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Luces y sombras en Ascencio

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Ceremonia en el área rural de Soriano.

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El paraje Grito de Asencio queda a 11 kilómetros de Mercedes. Las tierras donde se libró la pelea el 28 de febrero de 1811 pertenecen a una estancia cuyos dueños donaron el sitio para conformar el parque Admirable Alarma. Las únicas construcciones allí son unos monolitos de material que simbolizan los 19 departamentos, cada uno representado por su escudo. El atractivo del lugar lo conforma su vegetación, una variada gama de montes nativos autóctonos de porte pequeño, mediano y grande. En el parque sobresalía el campamento de jinetes de la Marcha del Grito de Asencio, instalado desde el día anterior, donde decenas de familias habían pasado la noche en carpas de particulares, del Ejército, en tolderías de lona y también en vehículos (ver recuadro). Asimismo se destacaba una cantina improvisada que incluía una parrillada y era gestionada en beneficio de la escuela rural 79, llamada Asencio.

Mundo aparte

La Marcha del Grito de Asencio, como otros desfiles, es una tradición que involucra a familias enteras, porque los niños y las mujeres los acompañan y muchos de ellos participan, vestidos de gauchas y gauchos de pies a cabeza. Esta vez la marcha fue más larga que años anteriores. Se desarrolló en cuatro etapas: el viernes partió a las 8.00 de Playa Agraciada y llegó a Concordia, el sábado arribó a Villa Soriano, el domingo se trasladó a Asencio, de donde partieron ayer de tarde rumbo a Mercedes para realizar el “megadesfile” anunciado en el cronograma de actividades. Participantes que tranquilamente mateaban ayer de mañana, previo al comienzo del acto oficial, contaron a la diaria que durante el trayecto, de más de 100 kilómetros, se fue sumando gente: salieron de Agraciada en 200 caballos, el sábado eran 500 y ayer esperaban llegar a los mil. Entre los que se unieron estaba la Sociedad Nativa del Rincón de las Gallinas, de Fray Bentos, que el domingo recorrió 70 kilómetros para llegar al sitio. Wilson García, secretario de esa sociedad, dijo que participaban más de 20 jinetes y que se iba a una velocidad de siete minutos el kilómetro. En su caso la tradición le había llegado por su padre, que era tropero del frigorífico Anglo. Mencionaron que es característico acudir a otros sitios conmemorantes de batallas, como a una donde ganó Rivera o a la Meseta de Artigas, en Paysandú. Temprano en la mañana y sin cara de sueño, dos niños contaron su experiencia. Uno de ellos dijo haber dormido afuera de la carpa porque adentro no tenía lugar, aun así no se quejaba y estaba expectante de todo; había pasado a sexto año pero parecía tener varios desfiles encima. Dijo que no estaba seguro, pero que tenía ganas de continuar estudiando en la escuela agraria.

Llegamos al lugar poco después de las 8.00, y reinaba la calma absoluta. A las 9.00 se inició la ceremonia, con el arribo de un buen número de políticos nacionales (ver página 4). La banda del Ejército tocó el Himno Nacional al iniciar el acto y “Marcha mi bandera” al final. Los presentes cantaron y todo resonaba en el extenso espacio verde con un preciosísimo día celeste. Varios jinetes vestidos de gauchos filmaban la escena desde sus teléfonos celulares.

En vías de extinción

Como en todo acto patrio, había banderas y abanderados. Estaban los de la Armada, los del Ejército, los de la Policía, los niños de un colegio privado y los de la escuela 79. Estos últimos llamaban la atención de manera especial, porque algunos escoltas no llegaban a la estatura de un niño de primer año.

Al finalizar el acto la maestra directora, Marta Zugnoni, estaba trabajando en la cantina. En diálogo con la diaria explicó que a la escuela concurren en este momento cinco niños, de cuatro años a quinto grado. “Ha bajado la matrícula, es una zona donde no hay mucha población de niños, muchos padres trabajan en la ciudad y por seguridad se los llevan con ellos al trabajo y van a la escuela urbana, por eso es que la matrícula es baja”. Agregó que al menos tienen la garantía de que la escuela seguirá existiendo hasta que egresen los más chicos: “Siempre esperamos que la matrícula aumente, la realidad del niño rural es diferente al de la ciudad, ésa es la esperanza que tenemos los maestros rurales, que la escuela rural siga estando”, explicó.

La ganadería y la agricultura son las dos grandes fuentes laborales. Entre los participantes de la marcha estaba Darío Salaberry, procedente de San José y encargado desde hace cinco años de la estancia Asencio, que fue la que donó el predio del parque Admirable Alarma. Estaba acompañado por su hija Viviana, recibida de maestra hace dos años, quien con un vestido amarillo largo hasta los pies también montaba su caballo en el marco del desfile. El hombre contó a este medio que sus otras dos hijas viven en el área metropolitana, donde estudian y trabajan; comentó que cuando puedan ellos también van a mudarse a la capital del país. Luego opinó: “La campaña de a poco va a ir desapareciendo, los que se quedan en el campo van a ser las familias que no puedan mandar a sus hijos a estudiar”.

En diálogo con la diaria Julio Rivero, trabajador rural de 54 años que también estaba atendiendo la cantina, contó su punto de vista respecto al trabajo del campo en la actualidad. “En estos parajes por lo menos estamos trabajando, no mucho pero estamos trabajando. El campo está medio jodido porque se gana poco y además porque ha bajado el trabajo que nosotros hacemos de ganadería y todas esas cosas, antes se trabajaba mucho con ovejas, vacas, novillos, ahora los están encerrando a todos con la cuestión de feed lot [corrales de engorde, donde los animales no están a campo abierto]. La gente de a caballo se ve cada vez menos, en una tradición así se ve mucha gente, pero nosotros de a caballo en la ganadería tirábamos tiro lazo y ahora, prácticamente, lo están terminando con la cuestión de la soja, con todos esos sembrados que están haciendo, con esas máquinas modernas que han traído. A nosotros nos están tirando al suelo”.

En el acto se mencionó la importancia de ir a las raíces para reforzar la identidad nacional y se homenajeó también la figura del gaucho. Pero nadie habló de esta realidad subyacente, del despoblamiento rural que afecta al país desde hace ya muchas décadas. Tal vez el tema estaba implícito. Ojalá, si es que quieren tenerse jinetes dentro de otros 200 años.

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