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Foto: Lucía Pardo

Santa Lucía prepara monitoreo ambiental ciudadano

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La Junta de Directores de centros educativos del pueblo organizó un encuentro para intercambiar sobre experiencias de cuidado ambiental.

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Una simple recorrida por la escuela puede habilitar un diagnóstico: hay mucha basura en el patio, demasiado plástico tirado en el piso, ¿cómo podemos ensuciar menos? Hacer una huerta permite que los niños se conciban como agentes de cambio, y allí surgen los desafíos para una producción orgánica: ¿cómo enfrentamos el problema de las hormigas? Una clase de tecnología puede servir para pensar cómo una máquina puede mitigar el daño ambiental: ¿cómo facilitar la recolección y clasificación de residuos? Practicar canotaje permite que los niños perciban los efectos que tiene el vertido de desechos en el río: ¿cómo cuidar mejor un recurso que es de todos?

En el marco del proyecto Río Abierto de la diaria, la Junta de Directores de centros educativos de Santa Lucía, junto a investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y referentes de Río Abierto, organizaron en el Club 23 de Marzo una asamblea participativa para intercambiar experiencias de educación ambiental, con el objetivo de proyectar un monitoreo ambiental ciudadano en esa localidad. En el encuentro participaron estudiantes de la UTU de Santa Lucía; maestras y docentes de los centros educativos de la zona; integrantes de la Asamblea por el Agua del Río Santa Lucía; el alcalde de Santa Lucía, Raúl Estramil; el secretario de la Red de Municipios del Río Santa Lucía, Sergio Barboza; un referente de la Policía comunitaria, entre otros vecinos del lugar. También asistieron representantes de la Unidad de Extensión de la Facultad de Ciencias.

Ana Tuduri, coordinadora de datos del proyecto Río Abierto, hizo una presentación sobre los monitoreos ciudadanos. Explicó que se trata de espacios colectivos donde puede participar la sociedad civil, la academia, el gobierno y la comunidad en general. Mencionó proyectos de monitoreos ciudadanos que existen en Estados Unidos, Perú, Bolivia, Argentina, Australia y Canadá, y recordó que en Montevideo hubo dos proyectos: la Comisión Mixta de Monitoreo Ambiental Ciudadano, que funcionó de 2002 a 2007, y un proyecto denominado Aguatox, llevado a cabo por niños y niñas de cuarto año de escuela, maestras/os y vecinas/os que monitorearon los cursos de agua con un kit de bioensayo para tomar muestras. En Canelones se desarrolló el Plan de Monitoreo Ambiental Integrado para la Cuenca de Laguna del Cisne.

Tuduri señaló que para que un monitoreo ciudadano sea exitoso debe garantizar un espacio de participación lo más inclusivo posible. Se deben identificar los principales problemas ambientales, desarrollar planes locales, capacitar a las personas para tomar las muestras y apuntar a la educación ambiental y a la sensibilización.

Santiago Dárdano, integrante de la Asamblea por el Agua del Río Santa Lucía, empezó recordando la experiencia de laboratorio popular que puso en práctica esa organización para monitorear el estado del Santa Lucía en la localidad, lo que “muestra que la comunidad puede hacerse cargo de la gestión y el cuidado de los recursos” y “apoderarse de estas herramientas de monitoreo”. “Tenemos un grave problema en nuestro río, en nuestro ambiente en general. Debemos ir a las verdaderas causas, no quedarnos en lo que pensamos y suponemos, sino ir generando conocimiento para generar conciencia y para sensiblizarnos. Podemos hacerlo, y lo mejor es hacerlo juntos”, manifestó otra integrante de la asamblea, Mariana Mercadal. Agregó que le parece importante trabajar responsabilizando a las generaciones nuevas y desde la perspectiva de cómo se puede contribuir al cuidado ambiental.

Luego, cada centro educativo de Santa Lucía expuso sus experiencias de educación ambiental. El profesor de Educación Física de la escuela 255, Mauricio Quiroz, desarrolla una escuela de canotaje que permite a los niños y niñas estar en contacto directo con el río. “El solo hecho de estar compartiendo el lugar te permite apreciarlo de otro modo y generar un sentimiento de mayor compromiso con mantenerlo y preservarlo. Los chiquilines conviven con los efectos de las crecientes, los desechos, las cianobacterias, los vertidos de coliformes en ciertos lugares del río después de las lluvias, y parte de la concientización ambiental pasa por las vivencias”, destacó Quiroz en el encuentro.

La escuela 156 hace todas las semanas un taller de ciencias para trabajar el tema del suelo. “Partimos de la premisa de que somos protagonistas en el cuidado del agua. Para sentirnos protagonistas tenemos que conocer, y para conocer tenemos que investigar”, afirmó Virginia Morales, maestra de tercer año. En la misma escuela se trabaja con huertas y reciclaje. Cristina Moreira, maestra de quinto año, explicó que se busca generar conciencia ecológica en el niño desde lo vivencial, y contó que desde que empezaron a trabajar la tierra en la escuela, varios niños tuvieron la iniciativa de empezar huertas en sus hogares.

El jardín de infantes 210 de la localidad trabajó en reciclado para fabricar juguetes e hicieron una recorrida por el barrio para observar el impacto de la basura en el entorno. “A veces uno dice: ‘No es mi problema’, pero sí, el ambiente es problema de todos y nos tenemos que involucrar”, dijo Natalia Fuentes, maestra del jardín.

Diego Hernández, profesor de tecnología en la UTU de Santa Lucía, desarrolló un proyecto junto a sus estudiantes para combatir la contaminación en el río. Hicieron una recorrida por la costa y observaron la cantidad de desechos que arroja la gente en el río; “y paradójicamente, luego tomamos el agua de ese río”, comentó el docente. Formularon proyectos de recolección de residuos y contenedores inteligentes.

En la escuela 104 se convocó a los niños a detectar problemas ambientales en la propia institución educativa. La basura fue el principal, y se pensaron ideas para solucionarlo: generar menos residuos, traer merienda más saludable, utilizar tuppers en lugar de envoltorios. “Estamos tratando de cambiar hábitos”, explica Marianela Segredo, maestra de quinto año.

En la escuela 140 diseñaron un “Recogebot”: un robot que recoge residuos. También crearon ecoladrillos a partir de residuos plásticos.

Sobre el final del encuentro, los participantes de la asamblea se comprometieron a iniciar un proceso de reuniones para diseñar una iniciativa de monitoreo ambiental ciudadano en Santa Lucía, que podría ponerse en práctica el año próximo. Guillermo Chalar, investigador de la Facultad de Ciencias especialista en ecología fluvial e integrante del proyecto Río Abierto, afirmó que la facultad puede aportar en la capacitación de monitores ambientales y en la certificación de la toma de muestras. La Unidad de Extensión de esa misma facultad se ofreció a aportar metodologías y a involucrar a los estudiantes en el proceso de monitoreo.

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