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Amy Ludlow y Ruth Armstrong, en la jornada sobre educación, trabajo y arte en cárceles, el viernes, en el edificio anexo del Palacio Legislativo. Foto: Federico Gutiérrez

Otro tipo de libertad

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Ruth Armstrong y Amy Ludlow son docentes e investigadoras de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, y llevan adelante el programa de educación universitaria en cárceles Aprender Juntos. Como parte de su recorrida por varios países, decidieron visitar Uruguay para saber más sobre el trabajo conjunto de la Universidad de la República (Udelar) y el Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), relación consolidada con un acuerdo en 2016 y reafirmada en diciembre por el Consejo Directivo Central (CDC) de la Udelar. Según dijo a la diaria Gabriela Pasturino, del área de Derechos Humanos del Servicio Central de Extensión de la Udelar, la visita de las investigadoras fue “muy motivante” porque se hizo evidente que ambos países “trabajan más o menos con las mismas bases y con los mismos marcos de referencia, y sirvió a la interna del equipo de trabajo para repensar lo que se está haciendo”. Just Is Learning Together es el programa en el que trabajan las investigadores que visitaron Montevideo la semana pasada. “Utiliza el aprendizaje como un medio para conectar a personas que, de otro modo, no lo harían. Su objetivo es hacer esto mediante la cocreación de espacios de aprendizaje dentro de la prisión, donde los estudiantes que están actualmente encarcelados estudian junto a estudiantes de una universidad local. Prioriza la entrega interactiva de contenido educativo rigurosamente académico”, definen las inglesas en su artículo de presentación.

Según destacan las investigadoras, “desde Estados Unidos hasta Europa, los países con altos índices de encarcelamiento han comprendido los costos económicos y sociales de dar prioridad a las políticas desacreditadas de ‘mano dura contra la delincuencia’. Las crisis económicas han suscitado una reflexión moral sobre la política penal. Este estudio piloto de Learning Together nos ha puesto de relieve la necesidad de comprender no sólo las experiencias de los individuos que participan en los cursos, sino también los impactos institucionales más amplios de las culturas de aprendizaje colaborativas y conectadas”.

Durante los tres días que estuvieron en Uruguay, las inglesas tuvieron reuniones con algunos docentes y estudiantes que hacen las tutorías en las cárceles de mujeres y en el ex Comcar (Unidad Nº 4), y ahí “estuvieron discutiendo el rol de la Udelar y la perspectiva de trabajo que se tiene”, comentó Pasturino. Además de reuniones particulares con las diferentes autoridades, las académicas participaron en una mesa abierta en la que se discutieron las vivencias relacionadas con la educación, el trabajo y el arte en las cárceles, con la presencia de distintos directores y de dos reclusos de Punta de Rieles que comentaron su experiencia en la Usina Cultural Matices, de la Unidad Nº 6.

La Udelar trabaja con una meta muy similar a la inglesa; en diciembre de 2016, el CDC aprobó una serie de directivas que se proponen institucionalizar las iniciativas que diferentes facultades de la Udelar ya llevaban a cabo. Entre ellas se plantea “un relevamiento de cuáles son las personas privadas de libertad que estarían en condiciones de realizar estudios universitarios y sus intereses”, “coordinar la existencia de pautas más flexibles para la inscripción a carreras universitarias” y “avanzar en los pasos jurídicos más concretos que expliciten los mecanismos de instrumentación de las acciones y actividades”. Según Pasturino, “en la Udelar se está haciendo un trabajo intenso de institucionalización, desde el Programa Integral Metropolitano, que trabaja desde hace muchos años con la Unidad Nº 6 de Punta de Rieles, hasta la Facultad de Psicología y la de Ciencias Sociales, que desde tiempo atrás trabajan con estudiantes en privación de libertad”.

Posibilidades concretas

Según dijo a la diaria Juan Miguel Petit, comisionado parlamentario para el Sistema Penitenciario, parte organizadora en el encuentro de la Udelar con Cambridge, las inglesas “logran unir la alta investigación académica con la demanda de políticas sociales en los contextos más urgentes, como la cárcel, y eso deja abierto el desafío y la invitación para los nuevos roles que puede cumplir la universidad en la cárcel”. “Ya hay un avance, una línea de trabajo con el Área de Extensión y de Derechos Humanos en particular, pero todo se puede potenciar, y pensar en algún mecanismo de certificación de cursos, porque hay muchas líneas de trabajo que estaría bueno que tuvieran una acreditación formal”, dijo Petit.

En este sentido se movieron las inglesas que presentaron la experiencia de su país, en la que algunos presos realizan cursos, no carreras, que luego son acreditados en su vida universitaria. De hecho, ahora están trabajando en la posibilidad de que los estudiantes privados de libertad puedan hacer distintos cursos, según sus intereses, en diferentes universidades y que después puedan acreditarlos en una sola escolaridad.

“Hoy tenemos cerca de 50 estudiantes que llegaron al nivel universitario formal. Hay estudiantes en Ingeniería, Psicología, Derecho, Ciencias Sociales, entre otras carreras; también algunos de profesorado, aunque la gran mayoría está en la Udelar”, constató Petit. Según el comisionado, “el tema no es que sólo se alcance la carrera universitaria: las investigadoras demostraron que se pueden hacer estudios universitarios rigurosos, intensivos, que surjan en base a demandas o de temas concretos y que pueden acreditarse. Pueden ser cursos concretos o un posible enganche a futuro con la Udelar”. Para Petit, el objetivo no es sólo la rehabilitación, sino ejercer el derecho a la educación. A su entender, las inglesas “dejaron claro el impacto de acceder a estos cursos como camino de integración y de baja en la reincidencia, porque la persona descubre nuevas facetas con el intercambio con docentes y estudiantes universitarios”.

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