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Construcción de viviendas para madres adolescentes y para militares, en el marco del Plan Juntos, en La Teja.

Foto: Javier Calvelo

Sobre nuevos cimientos

6 minutos de lectura
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Un grupo de madres adolescentes que viven en el hogar La Bonne Garde construye su casa a través del Plan Juntos.

En el corazón del barrio montevideano La Teja hay una institución que trabaja, entre otras poblaciones, con madres adolescentes. El programa “Residencia transitoria” da alojamiento y atención integral a doce chicas y a sus respectivos hijos, a través de un convenio con el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU). En abril siete de esas adolescentes comenzaron a participar del Plan Juntos y construyen actualmente sus futuras viviendas.

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Editar

La Bonne Garde es una asociación civil sin fines de lucro creada en 1911 (ver recuadro Hogar para crecer). Está situada en la calle Juan Cayetano Molina entre Luis Batlle Berres y Manuel Herrera y Obes. Las adolescentes llegan a través del Centro de Estudio y Derivación de INAU. Un equipo de esta institución se entrevista con la adolescente: "Si nosotros vemos que tiene un perfil como para que pueda hacer un proceso y sostener una vida compartida con otras gurisas, se le explica cómo se vive, las reglas, las normas y ella decide", explicó a la diaria Adriana Corp, integrante del equipo de dirección de La Bonne Garde. Generalmente llegan luego de haber estado en otras instituciones, pero también por estar en situación de calle o tras haber tenido un conflicto con sus familias luego de haber quedado embarazadas.

Pequeños núcleos

La residencia tiene capacidad para doce adolescentes con sus hijos. Habitan tres apartamentos, cada uno tiene dos dormitorios, cocina, living comedor y un patio; viven cuatro adolescentes por casa. "La distribución física hace a la idea del proyecto de autogestión, que las chicas puedan elaborar sus alimentos, organizar la limpieza, el cuidado de sus hijos y de ellas, hacer los mandados", detalló Viviana Benvenuto, coordinadora del hogar.

Dulce hogar

La Bonne Garde fue fundada por "un grupo de damas de alta sociedad que se inquietaron por las gurisas que quedaban embarazadas y compraron una casa en Atanasio Lapido, en Pocitos", explicó Adriana Corp, integrante del equipo directivo de la residencia. Tiempo después pasó a las hermanas del Verbo Encarnado, que trasladaron el hogar al Prado, en una casa sobre la calle 19 de abril, donde hoy funciona el Idejo.

Corp relató que en 1993 una de las religiosas propuso "mudarse a un barrio más obrero, más colectivo, donde las gurisas pudieran insertarse, sentirse mejor y no solamente tuvieran que salir a trabajar como empleadas domésticas. Así vinieron a la calle Molina". En 1995 la asociación pasó a manos de un equipo laico.

El proyecto se orienta a mujeres adolescentes y adultas "embarazadas y/o madres provenientes de la periferia oeste de la ciudad de Montevideo, particularmente de La Teja, Tres Ombúes, Cadorna, Nuevo París, Paso de la Arena y Paso Molino".

Además de la residencia transitoria, la institución desarrolla programas de fortalecimiento de las autonomías de progreso (acompañamiento socioeducativo en proceso de independización con apoyo en viáticos y en procesos psicoterapéuticos); capacitación y formación para la inserción laboral (de las adolescentes y también de madres y padres de proyectos anteriores y mujeres jefas de familia con hijos a cargo); prevención y educación en salud; y participa en redes de infancia, adolescencia y juventud.

Tiene convenios con INAU, el Instituto Nacional de Alimentación, de la Juventud, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Intendencia de Montevideo, el Ministerio de Desarrollo Social y con instituciones públicas y privadas.

"Es un proyecto de autogestión, es un hogar abierto, las gurisas están con sus hijos, van a trabajar, a estudiar, a bailar, salen, entran, llevan sus hijos a la guardería, es una vida en comunidad", contó Corp. Los guías directos en la convivencia son los educadores que, distribuidos en tres turnos, cubren las 24 horas; durante el día se relacionan con el resto del equipo. Se intenta que sea lo más parecido a una casa; "si bien la institucionalización es un quiebre con el afuera, se trata de que sea lo menos posible y que los lazos hacia afuera sigan tendidos. La familia viene a visitarlas y si no está se la llama, se la busca. Se trata de no perder eso, porque esto es transitorio, es un momento en la vida de ellas y después tienen que volver afuera más fortalecidas o habiendo aprendido algunas cosas", dijo Benvenuto.

La mayoría de las chicas que viven actualmente en el hogar tienen entre 16 y 17 años. Teóricamente la residencia termina al adquirir la mayoría de edad, pero Corp comentó que "puede pedirse una prórroga, si uno fundamenta que más allá de los 18 años la chiquilina no está pronta para egresar, se evalúa conjuntamente [con INAU] y se le da un año más por lo menos, hasta los 21 como límite".

El equipo pone énfasis en el vínculo madre-hijo "no es sencillo, tratamos de que ellas no repitan con sus hijos la historia de sus mamás", dijo Corp aludiendo a situaciones de abandono, violencia o dificultades para mantener el vínculo.

Varias de ellas continúan el liceo a través de las Áreas Pedagógicas, alternativa al sistema formal conveniada por el Consejo de Educación Secundaria e INAU, donde se les ofrece un vínculo más personalizado y pueden cursar asignaturas por semestre. Corp comentó que la posibilidad de retomar los estudios se ve caso a caso: "Depende de cada una, si vienen con un liceo encaminado y tienen la fortaleza de poder terminarlo y sostenerlo les decimos que sigan, pero otras veces es más difícil porque no hay mucho tiempo y ellas tienen que sobrevivir, son las jefas de hogar, van a tener que mantener una casa y es muy complicado".

Por otro lado, a través de convenios laborales implementados desde La Bonne Garde las adolescentes se insertan, al menos temporalmente, en el mundo del trabajo.

El techo

La falta de oportunidades laborales y de acceso a la vivienda son dos grandes dificultades que tienen que enfrentar las adolescentes. Por eso la residencia se abrió de inmediato a la invitación de participar en el Plan Juntos, propuesta que les llegó a través del Centro Comunal Zonal 14. Corp explicó que para seleccionar a las siete chicas el equipo consideró “cómo estaban de fortalecidas en ese momento, porque sostener una cosa de éstas no es fácil”.

El terreno donde vivirán está sobre Luis Batlle Berres casi Ruta 5, en el barrio Nuevo Sarandí. El predio queda a unas quince cuadras al oeste del hogar y es inmenso; más adelante se edificarán allí cooperativas de vivienda. Al Plan Juntos le corresponde la franja del terreno que está sobre Luis Batlle Berres, que es la que se ha nivelado; en ella se construirán 14 viviendas: siete para las adolescentes y siete para militares. Las primeras reuniones comenzaron en abril y se espera que lleve un año de obra.

Es un plan de autoconstrucción, los beneficiarios tienen que cumplir con 20 horas semanales de trabajo y participar de las asambleas. El seguimiento en el terreno está a cargo de un equipo del Plan Juntos; La Bonne Garde coordina con el Área Social del Comunal 14 y con el municipio.

la diaria visitó el lugar el jueves de tarde. Por ahora hay dos construcciones: una donde se guardan los materiales y otra que oficiará de guardería. Cuatro o cinco chicas trabajaban junto a algunos hombres para terminar esa misma tarde el piso de lo que será la base de una construcción. La labor en serie iba al ritmo de la hormigonera; algunas cargaban pedregullo, otras arena, agregaban el agua y el portland a la máquina, que cada poco se volcaba para una carretilla que transportaba la mezcla hacia el futuro piso.

la diaria dialogó con Katy y Karen, ambas de 17 años. Katy tiene una niña de 9 meses y hace un año que está en La Bonne Garde; Karen está allí desde hace casi un año y medio y tiene un niño de 14 meses. Ambas trabajan de mañana de limpiadoras a través de convenios promovidos por la residencia. Las referentes de la institución explicaron que las que trabajan de mañana, de tarde van al terreno, y viceversa. “A la interna del hogar, la organización cotidiana de las adolescentes y los niños está siendo un desafío interesante; el hecho de que ellas puedan cumplir con esas horas, estar a su vez con sus hijos, trabajar cuatro horas mientras las demás gurisas cuidan los chiquilines de las que se están haciendo sus casas, da mucho trabajo”, dijo Corp.

Respecto a la oportunidad de participar del plan, Katy comentó: “Está bueno, pasar de no tener nada a tener una casa -que la tenemos que construir nosotros día a día-, pero saber que después no vamos a tener que pagar nada, o si tenemos que pagar algo van a ser mínimas cuotas, está bueno. Aparte nos llevamos bien con los compañeros, con los capataces, está bueno, si no, no podés trabajar bien”.

“Los primeros días yo no hacía nada porque no sabía, hacía si me ayudaban. Ahora hago un poco más”, relató Karen, y su compañera acotó “al principio a todas se nos complicaba, de pasar de limpiar un piso a hacer una casa como que no, pero después nos fuimos acostumbrando y ahora hacemos todo por igual. Un rato hacés hierro, otro levantás paredes, revocás, o hacés bolseado, que es revocar con la mano”, detallaron.

En relación a La Bonne Garde, Katy expresó: “El ambiente es bastante lindo, es hermoso estar ahí adentro, aparte te enseñan a ser madre, nosotros no nacemos sabiendo ser madres, yo aprendí muchas cosas, me gusta cómo tratan a mi hija, cómo nos tratan a nosotras, siempre nos están dando para adelante, nos acompañan en todo, es lindo”.

Con otras palabras, Corp señaló algo similar: “Lo principal de estas gurisas es que puedan empezar algo y sostenerlo, en todo: una pareja, un trabajo, un Plan Juntos, el ir a bailar con frecuencia o pasear por el Prado o por el Parque Rodó, ir a la playa, cosas que muchas veces no pueden sostener por la baja estima que tienen de ellas mismas”.

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