Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

A Luis Lacalle Pou le quedan por delante sólo dos cumbres del Mercosur, el año que viene: una en julio, cuando le tocará asumir por tercera vez la presidencia rotativa del bloque, y otra en diciembre, cuando dejará ese cargo y ya se estará preparando para dejar también la presidencia de la República. No sabemos, por supuesto, a quién le pasará la posta en nuestro país, pero tampoco en el Mercosur, porque le tocará el turno a Argentina, y es difícil prever, entre muchas otras cosas relacionadas con Javier Milei, si asistirá a la reunión regional de presidentes de fines de 2024.

En las ocho cumbres en las que ha participado como presidente en ejercicio, incluyendo la de esta semana en Río de Janeiro, Lacalle Pou se ha dedicado a producir mensajes políticos para el mercado interno uruguayo, presentados aquí como acontecimientos relevantes para todo el Mercosur aunque, como ha sido fácil ver en los medios de comunicación de los demás países que lo integran, distaron mucho de ser noticias destacadas.

La tónica invariable de estos mensajes, condimentados con desplantes varios, ha sido reivindicar el presunto derecho de Uruguay a realizar por su cuenta tratados de libre comercio (TLC) con países ajenos al bloque, y anunciar que nuestro país se disponía a hacerlos con independencia de la opinión de los demás socios, en especial –y nada menos que– con China. Como Lacalle Pou no logró concretar nada en este terreno, nunca se supo qué tipo de reacciones se habrían producido, y con qué costos para nuestro país, si hubiera pasado de las palabras a los hechos, y cierta molestia inicial de los demás gobiernos se transformó con rapidez en indiferencia y hastío.

Sin embargo, como los destinatarios reales no eran ni son los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay, sino quienes en Uruguay dieron crédito a las promesas electorales de Lacalle Pou, y particularmente los grandes exportadores interesados en ampliar mercados y ganancias, el presidente insistió, insiste e insistirá. Ayer, en Río de Janeiro, les pidió a sus pares que “aceptaran” y “entendieran” que nuestro país “avanza primero” hacia un TLC con China, pese a que no hay el menor indicio de tal avance, y sostuvo que las negociaciones con la gran potencia asiática han sido saboteadas por “los respectivos servicios exteriores” de los demás integrantes del Mercosur (léase de Argentina y Brasil, porque Paraguay es el mayor de los pocos países que aún le adjudican a las autoridades de Taiwán soberanía sobre todo el territorio chino, y no tiene relaciones diplomáticas con las de Beijing).

A esta altura, el único motivo imaginable de la insistencia presidencial es consolidar un relato. Por un lado, y ante todo, fortalecer la idea de que él hizo cuanto era posible y podría haber logrado resultados si no se lo hubieran impedido los grandes socios del Mercosur; por otro lado, quizá, preparar el terreno para alegar en el futuro, si el 1º de marzo de 2025 asume un gobierno frenteamplista, que él había dejado todo encaminado para llegar a un TLC bilateral con China, y que si no se sigue por ese camino es porque faltan la decisión y la audacia de las que ha hecho gala en estos años.

Hasta mañana.