puerto portugués), y que estaban transitando en sentido contrario hacia Brasil. Ellos les indicaron el camino hacia Colonia. Los africanos y franceses finalmente llegaron a Colonia, desde donde una lancha transportó 48 cautivos a Buenos Aires. Otros trece africanos habían quedado en el paraje de Rosario (Departamento de Colonia), debido a su agotamiento extremo, lo que llevó al capitán a dejarlos allí para su recuperación. Tras los horrores del cruce oceánico en un barco esclavista, estos africanos tuvieron que continuar un recorrido extenuante, en condiciones que perpetuaban la falta de alimento, la acción de las enfermedades, y la violencia a la que estaban sujetos.

La historia del Notre Dame de l'Épine también sirve para ilustrar que la primera población negra que vivió en forma permanente en un asentamiento colonial europeo en Uruguay habitó Colonia del Sacramento, bajo el dominio portugués entre 1680 y 1777. En las décadas previas a la fundación de Montevideo, Colonia tenía una población estable de ascendencia africana, libre y esclavizada, como también una población flotante de cautivos debido a la trata esclavista hacia Buenos Aires, que era una de las principales actividades de Colonia durante su existencia como puerto portugués.

Los capitanes de barcos franceses, y luego los ingleses de la Compañía de los Mares del Sur, que traían esclavos a Buenos Aires en las dos décadas anteriores a la fundación de Montevideo, no sólo utilizaban su bahía para embarcar agua y víveres. Desde la Bahía de Montevideo, enviaban una lancha a Buenos Aires para pedir la venida del práctico del puerto, quien se encargaba de guiar el barco desde Montevideo, evadiendo los peligrosos bancos de arena que lo podían hacer encallar, hasta Buenos Aires. La bahía de Montevideo constituía una parada casi forzosa para los capitanes de barcos esclavistas ingleses, aunque otros anclaban ilegalmente en Colonia del Sacramento, para cargar contrabando que luego vendían en Buenos Aires.

Este cruce del Río de la Plata también ocurría en sentido inverso. Luego de que los esclavos eran desembarcados en Buenos Aires, el capitán del navío embarcaba plata, cueros y otros productos de la región para llevarlos a España o Inglaterra, por lo que necesitaba nuevamente del práctico del puerto para cruzar el río hasta Montevideo. Dada la importancia de la Bahía de Montevideo para la navegación rioplatense, no es de extrañar que hubiese planes tanto españoles como portugueses para fundar una ciudad en ese paraje desde fines del siglo XVII, que se aceleraron en la década de 1720. Fue en este ir y venir de barcos esclavistas que las autoridades españolas de Buenos Aires se enteraron de la fundación portuguesa de Montevideo hace trescientos años.

La Compañía de los Mares del Sur, inglesa, condujo africanos esclavizados a las colonias españolas entre 1713 y 1739. El barco King William, propiedad de esta compañía, zarpó de Londres el 16 de julio de 1722, al mando de William Hamilton y con una tripulación de 60 hombres, que era un número mayor de marinería que un navío comercial, pues este era un barco esclavista, que requería una tripulación mayor para someter a los cautivos africanos. Hamilton llegó a Loango, hoy en la República del Congo, en setiembre, y comenzó a embarcar cautivos, probablemente más de 600. Luego de pasar por Montevideo, el navío King William llegó a Buenos Aires el 16 de marzo de 1723, con 557 africanos que habían sobrevivido el cruce oceánico. La muerte continuó, pues al menos 19 fallecieron en la ciudad.

Tal vez para la mayoría de los 357 varones y 198 mujeres aún con vida, Buenos Aires no era su destino final. De los 835 africanos esclavizados que llegaron ese año en el King William y en otro barco, que mencionamos a continuación, 230 fueron conducidos a Chile (seguramente para seguir hacia Lima para ser vendidos allí), 425 fueron llevados al Alto Perú (hoy Bolivia para ser vendidos seguramente en el centro minero de Potosí), y cinco fueron vendidos en Santa Fe, Argentina.

El 5 de noviembre de 1723, el capitán del barco King William pagó los impuestos de salida luego de embarcar 15.442 cueros vacunos y 20 tercios de yerba de Paraguay, para llevarlos a Inglaterra. Seguramente cargó plata de contrabando. El barco zarpó de Buenos Aires con el práctico Pedro Gonardo, que lo condujo hasta Montevideo. Gonardo retornó rápidamente a Buenos Aires el 1 de diciembre, con noticias para el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala. En la Bahía de Montevideo Gonardo avistó un navío de guerra portugués y otros tres transportes. En la península (hoy Ciudad Vieja), un grupo de 300 portugueses había levantado 18 toldos y estaban construyendo un fuerte, reclamando el sitio y el puerto para Portugal. El trazado de este fuerte aún hoy es visible pues es, aproximadamente, la cuadra de la Plaza Zabala, girada en un ángulo diferente al resto del damero de las calles de Ciudad Vieja.

Zabala ordenó el armamento de barcos y tropa para desalojar a los portugueses y realizar la fundación española de Montevideo. Pero no había muchos barcos en Buenos Aires, porque el comercio estaba restringido a navíos de registro que venían con permisos especiales desde España. Buenos Aires no era un puerto abierto al comercio español de flotas. La llegada de estos navíos de registro era infrecuente, pues al parecer, ninguno había arribado a Buenos Aires entre 1721 y 1727, lo que explica el intenso contrabando con los portugueses de Colonia.

“Navio negreiro”, de Johann Moritz Rugendas.

El Gobernador de Buenos Aires consiguió cuatro barcos, la capitana y la almiranta, que eran navíos de guerra para la defensa de la ciudad, un patache (una embarcación menor), y un barco esclavista inglés, no sin la resistencia de los representantes de la Compañía de los Mares del Sur. Aparte del King William, otro navío esclavista participó de la fundación de Montevideo, el Saint Quintín, que había llegado después del King William a Buenos Aires en julio de 1723, procedente de Cabinda (en Angola) con 299 cautivos, entre ellos tres bebés de pecho.

Zabala organizó una fuerza compuesta de algo más de 500 hombres para desalojar a los portugueses, quienes en verdad se fueron de Montevideo antes de la partida de este contingente, debido a las noticias que les habían llegado desde Colonia sobre la organización de esta tropa. Los cuatro barcos con los hombres y pertrechos cruzaron el río desde Buenos Aires el 20 de enero de 1724. Zabala sólo retornaría a Buenos Aires en abril, luego de la llegada de 1.000 indígenas Tapes, aliados de los españoles, que iniciaron la construcción de baterías de defensa de Montevideo en las esquinas de la península (Ciudad Vieja) y el fuerte en su centro. La guarnición española de Montevideo era algo superior a cien españoles, por lo que los Tapes estaban armados para su defensa. Prueba de que el barco esclavista Saint Quintín había participado de estas operaciones es que partió del Río de la Plata luego de tres meses del retorno de Zabala a Buenos Aires, zarpando hacia Londres el 30 de junio de 1724.

Este relato no sólo vincula el tráfico esclavista a la fundación de Montevideo, sino que también muestra la importancia de la trata en general, pues los navíos del asiento eran los únicos que habían llegado a Buenos Aires en 1723, lo que explica que Zabala tuviera que armar uno de estos barcos esclavistas para auxiliar al traslado del contingente que ocuparía Montevideo.

La historia que siguió es más conocida. A partir del contrato entre la corona española y los comerciantes Francisco de Alzáibar y Cristóbal de Urquijo hacia fines de 1724, Alzáibar condujo colonos de las Islas Canarias en los años siguientes para poblar Montevideo. Menos conocido es que Alzáibar, convertido en el mayor propietario ganadero de la Banda Oriental, consideró que la salida de cueros vacunos en los navíos esclavistas ingleses que retornaban a Europa era la única actividad de intercambio atlántico posible para la naciente ciudad. Alzáibar escribió a la corona en 1736, para conseguir permiso para la venta de los cueros en Montevideo a los navíos esclavistas ingleses. Los vecinos de Montevideo ya estaban vendiendo de contrabando estos cueros a los portugueses de Colonia, por lo que embarcarlos en los barcos esclavistas cortaría esa venta ilegal, crearía un comercio beneficioso para la ciudad, y generaría ingresos para el gobierno de Montevideo colonial.

Es difícil conocer más sobre los cautivos africanos y sus acciones a través de las fuentes históricas que refieren a la fundación de Montevideo. No obstante, durante el período de auge de este comercio horrible hacia el Río de la Plata, entre 1780 y 1810, es posible saber más sobre sus acciones de resistencia. Las rebeliones de africanos en barcos esclavistas ocurrían, en general, durante e inmediatamente después del embarque o cerca del arribo. Los cautivos comúnmente se rebelaban cuando aún tenían la costa africana a la vista, o cuando se acercaban al lugar de desembarco. Cuando el hogar de los esclavizados y el puerto desde donde eran embarcados en África no estaban lejos entre sí, como ocurría en el Río Senegal, localizado entre los actuales países de Senegal y Mauritania, los cautivos al parecer tenían más esperanzas de escapar para volver a sus hogares. Esto determinaba que las rebeliones en barcos esclavistas ocurrieran con mayor frecuencia en algunas regiones africanas, como Senegal, que en otras.

El relato de, tal vez, la revuelta más exitosa en un barco esclavista en la historia de este tráfico, la del navío San Juan Nepomuceno, conecta Montevideo y Senegal, pero de una forma contraria al sentido común, pues los esclavizados fueron embarcados en Montevideo y lograron liberarse para navegar a Senegal. En su libro The Empire of Neccesity, Greg Grandin describió la revuelta del barco San Juan Nepomuceno, que era un navío que hacía el comercio entre Montevideo y Lima, a través del Estrecho de Magallanes. En lo que se convertiría en su última salida del Río de la Plata rumbo al Perú, hacia fines del año 1800, este buque transportaba 90 tripulantes y cerca de 70 africanos esclavizados, además de mercancías europeas como vestimenta. Este no era un barco especializado en la trata, sino de comercio regular que también conducía cautivos, por lo que seguramente carecía de alguna de las medidas de seguridad de la trata esclavista, como la separación de varones y mujeres en bodegas, un muro de contención armado en la cubierta, o el encadenamiento de los varones en la bodega, entre otras disposiciones. Probablemente el hecho de que la tripulación era numerosa y que el barco era grande (transportaba mil toneladas) les dio una falsa sensación de seguridad a los españoles.

Según los tripulantes que sobrevivieron, la revuelta se produjo una semana después de que el barco zarpara de Montevideo, cuando bordeaba el litoral patagónico. Antonio, un carpintero esclavizado de unos treinta años que había vivido en Montevideo, encabezó la rebelión. Con anterioridad a su embarque, Antonio se había escapado de su amo, y luego de su recaptura, su amo seguramente lo quiso mandar a vender a Lima como castigo, como forma de destierro que lo apartase de sus lazos sociales.

Tras la rebelión, Antonio ordenó que el capitán (que fue herido) y otros 24 tripulantes fueran transferidos en un bote hacia un barco pequeño que habían avistado. Luego le comunicó al primer oficial José Riti que quería dirigir el barco a Senegal. Ya fuese Antonio de Senegal o no, sabemos que antes de la salida del San Juan Nepomuceno, ese mismo año, el navío Astirraga (propiedad del comerciante catalán radicado en Montevideo José Milá de la Roca) condujo 58 cautivos de Senegal a Montevideo y el navío danés Rainbow desembarcó esclavos de la Costa de la Malagueta, en la actual Liberia, cercana a Senegal.

Desde la Patagonia Riti navegó hacia el norte, en zigzag entre la costa y el mar abierto con la esperanza de encontrar un barco que rescatara a los españoles. Pero las corrientes atlánticas llevaron el buque hasta la costa africana luego de tres meses en alta mar. Los africanos se beneficiaron de que el San Juan era un barco grande lleno de víveres para alimentar a una tripulación numerosa. En estos meses, un nativo de Senegal, Daure, desafió a Antonio y tomó eventualmente el liderazgo. Cuando desde el barco se avistaron las Islas de Cabo Verde, cercanas a la costa africana, Riti engañó a Antonio para detenerse a embarcar agua, lo que aprovechó para escapar tomando a Antonio como cautivo. Ahora al mando, Daure condujo al resto de los africanos y españoles hasta el fuerte francés de San Luis, en la desembocadura del Río Senegal, donde entregó el barco San Juan Nepomuceno a las autoridades locales y se declaró libre junto a sus compañeros. El gobernador francés del fuerte, que era abolicionista, no intentó reesclavizar a los africanos. Cabe preguntarse la reacción de la población africana en Montevideo una vez que llegaron las noticias desde Senegal sobre esta revuelta exitosa.

Los varones, mujeres, y niños africanos llegaron en barcos esclavistas a Montevideo durante todo el primer siglo de existencia de la ciudad, desde la década de 1720 cuando arribaban de paso hacia Buenos Aires, hasta los años 1830, cuando fueron desembarcados niños de Angola, la última generación que experimentó los horrores del cruce atlántico a Uruguay. Durante ese siglo, los comerciantes montevideanos se beneficiaron a partir de constituirse en intermediarios de la trata esclavista hacia otras regiones de Hispanoamérica. Como resultado, los africanos y sus descendientes participaron en un sinfín de aspectos de la vida cotidiana montevideana, forjando la historia de la ciudad tanto forzadamente como por su propia voluntad.

Alex Borucki es doctor en Historia y profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de California

Referencias
De Angelis, Pedro (1970); Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Plus Ultra, T. 6, 361-366.
Grandin, Greg (2014); The Empire of Necessity: Slavery, Freedom, and Deception in the New World. New York: Metropolitan, 182-185.
Slave Voyages

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