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Liliam Kechichian y Susana Rostagnol en la presentación del libro Consumidores de sexo, en el Ministerio de Turismo

Foto: Javier Calvelo

La cosificación del otro

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Investigación socioantropológica hace foco en quienes pagan para obtener placer sexual.

La sala Horacio Arredondo del Ministerio de Turismo y Deporte estaba repleta ayer de tarde cuando se presentó el libro titulado “Consumidores de sexo”, cuyo subtítulo da pauta de la investigación “Un estudio sobre masculinidad y explotación sexual comercial en Montevideo y área metropolitana”. Tanto los oradores como el público comentaron con gratitud la alta concurrencia, lo que es importante para colocar el tema en la agenda política y social. El estudio establece conexiones entre la construcción de la masculinidad y la vulneración de derechos de la persona que pasa a ser un objeto sexual comercial.

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La Red Uruguaya de Autonomías (RUDA) se encargó de la investigación a solicitud de la Organización de las Naciones Unidas. La antropóloga Susana Rostagnol fue quien coordinó el trabajo del equipo integrado por Pablo Zouain, Rafael Bazzino, Maximiliano Duarte y Victoria Laporte. Si bien el núcleo era interdisciplinario, predominó el corte socioantropológico. Los varones hicieron observación participante en casas de masaje, whiskerías, discotecas, prostíbulos, locales de karaoke y en circuitos de parques y plazas; también se concretaron entrevistas individuales, colectivas y grupos focales, en los que hombres -que podían o no haber pagado por tener sexo- hablaron de sexualidad y prostitución.

Explotación infantil

Rostagnol explicó que el estudio partió de una investigación previa sobre adolescentes en situación de prostitución en Montevideo y el área metropolitana que, entre otras cosas, concluyó que “la demanda antecede a la oferta, siempre había una demanda que provocaba la situación de prostitución y luego la adolescente continuaba en ella, o caía en una red”. Pero el campo se amplió a los consumidores de sexo en general, porque era difícil delimitar su abordaje. De todos modos, surgieron datos específicos sobre cómo se ve la explotación sexual infantil. “Lo que más nos llamó la atención es la alta tolerancia al consumo de sexo hacia adolescentes”, dijo Rostagnol, que aclaró que no tomaron el consumo sexual de niños y niñas porque hay una condena social generalizada. Se observó una indiferencia respecto de si la chica era menor o mayor de edad, y las respuestas de los varones se excusaban en que el desarrollo del cuerpo y el maquillaje hacían que parecieran mayores. Rostagnol señaló algo más: “Es un mundo muy adultocéntrico, se cree que la adolescente de 14 o 15 años años es consciente de lo que hace o se piensa que lo hace porque quiere. [Esa visión] le da un poder mental, un poder de persona que no tiene, porque una chiquita de 15 años en una situación de pobreza no tiene la capacidad de consentir libremente prostituirse”, y añadió que esa perspectiva hace distribuir las responsabilidades.

Si bien la investigación no refiere únicamente al comercio sexual de menores de edad, la presentación hizo énfasis en ella. Jorge Ferrando, director del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, insistió en la necesidad de implementar “acciones decididas de protección a niños, niñas y adolescentes que por diferentes circunstancias están siendo explotados, utilizados como una mercancía para consumo de adultos”. También Liliam Kechichian, subsecretaria de Turismo y Deporte, mencionó que se está trabajando con hoteles y agencias para que no incorporen el turismo sexual infantil como un producto más. Asimismo, la trabajadora social Andrea Tuana habló sobre la explotación sexual infantil; insistió en que no se ha logrado colocar el tema en la agenda y recordó la necesidad de apuntar a la prevención, de “deconstruir las masculinidades hegemónicas” y contar con programas de rehabilitación y servicios de atención especializados para niños, niñas y adolescentes. Remarcó que es urgente “tener una respuesta policial de calidad porque si este tema no lo llevamos hacia la represión del delito y el combate de la impunidad tampoco podremos salir eficazmente”.

Luis Purtscher, coordinador del Comité Nacional para la Erradicación de la Explotación Sexual Comercial y no Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes (Conapese), habló de “una sociedad que se construye violando derechos humanos” y cuestionó el término “cliente”. Adelantó que el Conasepe, junto con Unicef y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, implementará servicios especializados para atender a víctimas de explotación sexual comercial.

Perfiles y trasfondo

Rostagnol indicó que intuían que había diferencias entre los consumos de sexo heterosexual y homosexual, y que lo comprobaron: “En las relaciones de consumo heterosexual hay una relación de mucha inequidad, hay una dominación muy fuerte del que compra sobre la que vende -en adultos o con adolescentes, da lo mismo-. En el caso de los homosexuales vimos en general que no existe esa relación tan abrupta, es mucho más igualitario el trato entre el que compra y el que vende”. En el libro se alude a que ambos comparten la estigmatización social.

No se halló un perfil de los clientes: “Profesionales, empresarios, albañiles, desocupados, jóvenes, veteranos”. Rostagnol agregó que están los que consumen como parte de una sociabilidad -van con sus amigos a una whiskería, por ejemplo- y otros lo hacen más en solitario, prefieren una casa de masajes para que nadie los vea. Por otra parte, identificaron públicos específicos en los karaoke de la Ciudad Vieja, donde acuden básicamente los marineros del sudeste asiático.

Una de las principales recomendaciones de la publicación apunta a profundizar y transversalizar la educación sexual “y también todo lo que tenga que ver con derechos humanos”, dijo Rostagnol, “porque lo que hay en última instancia es una falta de respeto hacia el otro, la no consideración de un otro. El hecho de que se hable poco es que la sociedad lo consiente, no se horroriza”.

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