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Además de problemas económicos y financieros, Caputto también arrastra un retraso en un cambio varietal, en el que se juega la vida la citricultura

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La decisión de la empresa Citrícola Salteña SA, del grupo Caputto, que se presentó a concurso de acreedores y debe en total 43 millones de dólares –21,5 millones al Banco República (BROU), diez millones a otros bancos privados y acreedores comerciales, 11 millones por una emisión de obligaciones negociables, y 30 millones de pesos a los trabajadores por quincenas, salarios vacacionales, licencias y aguinaldos impagos–, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la situación de la producción citrícola y las exportaciones del rubro.

La empresa señaló en un comunicado que arrastra problemas económicos y financieros desde 2012, y que se ha visto afectada por “la derogación del sistema de preferencias arancelarias” por parte de la Unión Europea (UE), la “pérdida de competitividad por atraso cambiario”, el incremento “de los costos laborales sobre la inflación”, el aumento de las tarifas públicas y el impacto de “eventos climáticos extraordinarios”, a lo que sumó “la incomprensión del aparato sindical”.

Caída real

La producción citrícola cayó en 2018 17,08% con respecto a 2017, según la Encuesta Citrícola realizada por la Oficina de Estadísticas Agropecuarias que recoge el Anuario 2018 de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. En 2017, la producción se estimó en 264.000 toneladas (3% menos que en 2016, con 132.000 toneladas de naranjas, 93.000 de mandarinas y 38.000 de limones), mientras que en 2018 totalizó casi 217.000 toneladas. Según OPYPA, esta “fuerte caída”, que afectó la producción de mandarinas (-23%) y de naranjas (-19%), mientras que la de limones “se mantuvo estable”, se debió a “la sequía constatada a comienzos de año”, que afectó “en mayor medida a aquellos que no poseen riego”, a lo que “se le sumó la granizada de junio que afectó a los alrededores de la ciudad de Salto”.

Las exportaciones citrícolas, “que habían implicado ingresos de 80 millones de dólares en los últimos años, se redujeron a 64 millones entre enero y octubre de 2018, 20% menos que en igual período de un año atrás y de los menores valores de exportación desde 2012 (año en que se constató un evento climático que implicó fuertes pérdidas de producción del sector)”. La caída de las exportaciones en volumen fue de 15% en el año, pero también “se verificaron caídas en los precios de exportación”. Se exportaron 28.000 toneladas de naranjas y 39.000 de mandarinas entre enero y octubre de 2018, 21% y 14% menos con respecto a 2017. “En valor las ventas al exterior de mandarinas fueron de 28 millones de dólares (-26% menos respecto a enero-octubre de 2017), y el ingreso por mandarinas ascendió a 22 millones de dólares (23% menos que un año atrás)”, según OPYPA.

Mercado selecto

“Los estadounidenses vamos a poder comer naranjas uruguayas, ¡por fin!”, había declarado a Radio Sarandí la entonces embajadora Julissa Reynoso en 2013, cuando después de 20 años de negociaciones bilaterales Estados Unidos reabría su mercado para los cítricos uruguayos. Antes de la apertura de este mercado, por ejemplo en 2012, las exportaciones de cítricos rondaban las 90.000 toneladas anuales. Sin embargo, el impacto de la apertura de este mercado se notó fuertemente sólo en 2014, cuando las exportaciones alcanzaron las 120.000 toneladas (el máximo fue en 2010, con 150.000 toneladas), pero un volumen de esa magnitud no se volvió a repetir.

La apertura del mercado más codiciado tampoco resolvió los problemas de Caputto. Citrícola Salteña SA emitió en marzo de 2016 obligaciones negociables no convertibles en acciones por un monto de 11 millones de dólares a un interés del 6% anual, con amortizaciones en cinco cuotas anuales iguales y consecutivas, a partir del sexto año desde la emisión, con un pago de interés semestral y un plazo de diez años. Las garantías para la operación son un fideicomiso de garantía de inmuebles y una cuenta escrow, entre otras.

En noviembre de 2018, la calificadora de riesgo Care ubicaba a la oferta pública realizada por Citrícola Salteña en la categoría BB (uy), de grado especulativo medio. El informe de la calificadora para la Bolsa de Valores de Montevideo establece que Caputto se recuperó de manera importante en 2017, aunque tuvo resultados negativos, pero en 2018 vuelve “a verificar fuertes pérdidas como consecuencia de una reducción de poco más de 20% en los ingresos por ventas de fruta fresca”. Sin embargo, se produce “una reducción de su endeudamiento como consecuencia de la venta” del predio conocido como El Espinillar a la empresa peruana Camposol SA. Pero, un acuerdo de refinanciación firmado con el BROU en agosto de 2017 “no se pudo cumplir”, y a noviembre de 2018 Caputto adeudaba tres cuotas del convenio. Como resultado de la venta del predio de El Espinillar Caputto “se comprometió a realizar un pago adelantado” de 1.100.000 dólares (10% de la emisión) “a los tenedores de obligaciones negociables emitidas. Este pago se hará en cuotas; ya se realizó la primera y se está al día con dicho compromiso”, continúa el informe. La calificadora afirma que “los problemas productivos fueron este año para toda la citricultura, afectando en mayor medida a los establecimientos que no disponen de riego. En consecuencia, las exportaciones de todas las empresas citrícolas cayeron en volumen y en consecuencia los ingresos. Cabe hacer notar que los precios internacionales por su parte se mantuvieron estables en dólares al igual que los principales mercados. La empresa provee en esta oportunidad un nuevo flujo de fondos que recoge la nueva situación productiva, el cual muestra capacidad de enfrentar los compromisos financieros, dentro de una proyección de fragilidad en los flujos. El mantenimiento de las condiciones favorables esperadas para los mercados estratégicos como Estados Unidos, Europa y China, a los que se orienta la emisora, así como el mantenimiento de la reputación en los mismos verificada por Care, permiten pensar que de procesarse los acuerdos necesarios, así como las capitalizaciones previsibles, podría revertirse la situación global”, establece la calificadora.

Otras frutas

Además de Caputto, otra empresa citrícola que estuvo en dificultades es la sanducera Azucitrus SA, que el año pasado se atrasó en el pago de salarios. En Paysandú también está Forbel, que produce arándanos. Otra es Samifrut Uruguay SA, filial de la multinacional de capitales argentinos San Miguel, que en Uruguay produce fundamentalmente mandarinas, y el año pasado se instaló la peruana Camposol, que adquirió las 1.000 hectáreas de El Espinilar, con árboles que pertenecían a Caputto. Si bien la empresa productora es Camposol, Caputto realiza el empacado de la fruta, por un acuerdo que hicieron ambas firmas.

Desde estas empresas también se habla de problemas de rentabilidad, sobre todo por la caída de los precios internacionales y el tipo de cambio. “Somos tomadores de precios, no los fijamos, y el último año hubo precios espantosos. Pese al cambio de variedades por otras que se pagan mejor, no logramos resultados favorables importantes”, dijo una fuente de una de estas empresas que han “invertido mucho”. Es que otro de los problemas que atraviesa el sector es la necesidad de invertir en un cambio varietal, para lograr producir la fruta que exigen los mercados internacionales.

En el Anuario OPYPA se afirma que según la especie “se observan dinámicas diferentes en la incorporación de riego y recambio de variedades. En este sentido, la mayoría de las plantas de naranjas son montes en producción (93%), y de las 7.000 hectáreas totales dedicadas a este cultivo, algo menos de la mitad se riegan. En cambio, en mandarinas y limones se observa mayor incidencia del riego (68% y 87% de la superficie se encuentra bajo riego, respectivamente), y también mayor porcentaje de plantaciones nuevas (que aún no han entrado en producción por tratarse de montes jóvenes), que da cuenta del recambio varietal y de la incorporación tecnológica que atraviesa el sector”.

Por la importancia del cambio varietal, hay empresas que han dejado de plantar naranjas y se dedican exclusivamente a la mandarina. Si bien en un momento la variedad satsuma fue la más apreciada, ahora los mercados internacionales buscan la orri, y más en particular la variedad afourer.

La fuente empresarial dijo a la diaria que los escasos márgenes de rentabilidad conspiraron contra la obtención de financiación bancaria en la plaza uruguaya, siendo el BROU una de las pocas entidades que otorga créditos al sector. Esto genera que sea la institución estatal la que corre con todos los riesgos si el rubro no da rentabilidad.

Sin semilla

Para entender los motivos del cambio varietal y sus dificultades de implementación, la diaria habló con el director del Programa Nacional de Investigación en Producción Citrícola del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), Fernando Rivas, quien explicó que a partir de la década del 90 los cítricos “se volvieron un producto más sofisticado, pasaron de ser un commodity a ser un producto diferenciado, más que nada en el segmento de las mandarinas”. “La tendencia es a tener productos que cumplan con el concepto de conveniencia, que es uno de los ejes impulsores del mercado. Hay tres ejes, uno es el tema salud. Los países a los que Uruguay exporta tienen una expectativa de vida cada vez mayor, y los productos más consumidos son aquellos que aportan a la salud, como las mandarinas o naranjas rojas, que tienen antioxidantes”, agregó Rivas. El técnico del INIA dijo que el concepto de conveniencia tiene que ver con la facilidad de los productos para ser preparados y consumidos. “Tienen que ser fáciles de comer, que no tengan semillas. Hay un reporte en Estados Unidos que indica que 19% de los norteamericanos consume el almuerzo adentro de un coche. Eso quiere decir que las cosas tienen que ser fáciles de consumir”.

Para Rivas esta tendencia generó “un cambio brutal” en la producción de mandarinas, no tan así en naranjas y limones, y como “somos tomadores de pedidos, no imponemos una variedad; hubo que adaptarse a esos nuevos cambios”.

Pero para Rivas este proceso de cambio “agarró a Uruguay de sorpresa” y “tuvo que trabajar a ritmo acelerado en ese cambio varietal”, en un escenario en el que “los costos de producción cada vez son más altos” y “la eficiencia es fundamental”. Esto lo lleva a augurar que “los modelos tremendamente extensivos hoy parecería que es menos probable que continúen”. Caputto es un representante de ese modelo.

En referencia a las políticas estatales hacia el sector para afrontar esa realidad, Rivas dijo que el Estado ha jugado un rol en la promoción del cambio varietal. Pero los tiempos son largos. “Cuando uno introduce una variedad vegetal del exterior, pasa por un proceso de cuarentena para poder proteger a la citricultura de enfermedades de otros países. Porque si ese material está enfermo, estoy enfermando a toda la citricultura. Además, a la nueva variedad hay que evaluarla. Tenemos que saber cómo se comporta con más viento, con menos lluvia, con otra luz, en otros suelos y con otro manejo. Entre que se importa una variedad y tenemos datos reales de evaluación pueden pasar entre ocho a diez años. Después un productor la empieza a propagar y para poder tener una cosecha comercial son cinco o seis años más. Estamos hablando de un total de entre diez a 15 años para poder introducir una nueva variedad”, explicó Rivas.

Este cambio varietal que se viene implementando en la citricultura ha impactado de distintas maneras en las empresas. “A algunas las agarró en momentos financieros o de estructura de la propia empresa complejos. Caputto es una empresa grande que no ha podido estructurarse a ese ritmo impresionante, y además las nuevas variedades tienen un costo, porque hay que pagar regalías. Hay una gran diferencia entre lo que son empresas de punta y empresas más rezagadas. En las de punta 60% o 70% de los campos han sido reconvertidos con alternativas varietales. Las rezagadas están en un 10% o 15%”, expresó. Para Rivas las situación de Caputto es compleja porque “es muy difícil torcer una empresa así, no sólo por la reconversión varietal sino por el tema de la eficiencia”. “Imaginate si empieza a llover y se te mojan 2.000 hectáreas de cítricos y luego seca. Tenés que salir a aplicar algún producto. ¿Cuántas máquinas tenés que tener para aplicar en menos de 48 horas el producto? No es lo mismo en una escala más chica y más eficiente. La citricultura extensiva cada vez es menos aceptable”, concluyó.

El miércoles, por enésima vez Caputto avisó al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y al Sindicato Único de Citrícola Salteña (Sucsal) que no asistiría a la tripartita prevista ese día para que la empresa hiciera una propuesta de pago a los trabajadores. El jueves se reactivaba el Grupo Interministerial de Empleo, con la situación de Caputto como primer punto del orden del día. Sin embargo, desde el Poder Ejecutivo no se realizaron declaraciones sobre lo discutido en la instancia. Tampoco fue informado el Sucsal. Desde este sindicato se advierte que en diez días se deberá comenzar a recoger la fruta de la nueva zafra, corriéndose el riesgo de perder la cosecha, si no se encuentran soluciones.

Déjà vu

En junio de 2016 Caputto se atrasó en el pago de salarios. En febrero de 2017 los trabajadores del packing de Caputto se declararon en conflicto por el incumplimiento en el pago de 450 licencias de 2015 y cerca de 50 salarios vacacionales de 2016 que tenían más de 45 días de atraso. Además, la empresa debía dos meses de antigüedad, de junio y julio de 2016, y 60 liquidaciones. A mitad de 2017 hubo otro conflicto por atrasos en el pago de aguinaldos. Los atrasos se reiteraron al final de la zafra 2017 y los reclamos de los trabajadores se extendieron durante todo el verano.

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