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Fabián Estoyanoff, de Peñarol, y Marcelo, de Real Madrid, durante el partido por el Trofeo Santiago Bernabéu, en Madrid, España.

Foto: Efe, Fernando Alvarado

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Peñarol perturbó al Madrid, pero no alcanzó (2-0)

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Aunque hay más gente mirando, te voy a contar a vos, Ruso, por ser amigo y manya, cómo fue la cosa desde el lugar mismo de los hechos. Aunque los hechos no son lo que parecen. Lo que te digo es que el partido no importaba mucho; de los goles, la formación y la derrota de Peñarol, ¿qué te puedo decir? Claro que si salía todo bien y ganaba tu cuadro era para reenganchar hasta el lunes que viene de fiesta. Pero estaba brava, así que el partido sirvió para lo que debía. ¿Preparar el equipo? No, producir historias que contar en los años que vienen.

Uno

Te digo que viéndolo así, el hecho fundamental del partido fue después de los 40 minutos del primer tiempo, cuando el Pato Sosa despeina a Cristiano Ronaldo. No me digas que no es más significativo que cualquier movimiento táctico. Ah, qué significa, no lo sé muy bien, pero es para libro y película. Yo pegué un saltito en el palco de prensa, pero estaba medio fifí el ambiente ahí y fui un poco incomprendido, creo. Sé que me entendés, Ruso, pero como también está leyendo esto otra gente, digo que soy consciente de que otro aspecto importante era dejar una buena imagen. Evitar ese 7 a 0 que hubiera cancelado cualquier invitación a equipo uruguayo alguno hasta el 2050. Bueno, eso se logró. El Madrid tuvo varias lagunas pero fue más, sobre todo al empezar, cuando pegó una en el palo a los dos minutos y tocó como un equipo inteligente y veloz. Pero Peñarol lo aguantó y tiró alguna pelota larga: a los diez minutos el Lolo ya estaba corriendo esas bolas, a veces bien puestas. En el entretiempo daban Coca-Cola gratis y me tomé dos, Ruso.

Dos

La hinchada de Peñarol se dio el gusto de llevar banderas que decían: “Ni en España te abandono” o “Los manyas de Madrid”, o aunque sea “Reducto”, que no significa lo mismo llevarla a Chamberí que a Belvedere (acá mi asistente lingüístico me apunta que eso es “la indexicalidad del lenguaje”). Imaginate que podés decir esas mentiras de “te sigo a todos lados” y que sea más o menos verdad. Hasta se daban el gusto de cantarles a los locales que estaban con miedo (no respondían, creo que más que por miedo, por incomprensión de la jerga de la caterva). Estar ahí, curiosamente en lo que sería la Ámsterdam, es algo. Para un hincha de Peñarol que está viviendo acá, es algo. Ésa es otra historia del partido, la de los tipos que gritaron hasta el final y seguro se emocionaron. Pero arranca el segundo tiempo y van cero a cero, entonces, Ruso, el que labura acá desde la crisis de 2002 y le bastaba con ver a Peñarol, ahora lo quiere ganar, ¿entendés? Ya le viene el arranque místico.

Y piensa que el Madrid hizo toda la fiesta, y que ahora venimos y le escupimos el asado, o más bien la tortilla de patatas. Vos también te habrás hecho la película, sobre todo pensando en la cantidad de amigos bolsos que tenés. Y ya iban casi 20 del segundo tiempo. Ahí se detuvo el tiempo y lo que viene hay que imaginárselo en cámara lenta. Pelota que cae al área de ellos, en la tribuna donde estaba la hinchada carbonera, melena de Pato Sosa al viento, cabezazo y gol. Ese segundo fue más literario que futbolístico, era perfecto, ¿no? Vos que sos manya me dirás si no prefieren ese gol que uno de lujo de Pacheco. En fin. La Matrix volvió a su lugar, porque era posición adelantada. Los nietos de Sosa se salvaron de ser atomizados con la misma historia por años y las decenas de cuplés del Pato Sosa como rey de Madrid se autodestruyeron.

Tres

En la recarga, retornó la razón y gol del Madrid, tras gran jugada de Ángel Kafka Di María, que cortó fainá varias veces y quebró caderas, para definir tranquilo después. En lo que quedaba de partido, ya no había lugares para locas pasiones. Cristiano, que no había jugado mal, se perdió alguna. Peñarol no pudo y los locales lo manejaron bien. Recién ahí se reintegró el clima de fiesta con el que había arrancado el partido, antecedido con un montaje de cine cuando los fichajes recientes caminaron hacia el medio de la cancha y una música épica reventó el estadio. A ver a Benzema, a pedir otro gol. Al final el holandés Van der Vart hizo uno de penal, como para que la gente no empezara a murmurar que al final Mourinho no es para tanto. Nadie pensaba en Peñarol, pero no había hecho mal papel. No me pidas que interprete al Peñarol del Apertura a partir de estos 90 minutos porque no puedo.

Epílogo

Ah, faltando diez minutos, Ruso, una “azafata” del Real Madrid me dio un papelito. Es para que la prensa vote al mejor jugador del partido. Habían jugado bien Di María, un tal Pedro León, el Lolo… Me tenté. ¿Y si pongo al despeinador? Es lo que correspondería, en el caso de que yo fuera un irresponsable que prefiere un buen cuento a la verdad del fútbol.

Detalles

XXXII edición del Trofeo Santiago Bernabéu. Estadio Santiago Bernabéu. 65.000 espectadores (unos mil, hinchas de Peñarol). Árbitro: Ramírez Domínguez (del colegio andaluz). Real Madrid (2): Iker Casillas; Lass (46’ Arbeloa), Sergio Ramos, Carvalho (74’ Mateos), Marcelo (71’ Juanfran); Khedira (46’ Gago, 55’ Di María), Xabi Alonso, Canales (59’ Granero); Cristiano Ronaldo (81’ Van der Vaart), Özil (59’ Pedro León), Higuaín (46’ Benzema). Peñarol (0): Sebastián Sosa; Matías Aguirregaray (71’ Corujo), Gerardo Alcoba, Guillermo Rodríguez, Emiliano Albín; Nicolás Domingo (86’ Alejandro González), Marcelo Sosa, Egidio Arévalo Ríos, Martinuccio (86’ Alonso); Antonio Pacheco, Fabián Estoyanoff (79’ Collazo). Goles: 68’ Di María, 90’ Van der Vaart, de penal.

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