La denuncia de un cura de Malvín, Omar França, sobre “brigadas antitranseúntes –o “antipasta”– que están tomando justicia por mano propia” contra personas en situación de calle, generó alarma pública y la condena del sistema político, incluso del ministro del Interior, que, aunque no confirmó la existencia de una banda con esas características, sostuvo que sería “gravísimo” si efectivamente la hubiera y calificó estos ataques como “una barbaridad en nuestra sociedad”.

No es la primera vez que se sabe de un ataque violento a personas en situación de calle. En 2020, tres personas fueron agredidas por una “banda” que usaba bates de béisbol –la misma arma que, según la denuncia de França, utilizan los agresores que les describieron las víctimas en la parroquia Santa Bernardita–, ese mismo año, prendieron fuego a un hombre que vivía en situación de calle en Ciudad Vieja y la misma agresión vivió un hombre de 52 años, el sábado pasado, en Salto.

¿Cuáles son las motivaciones de quienes ejercen este tipo de violencia? ¿Hay homogeneidad o heterogeneidad en los móviles y en la organización de quienes llevan adelante estos hechos? ¿Qué experiencia hay en la región y el mundo sobre este tipo de fenómenos? El doctor en Antropología Marcelo Rossal planteó en diálogo con la diaria que “son bien conocidas las violencias que sufren las personas en situación de calle, tanto en Uruguay como en la región”, y que, de hecho, “el día que recuerda a las personas en situación de calle refiere a una masacre ocurrida en San Pablo”, así como “Pixote [un niño de la calle cuya vida es llevada al cine] ilustra las violencias sufridas” por esta población.

En Uruguay, sostuvo Rossal –que se especializó en el fenómeno de la pasta base–, “tenemos evidencia de distintos tipos de agresiones sufridas por las personas en calle –en algunos casos, me han referido a los antipastas– desde 2012”. “La primera vez que supe del asunto me resultó muy curioso. Estábamos realizando trabajo de campo acompañados por un estudiante universitario que preguntó con una excelente ingenuidad cómo eran los ‘antipasta’, ante lo cual un muchacho que vivía en la calle y usaba pasta base nos dijo: ‘Son nenes bien, esos que andan con championes caros, de resortes, gorrito caro, en moto’, a lo cual el joven universitario dijo con sorpresa ‘¡Pero son planchas!’”, recordó Rossal.

“Personas en calle me refirieron entre sus agresores: policías, ‘perros de las bocas que se la dan a alguien que debe o se mandó alguna’ y ‘antipastas’, que podrían ser cualquiera de los anteriores, o solamente vecinos al modo de los señores ricos que agredieron a un hombre en Ocean Park”, continuó Rossal, en referencia a la heterogeneidad del fenómeno, y consideró que “en nuestro país el caso de los antipasta se revela y oculta en distintos momentos, pero lo cierto es que la violencia hacia las personas en calle es materialmente consistente desde siempre y la modulación de dicha violencia tiene que ver con poderes de control del espacio más contundentes, como la Policía, o comerciantes que pagan a policías o milicias”; esto último, señaló, es algo que sucede en países como Brasil o Colombia.

“Efectivamente, hay gente que ataca y que agrede a las personas en calle, pero las motivaciones parecen ser variopintas; no es tan claro que haya una sistematicidad para realizar ataques a la gente en calle por estar en calle únicamente”, apuntó Rossal, aunque aclaró que “eso seguramente también pase porque muchas personas identifican a la gente que está en la calle como 'pichis', que es un concepto muy uruguayo que quiere decir pobre a la vez que delincuente”.

En este marco, Rossal dijo que el caso de Ocean Park es “preocupante, porque que un grupo de vecinos haga ese tipo de cosas tolerado por la Policía podría prohijar verdaderos grupos organizados, como los que no sabemos a ciencia cierta si hay o no operando hoy día”.

“Radicalización de la violencia”

Consultado por la diaria, Gabriel Tenenbaum, doctor en Ciencia Social especializado en Sociología, hizo una primera consideración sobre la denominación que se le ha dado al grupo de presuntos agresores denunciados por França en los medios de comunicación: “Llamarle 'brigada antipasta' podría ser peligroso, en términos de que podríamos estar ante un fenómeno sumamente eventual, coyuntural, de un grupo de amigos” que “no tiene por qué ser un grupo homogéneo, con cohesión, con una suerte de manifiesto social o político”.

Tenenbaum señaló que en el mundo existieron y existen grupos sociales que efectivamente “construyen a su enemigo y que actúan en consecuencia” haciendo uso de la violencia, y puso como ejemplo el Ku Klux Klan, un grupo supremacista blanco de Estados Unidos que surgió en la década de los 60, así como los movimientos de derecha radical en Europa. Sin embargo, sobre estos grupos “se sabe poco desde el punto de vista informativo y policial, y mucho menos a nivel de las ciencias sociales en Uruguay”, y por eso Tenenbaum hizo énfasis en la necesidad de tener “mucho cuidado con la forma de hablar de este tema, de precisarlo, de limitarlo, porque en realidad estamos muy en pañales”.

El sociólogo planteó que las situaciones de violencia contra personas en situación de calle y de pobreza en nuestro país se pueden enmarcar en una “sensibilidad social tendiente a llevar adelante acciones de castigo, de crueldad”, y consideró que esta “radicalización de la violencia” se “puede encontrar en distintos planos, tanto en las formas de hacer morir en el marco de homicidios que ocurren en el mercado de las drogas ilegales como en el Estado cuando lleva adelante sus políticas criminales de represión, y hasta lo que sucede en las cárceles”.

Si bien destacó que, “obviamente, en la larga historia de la humanidad la violencia ha disminuido” en las dos últimas décadas, “y sobre todo en la última, hay una suerte de fortalecimiento en Uruguay de una tendencia hacia la radicalización de la violencia, que un poco se funda en este configurar a ese enemigo que puede no tener ningún tipo de justificación ni de razón”. En ese sentido, Tenenbaum afirmó que esta “configuración de enemigos” puede basarse simplemente en “estructuras emocionales; una sensibilidad hacia cosas que rechazamos o que creemos que no deben ser, que creemos que dañan la sociedad o que no queremos ver”.