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Portadas del primer y último ejemplar de Convicción.

Para salir de la pesadilla: la Convicción del PIT

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El movimiento sindical editó, en los estertores de la dictadura, un quincenario en el que escribían destacados periodistas y políticos, y que entrevistó a personalidades como Alfredo Zitarrosa, Liber Seregni y Wilson Ferreira Aldunate.

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El año 1983 marca uno de los momentos culminantes del regreso a la vida política pública de Uruguay de las trabajadoras y los trabajadores encolumnados en torno a su recientemente reconocida central sindical: el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), que sus integrantes definieron como continuación de la histórica Convención Nacional de Trabajadores (CNT). A ese, como otros sucesos clave de aquel año (la masiva celebración del 1º de Mayo, la semana de los estudiantes de setiembre, el Río de Libertad frente al Obelisco de Montevideo el 27 de noviembre, el regreso de los niños hijos del exilio y el levantamiento de la clausura de CX30 a finales de año, sumados a la liberación de Seregni y el asesinato de Vladimir Roslik a comienzos de 1984, entre otros), deberá sumarse la aparición del quincenario Convicción, presentado como “la palabra de la inmensa mayoría”; todo un suceso desde el punto de vista tanto político como periodístico.

Un hecho sintomático es que se trata de una organización periodística convencional, sin ningún tipo de auspicio o respaldo institucional explícito. Se advierte, por ejemplo, que el nombre del PIT no figura entre quienes asumen la responsabilidad de llevar a cabo esta iniciativa. En su primer editorial afirma que “existe para que sean los trabajadores quienes hablen a los trabajadores, para que en estos tiempos de confusión y desorientación la clase trabajadora haga oír en la República su propio lenguaje, convocando a la unidad, con espíritu de concertación nacional [ya que] la profunda transformación social y económica que reclama con urgencia el país transcurre necesariamente por los caminos de la Democracia, la Libertad y el total respeto por los Derechos Humanos”. La publicación evita cualquier alusión a la nueva central.

Cuando el lector revisa esta publicación, así sea que lo haga desde una óptica actual, se encuentra con un material excepcional en cuanto a su factura editorial, al cuidadoso y amigable diseño, a la precisión y contundencia del mensaje, a la calidad conceptual y, en general, a la vasta riqueza informativa que contiene. Sin ánimo de provocar mayores debates, resulta posible afirmar que el movimiento sindical uruguayo nunca tuvo en el pasado predictadura, ni volvió a disponer desde el retorno a la democracia, de un periódico de esos quilates y que haya alcanzado un impacto tan certero como el buscado en las todavía adversas circunstancias de la transición (no en vano su circulación se vio interrumpida por la clausura impuesta antes de llegar al número 20).

Convicción fue, mientras la sagrada censura admitió su existencia, un espacio abierto para que el periodismo independiente, analistas y académicos pudiesen alcanzar a un público masivo con el resultado de sus investigaciones de la realidad nacional e internacional. Pero, por sobre todas las cosas, se constituyó en un recurso pedagógico eficaz y oportuno para la formación de la nueva dirigencia sindical, aquellas jóvenes generaciones que debieron edificar desde las cenizas las bases organizacionales del movimiento obrero. A pesar de esta trascendencia, sigue siendo un medio no demasiado conocido en el presente.

La primera entrega de Convicción vio la luz en setiembre de 1983. Se editaron 19 números; al comienzo tuvo una frecuencia quincenal, aunque siempre existió la aspiración de convertirlo en semanal. La redacción estaba en un apartamento del décimo primer piso de la avenida 18 de Julio, casi Vázquez. A los pocos números alcanzó a imprimir entre 25.000 y 30.000 ejemplares; cada entrega tenía, por lo general, 28 páginas; algunas tapas fueron impresas a color. Su director fue Óscar Edgardo Etiez, quien a su vez tenía registrado como publicación el nombre de Convicción. Si bien era un hombre cercano a la Corriente Batllista independiente –CBI–, logró conformar un grupo de conducción donde campeaba el pluralismo ideológico en la mesa de redacción. Allí confluyeron socialistas, CBI, comunistas, junto con periodistas profesionales de vasta trayectoria. Cuando Etiez debió apartarse de la dirección, esta fue asumida por un colectivo. En la coordinación administrativa (y podemos suponer “en algo más”, sobre todo en lo periodístico) estaba Enrique Alonso Fernández.

Si bien su columna vertebral era la vida de las organizaciones sindicales (asociaciones existentes, recuperación de antiguos sindicatos, la aparición de nuevos agrupamientos, el renacimiento de la central única), buena parte del espacio estaba dedicado a información general del país, de la región americana y aun del mundo. Los temas económicos y sociales fueron abordados desde distintos ángulos y no se redujeron a una mirada exclusiva teñida por una perspectiva corporativa y reivindicativa: los temas de la vivienda, la educación, las condiciones de vida, el empleo, los salarios, la salud, los precios y el costo de vida fueron abordados por connotados profesionales.

En todos los números aparecen extensas entrevistas. Con Luis Lechín, Adolfo Siles Suazo y Domitila Barrios de Chungara, de Bolivia, los sindicalistas Manuel Simón (España) y Luigi Cal (Italia), Darcy Ribeiro y Jair Krischke, de Brasil, o Adolfo Pérez Esquivel, Ernesto Sábato y “políticos argentinos de todos los espacios”. Entre los uruguayos entrevistaron a José D’Elía, Liber Seregni, José Luis Massera, Lilí Lerena de Seregni, Enrique Iglesias, Julio María Sanguinetti, “los familiares de los rehenes”, Alfredo Zitarrosa, Wilson Ferreira Aldunate, Ruben Rada (título del artículo: “Soy un empleado del pueblo”), Juan Martín Posadas, Juan Raúl Ferreira, y la lista sigue, interminable.

Mención aparte merece la cobertura del crimen de Roslik. La entrega de Convicción del 26 de abril de 1984 anuncia en su tapa: “La viuda de Roslik dice su verdad”. En el interior, Roger Rodríguez transcribe un reportaje que le realizara a María Cristina Zabalkin de Roslik y lo titula: “San Javier es un campo de concentración”. Una página ocupa el reportaje, y otra, íntegra, está dedicada a informar documentadamente sobre los cuestionamientos que se hacían sobre las tergiversadas investigaciones judiciales del asesinato del doctor Roslik. Un par de semanas después, Juan Miguel Petit y Alejandro Bluth publicarían en Jaque (5 de mayo de 1984) su célebre artículo “Oremos por el alma de Vladimir Roslik que murió asesinado”, en el que se arroja luz definitiva sobre el homicidio aludido.

Hay que destacar también que Convicción implicó el regreso al periodismo de Hugo Alfaro, quien por décadas había sido el administrador de Marcha y uno de los más destacados periodistas de esa redacción, silenciado por años por la dictadura. Alfaro escribía las críticas de cine y una sección de eso que en otras tierras se llamaba “nuevo periodismo” y que él denominó “reportajes a la realidad”.

Eran tiempos en que la prensa apenas comenzaba a emerger de los nefastos tiempos vividos bajo el estricto control de aquella dictadura que desde sus comienzos venía clausurando editoriales, diarios, semanarios; las autoridades gobernantes hacían gala de una inédita soberbia e impertinencia de poder de censura como sería imposible imaginar en la actualidad. Hubo un apagón informativo en radio y televisión; en materia impresa reflejaban diariamente el sentir y decir oficial periódicos como El País, El Día, La Mañana, el Boletín Oficial; cada uno de ellos lo hacía a su real saber, tolerar y entender. Cabría agregar que Búsqueda recién se había convertido en semanario en 1981; Jaque no aparecería sino hasta finales de 1983. Los diarios, semanarios o mensuarios que se animaban a circular intentaban transmitir un mensaje político partidario más que brindar un abordaje informativo amplio y pluralista como era la línea que se había impuesto Convicción. Entre esos otros aguerridos emprendimientos, casi todos de una vida entre efímera y poco prolongada, merecen evocarse La Plaza, Opinar, La Democracia, Somos Idea, Cinco Días, Opción, Aquí y Tribuna Amplia, por citar sólo algunos de los de mayor predicamento.

El número 19 fue la última entrega que circuló; el gobierno lo clausuró a raíz de una entrevista que Claudio Paolillo, como enviado especial, le efectuara a Wilson Ferreira Aldunate en Buenos Aires, y que ocupó una página y media, de texto apretado. Se titulaba: “La consigna de Buenos Aires: Encontrar fórmulas para salir de esta pesadilla”.

Más que un staff

El cuerpo de redacción lo integraron Ernesto de los Campos, Víctor Vaillant, Guillermo Álvarez, Raúl Gadea, Hugo Alfaro, Luis Colman, Jorge Lorenzo y Héctor Montes, además de dos figuras de predicamento en la vida cultural y jurídica uruguaya: el profesor Germán D’Elía y el abogado laboralista Ruben Caggiani (que publicó a lo largo de varios números una sección magistral que llamó Enciclopedia Sindical y participó activamente en la sección Hombre y Sociedad). La lista de redactores también la componían cuatro jóvenes que, a pesar de su aún corta trayectoria en las lides sindicales, y sin mayor trayectoria en el periodismo, compensaron esa falta de experiencia con entusiasmo, compromiso, firmeza ideológica e inserción en las bases: Richard Read (bebida), Juan Carlos Pereira (Funsa), Juan Pedro Ciganda (AEBU) y Federico Gomensoro (salud); los tres primeros habían sido oradores en el acto del 1º de mayo de 1983 junto con Andrés Toriani (salud) y Carlos Secco (metalúrgicos). En la sección cultural aparecían los nombres de dos reconocidos intelectuales: Juan Carlos Legido y Alejandro Paternain; en los números siguientes se irían incorporando a la sección Elvira Etcheverry, Suleika Ibáñez, Gloria Levy, Alejandro Michelena y muchos otros.

En materia de análisis, estadísticas y propuestas económicas y sociales incorporó insumos aportados por el equipo de Estudios Económicos del Uruguay (Esecu), creado hacia 1979 y constituido por una veintena de jóvenes economistas (entre ellos Adrián Fernández, Alfonso Lema, Fernando Lorenzo, Nelson Noya, Daniel Olesker, Jorge Rodríguez y Mariella Torello). En las páginas económicas aparecen, además, las firmas de Danilo Astori, Walter Cancela, Miguel A Vasallo, Martín Buxedas, José María Alonso y Jorge Notaro. La problemática de género también fue un asunto que ocupó espacios relevantes, a cargo, en general del Grupo de Estudios sobre la Condición de la Mujer en el Uruguay (Gremcu), en el que participaban, por ejemplo Suzana Prates, Nea Filgueira, Julia Galzerano, Nelly Niedworok, Rosalba Oxandabarat, Graciela Sapriza y Silvia Rodríguez Villamil.

Con el transcurrir del tiempo se agregaron dos secciones en la redacción de Convicción: una, que atendía las cuestiones sindicales, a cargo de Enildo Iglesias (internacionales) y María de los Ángeles Eugui y Juan Toriani (nacionales). La otra, Información, en la que se incorporó al equipo un núcleo de profesionales destacados: Roger Rodríguez, Claudio S Paolillo, Roberto Colasso, Alexis Jano Ros, Miguel Vieytes, Ana Alves y Ariel Badano.

Pedro Daniel Weinberg es investigador de la Universidad Pedagógica Nacional de Argentina. Fue funcionario de la Organización Internacional del Trabajo.

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