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Alvaro Luongo. Foto: Ricardo Antúnez

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Cáncer en Uruguay: cambios de hábitos, mayor prevención y mejores diagnósticos reducirían mortalidad, según Álvaro Luongo, director del Instituto del Cáncer.

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De los cerca de 30.000 uruguayos que fallecen cada año, 7.000 mueren como consecuencia del cáncer, segunda causa de mortalidad en nuestro país, únicamente superada por las enfermedades cardiovasculares.

El director del Instituto del Cáncer (Inca), Álvaro Luongo, dijo a la diaria que abandonar “la cultura del fast” y pasar “a la cultura de lo lento”, junto con la prevención y el diagnóstico precoz, permitirían reducir esas cifras. Luongo también habló sobre el cáncer de cuello de útero, cuyos índices de mortalidad “dan vergüenza”; sobre la incidencia que tienen los factores psicológicos, y también criticó a la industria farmacéutica y a las instituciones médicas que no instalaron los comités de tumores.

En Uruguay los niveles de detección del cáncer son considerados altos a nivel internacional. ¿Cómo analiza esa evaluación?

Yo creo que el dato es bueno, pero se puede mirar con ojos malos. ¿Por qué Uruguay tiene niveles tan altos de cáncer? Primero que nada, porque los registra, y si uno no cuenta o si lo hace mal, nunca sabe lo que tiene. Uruguay, Costa Rica y Cuba son los únicos países de América Latina que tienen registros nacionales de cánceres. En segundo lugar, el hecho de que tengamos cáncer también significa que no tengamos otras enfermedades que matan a mucha gente en otros países, que son las infecciosas y las parasitosis, que en Uruguay se han ido controlado. Cuando decimos que tenemos la menor cantidad de muerte infantil, eso también repercute en el adulto joven, porque comienzan los procesos de prolongación de la vida y es ahí donde comienza a incidir el cáncer.

Nos falta hacer diagnósticos precoces para tener mejor controles de los tratamientos y de la enfermedad. Si nos comparamos con los países del primer mundo podemos decir que estamos peleando con ellos, pero aún nos encontramos por debajo, por lo que hay que seguir haciendo cosas. Tenemos que mejorar los índices en el cáncer de colon y recto, porque es curable si se hace un diagnóstico precoz. Una de las cosas que nos avergüenzan es el cáncer del cuello de útero.

¿Por qué dice que los avergüenza?

España tiene una población de casi 50 millones de habitantes y mueren 1.900 mujeres por año por cáncer de cuello de útero, y aquí, que somos tres millones, se mueren 150 por año. Es algo que debe darnos vergüenza. Especialmente cuando decimos que queremos hacer las cosas bien, porque este cáncer es prevenible y se hacen campañas de forma constante, pero ¿por qué no se vacunan las niñas?,¿por qué no se hacen el papanicolau las mujeres?

Alguna bibliografía lo define como el cáncer de las mujeres pobres.

Exactamente, es el cáncer de las mujeres pobres, y lo lamentable es que se han hecho múltiples campañas y se siguen muriendo 150 mujeres por año. Nosotros ahora estamos haciendo un estudio con el papilomavirus y el HPV [Virus de Papiloma Humano, por su sigla en inglés] y estamos guardando y estudiando las muestras que dieron resultados positivos, para saber qué tipo de HPV tenemos en Uruguay, llegar a una conclusión y saber qué vacuna sería la más acertada para ese tipo de enfermedades. A veces nos parece que no tenemos enfermedades asociadas a las corrientes migratorias, y sí las tenemos, de acuerdo con las características del HPV que tienen nuestras mujeres y también nuestros hombres. Además, estamos aprendiendo que los HPV que están presentes en los cánceres de cuello de útero también están presentes en los cánceres de otorrino, de ano, tanto en hombres y mujeres, que están ligados al HPV, lo que significa que es una enfermedad de contagio.

Las prácticas culturales inciden en la propagación de la enfermedad, entonces.

Estamos convencidos que tenemos menos pobreza, pero no sabemos por qué no bajó la cantidad de muertes por cáncer de cuello de útero. Falla la prevención en esos sectores, y falta el uso de preservativos, porque el HPV es un virus que se contagia igual que el VIH [Virus de Inmunodeficiencia Humana]. Es un tema cultural.

Uruguay: casos y distribución

¿Cuántos casos de cáncer se detectan anualmente en Uruguay, y cuál es la prevalencia de cada uno de ellos? En Uruguay se diagnostican entre 14.000 y 15.000 por año, de los cuales se controla 50%, lo que indica que 7.000 personas mueren de otra cosa que no es cáncer. Es una cifra muy buena. Los cánceres de próstata, colon y recto, y de pulmón, son los que tienen mayor incidencia en los hombres, y el de mama y colon en las mujeres. Los cánceres de cuello de útero se encuentran por debajo en la lista, están en sexto o séptimo lugar, pero presentan una tasa de mortalidad mucho más alta que los demás. La gran campaña en Uruguay es para tirar para abajo el cáncer de colon, lo que cambiaría todas las cifras. Estamos trabajando muy fuerte en la prevención. | ¿El Inca aborda el tratamiento de los niños? El tema infantil no nos corresponde. Se trabaja muy bien a nivel infantil, con los mejores logros del mundo. En ese tema trabajan muy fuerte las fundaciones Peluffo Giguens y Pérez Scremini. A mí me gustaría que hubiera para los adultos el mismo apoyo que existe para los niños. ¿Sabés cuántos casos de cáncer de niño se detectan por año? 100, y en adultos 15.000. | ¿Existe alguna localidad de Uruguay que tenga niveles de registros más altos que otras? No existe una población de Uruguay que tenga más cáncer que otras. Una vez por mes nos llegan consultas de ese tipo, incluso por parte de algún diputado del interior, y les enviamos los informes que dicen estas cosas.

¿Qué otros tipos de cáncer están relacionados a factores culturales?

El cáncer de pulmón y de otorrino están vinculados al hábito de fumar, y eso es un cambio cultural que se está dando en el país porque está bajando su incidencia, especialmente en los hombres, que fuman menos que antes. En cambio, ha crecido la cantidad de casos de cáncer de pulmón en las mujeres, y eso también es cultural: la mujer ha adoptado con mucha fuerza el hábito de fumar. El reflejo de la campaña antitabaco se dio de forma indirecta, con las enfermedades cardiovasculares: en los hombres baja la incidencia de los infartos y en las mujeres sube. Cultural es el factor del cáncer del cuello de útero, de pulmón, y cultural también es el alcoholismo y la alimentación. Lo mismo ocurre con la ingestión de alimentos calientes y el cáncer de esófago. El mate no provoca cáncer: el problema es la temperatura, y el gran lío se arma entre el agua caliente que se le coloca al mate.

¿El etiquetado de los alimentos puede ayudar en la prevención del cáncer?

Es un tema muy complejo, porque está vinculado con el tipo de alimentos que comemos y la forma en que lo hacemos. En algún momento se dijo que la carne roja era mala. Eso es una verdad tan a medias que termina siendo una mentira. Lo malo son las carnes procesadas, los nitritos. Los panchos son riquísimos, pero no podés comer panchos ni comidas procesadas todos los días, porque los conservantes que se utilizan son dañinos. Pero tampoco es malo si lo comés una vez, sino que se vuelve malo cuando forma parte de una cultura de dieta. Yo creo que no hay que prohibir nada, pero hay que tener una cultura, y eso es lo que se pierde cuando todo es fast. Si la vida es rápida, si la comida es rápida, si la lectura es rápida... Yo creo que debemos fomentar una cultura de lo lento, porque cocinar en casa ahora pasó a ser cosa de los chefs nomás. Se trata del día a día, de tener los vegetales mezclados y las diferentes carnes (pero no conservadas). También tienen que ver factores culturales: la vida sedentaria que tenemos, o el hecho de tomar sol. Eso tiene un costo, que no se paga ahora sino dentro de 20 o 25 años, porque los casos de cáncer de piel siguen aumentando. Claro que ese cáncer no te mata, pero te desfigura. Y algunos sí te matan.

¿Cómo influyen los factores psicológicos en el desencadenamiento del cáncer?

Creo que influyen muchísimo, pero de un modo indirecto. Durante una época en este instituto algunos hablaban de tratamientos inmunológicos y los miraban como si fueran bichos raros, y hoy si no hablás de tratamientos inmunológicos estás fuera de la lógica de la oncología moderna. Entonces, si hablás de inmunidad y lo separás del estrés y de lo psicológico no entendiste nada. Cuando se busca el factor que ayuda a desencadenar los procesos, a veces son caídas de la inmunidad por grandes problemas. Y mucha gente se enferma no solamente de cáncer; tiene una caída de la inmunidad a raíz de grandes golpes psicológicos.

¿El factor genético aumenta las posibilidades de que una persona se enferme de cáncer?

Hay tumores genéticos, pero no son muchos. Cada vez se estudian más los padrones genéticos, y quizás todavía estamos en el inicio de una nueva era que tiene que ver con la identificación genética de casi todos los tumores, pero está vinculado a la posibilidad de tener drogas específicas de tratamiento más que a la importancia de la genética familiar. Ahora se estudia lo genético porque hay drogas que actúan sobre partes de los genes, bloqueándolos o cortándolos.

Ahí entran a pesar los intereses de la industria farmacéutica.

Claro. A la industria farmacéutica le interesan cada vez más porque empiezan a tener los blancos terapéuticos, y ese tipo de terapias son mucho mejores que otras quimioterapias, que matan todo y sobrevive lo bueno. En este tipo de terapias se mata únicamente lo malo. Este tipo de drogas son muy costosas, y yo digo que no es un problema de costos sino de precios. Aquí le echamos la culpa a todo el mundo, pero quien tiene la culpa es la industria farmacéutica, porque esta pone los precios pero nunca contó cuáles son. ¿A vos te contaron cuáles son los costos de las drogas?

No. Tenía pensado preguntarle sobre eso.

Ya te lo estoy diciendo: las drogas de última generación tienen precio, pero no tienen costo. Creo que los laboratorios son imprescindibles, pero algunos tienen ética y otros no. Los mayores lucros del mundo los generan los laboratorios, y muchos de ellos largan drogas que diez años después te das cuenta de que no ofrecen resultados. Las medicaciones blancotumorales o las que estimulan la inmunidad están revolucionando la oncología. La quimioterapia es buena y sigue ofreciendo buenos resultados, pero lo mejor es combinar ambas cosas.

En 2002 el gobierno estableció la obligatoriedad de los comités de tumores en las instituciones médicas, pero esto no se ha cumplido hasta el momento en todos los centros de salud.

Ese es un aspecto fundamental. El comité de tumores es un ateneo de discusión en el que cada uno hace su máximo aporte para llegar al tratamiento más oportuno para un paciente. El día que las instituciones se den cuenta de que lo mejor y lo más barato es tratar bien a un paciente, la situación cambiará, porque si lo hacés bien ese problema se terminó. Y si no se hace bien comienza una cadena que no termina nunca. Voy a poner otro argumento más: cuando siete médicos tomen una resolución en conjunto, ¿qué abogado se pondrá en contra de esa resolución? Si yo fuera dueño de una mutualista juntaría a los siete médicos antes que perder un juicio. El problema es que si armo una bolsa en la que hay dinero, que son los seguros médicos, tampoco me importa. Yo creo que el comité de tumores debería ser mandatorio, y que debe contar con especialistas de todas las áreas, porque en oncología la decisión más importante es la primera; después no hay marcha atrás. Los comités de tumores son imprescindibles. Creo que falta que las sociedades médicas se den cuenta de eso.

Con tantos años en el desempeño de la profesión, ¿qué siente hoy cuando tiene que comunicar un diagnóstico de cáncer?

Es una pregunta muy compleja, porque también afecta nuestro ámbito familiar. En primer lugar, a los pacientes no podemos mentirles, porque la mentira en medicina tiene patas muy cortas. En cada diagnóstico que hago siento el desafío de aportar toda la información para tratar que esa persona se muera de otra cosa y no del cáncer que se le diagnosticó. A pesar de que hace casi 50 años que trabajo en oncología, todavía se me mueve el piso cuando digo la palabra “cáncer”.

Las etapas del Inca

Álvaro Luongo Céspedes, médico oncólogo radioterapeuta, oncólogo clínico y físico médico, ingresó al Inca hace casi 50 años. En 2011, la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) lo designó director de ese centro de salud. En una de las paredes de su despacho está colgada una foto autografiada de Marie Curie [1867-1934], famosa por sus investigaciones en el campo de la radioactividad. A su lado está el retrato de Carlos Butler, quien en 1913 hizo las primeras transportaciones de radio en el Instituto de Radiología, hoy Inca. “Uruguay fue uno de los primeros países de América Latina en usar radio para el tratamiento de enfermos de cáncer, con equipos de rayos X de energía básica. Acá se producía el radón, que es un gas que sale del radio, y se hacían aplicaciones con esos gases. Eso casi era una locura, porque no había dosimetrías correctas y el radón era un elemento altamente contaminante. Pero fueron los inicios de toda la radioterapia en el mundo”, relata Luongo. El médico también destaca el rol que cumplió Alfonso Frangella (1900-1978) cuando estuvo al frente del instituto, a mediados del siglo pasado: “Trajo el primer betatrón, el antecesor de los aceleradores lineales que hoy utilizamos en radiología; fue el primero en el hemisferio sur”. A partir de los años 70, “por problemas políticos, económicos y sociales”, el organismo comenzó a “remarla de atrás”. “Hasta hace 12 años, cuando se instala el nuevo instituto. Se hizo con dinero del pueblo venezolano, yo nunca me olvido de eso”. “Tenemos más de 70 camas de internación y tecnología en radioterapia que están al mismo nivel de muchas instituciones privadas”. Se invirtieron siete millones de dólares en la construcción y equipamiento del actual edificio, donde se desempeñan 350 funcionarios. En el área de Radiología se atienden 120 personas por día. Además, “hoy procesamos 2.000 protocolos mensuales de quimioterapia para todo el país, que son controlados de forma automática. Hemos mejorado mucho en la realización de cirugías, en salas de las que estamos orgullosísimos, donde operan nuestros cirujanos y trabajan varias cátedras del Hospital de Clínicas. El instituto tiene el primer nodo de mama de ASSE; nosotros recibimos todas las imágenes que podemos generar mediante la red de imagenología de ASSE y tenemos un sistema que las compara con un millón de imágenes y nos dice si en principio es patológica o no, para que el médico pueda atenderla”, valoró Luongo.

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