El jueves se celebró una nueva cumbre del Mercosur, en la que se formalizó el ingreso de Bolivia como miembro pleno, se oficializó un tratado de libre comercio (TLC) con Singapur y se bajó la prioridad a las prolongadísimas negociaciones para llegar a un acuerdo del bloque con la Unión Europea.

Allí, el presidente Luis Lacalle Pou insistió en que se deje a Uruguay negociar de manera independiente un TLC con China, y su discurso, que hace tiempo es recibido con indiferencia por el resto de las delegaciones presentes en Río de Janeiro, estuvo más bien dirigido al público de nuestro país.

Fue la última cumbre mercosureña para Alberto Fernández como presidente de Argentina, que entrega el poder a Javier Milei el domingo. Habrá que ver qué cambios de fondo trae la llegada del libertarian a la política exterior argentina, dado que en los pocos días que han transcurrido desde su victoria electoral ha venido “normalizando” sus posturas más excéntricas en distintos campos, pero lo cierto es que la postura del bloque regional hacia el TLC China-Uruguay ha sido estable a pesar de los cambios de signo político en el gobierno brasileño.

Nuestro editorial

Con todo, cabe notar que Luiz Inácio Lula da Silva no estará presente el domingo en Buenos Aires para la asunción de Milei, pero sí lo estará su antecesor, Jair Bolsonaro. Lo acompañarán otros referentes de la ultraderecha global, como el español Santiago Abascal, líder de Vox, y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán.

Aunque contará con esos apoyos simbólicos del exterior, Milei inicia un gobierno con muy poco peso en el Congreso, donde, sin embargo, buscará imponer desde los primeros días una “ley ómnibus” que incluye, entre otros puntos, una ambiciosa reforma del Estado y cambios en el sistema electoral.

En lo formal, el proyecto parece guardar algún parecido con la ley de urgente consideración (LUC) que Lacalle Pou logró tramitar en el legislativo uruguayo, donde su coalición gobernante contaba con mayorías suficientes. A pesar de eso, la LUC estuvo a muy pocos votos de ser derogada cuando fue sometida, meses después, a consulta popular. A pesar de su flamante pragmatismo, es improbable que Milei haya tomado nota de lo ajustado de aquel resultado.

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