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Primeros internos de Punta de Rieles constataron las fallas estructurales.

Era parte de la estrategia que desde el Instituto Nacional de Rehabilitación se habían trazado, en coordinación con el Ministerio del Interior, para determinar si el reciclado cuartel cumplía los requisitos de seguridad para el alojamiento de personas privadas de libertad. Con la llegada el 13 de diciembre del primer grupo de presos provenientes del Comcar, varias fallas y falencias quedaron al descubierto.

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Por ejemplo, una puerta se desplomó por estar mal soldada, también se advirtió que las puertas de las celdas podían ser sacadas y eventualmente usadas como escudos, ya que los enganches estaban colocados todos en la misma dirección. Esa situación ya fue corregida, según las fuentes carcelarias consultadas por la diaria. Cuando se puso fecha al primer traslado de reclusos las obras en Punta de Rieles aún no estaban terminadas, y tampoco lo están ahora.

La empresa contratada para tales fines retomaría las obras la semana próxima, y además de otros ajustes que falta resolver vinculados a la seguridad y a las condiciones de alojamiento, también tendrán que concluir las instalaciones destinadas al personal militar que se encargará de la custodia perimetral. Hasta el momento la nueva cárcel no cuenta con ese servicio, lo cual implica un riesgo que hasta ahora no se ha manifestado.

No ha habido intentos de fuga u otros episodios conflictivos, algo que se explica por “el buen relacionamiento preso-Policía” que se ha forjado a lo largo de este mes de convivencia. Quienes hasta allí llegaron saben que cualquier sanción que reciban puede derivar en un retorno al principal centro de reclusión del país, y el más hacinado de todos, como le ocurrió a uno de los primeros 50 que llegaron, luego de que le detectaran algunos porros en su poder.

En el transcurso de este mes varios de los internos lograron la libertad, generándose vacantes que fueron cubiertas. La capacidad máxima que tiene Punta de Rieles es de 56 personas, cifra que fue alcanzada, aunque actualmente se redujo a 52.

Quienes estrenaron el nuevo edificio también hicieron notar a las autoridades que no tienen espacios de sombra para ellos ni para recibir a sus familiares los días de visita, lo cual en una tarde de enero puede significar que el momento para compartir se convierta en un calvario, sobre todo para niños y personas mayores que se trasladan para ver a los suyos. Ya está prevista la adquisición de un cobertor para solucionar este problema.

En las próximas semanas podrían concretarse nuevos traslados masivos, ya que se cuenta con la posibilidad -en virtud del avance de obra que se logró en diciembre- de albergar a unos 150 individuos más, pero en este caso el condicionante es la cantidad de funcionarios policiales disponibles, y el ajuste de las medidas de seguridad, tanto para los presos como para los efectivos. En breve egresará de la escuela de formación penitenciaria un grupo de estudiantes, cuyo primer destino será Punta de Rieles.

Mientras, los actuales habitantes del cuartel cárcel y sus custodias aceitan la convivencia. Las celdas se cierran entre las 22.00 y las 22.30 hasta la mañana siguiente; los baños son colectivos y los presos deben tocar un timbre para que el guardia les franquee el paso. En los primeros días sonaba mucho y eso generaba molestias y roces, ya que, una vez más, la cantidad de funcionarios no permite una movilidad masiva.

Los planes cercanos incluyen determinadas instalaciones para generar un espacio de movilidad fuera de las celdas y así extender el horario de cierre hasta la medianoche, pero para eso también habrá que esperar que la empresa constructora reinicie su labor, que los militares ocupen sus puestos y que lleguen los refuerzos para garantizarlo. Siempre y cuando los primeros ocupantes de Punta de Rieles no encuentren otros desperfectos.

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