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Ilustración: Ramiro Alonso

Una prueba de que el Fapit no existe

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Ayer hablaron del proyecto de reforma previsional los presidentes del PIT-CNT, Marcelo Abdala, y el Frente Amplio (FA), Fernando Pereira, con mensajes distintos. Esto ayuda a comprender las diferencias que existen desde siempre entre ambas organizaciones, pese a que la derecha insiste en que son un solo monstruo con dos cabezas, al que llama “Fapit”.

Pereira opinó, a título personal, que los legisladores del FA no aprobarán el proyecto cuando se vote en general, pero sí apoyarán “una buena parte” de sus artículos. Abdala anunció el rechazo al proyecto y una “oposición contundente” con movilizaciones para que “no salga”.

La cuestión no consiste en que el FA es una alianza amplia, como su nombre lo indica, de partidos, sectores y personas con muy distintas posiciones ideológicas, mientras que el PIT-CNT expresa un punto de vista colectivo más acotado. La central sindical se propone representar a la población trabajadora en un sentido amplio, más allá de lo que tradicionalmente se ha llamado “clase obrera” y con independencia del partido al que cada persona vote. Desde la fundación de la CNT ha defendido, en términos aún más amplios y procurando alianzas con otros sectores sociales, un programa de soluciones para el país.

Este surgió a partir de lo elaborado en el Congreso del Pueblo convocado en 1965, con participación de organizaciones sociales no sindicales, y ambas propuestas inspiraron a su vez las primeras bases programáticas frenteamplistas en 1971. Ni el FA ni el PIT-CNT apuestan a la unidad ideológica, sino a la construida con base en el programa y la acción.

Una diferencia sustancial es que el FA se presenta en las elecciones y cuenta con representantes en el Parlamento, donde en teoría no sólo hay que tomar posición acerca de la orientación general de los proyectos, sino también estudiarlos en detalle, decidir si se apoya o se rechaza cada una de sus propuestas, y negociar para acercarlas a las propias.

Hay quienes piensan que la bancada del FA no debe hacer lo antedicho, porque así debilita su perfil opositor y puede confundir a parte de la ciudadanía acerca de lo que representan el actual gobierno nacional y cada una de sus iniciativas. Otras personas opinan que una oposición cerrada perjudicaría la imagen de la fuerza política y afectaría su capacidad de acumulación electoral, especialmente entre quienes no están alineados de antemano y definen los resultados.

Es muy antigua esta polémica, que no tiene que ver con el programa común del FA sino con la mejor forma de avanzar hacia su concreción. En todo caso, está claro que no todos los criterios pertinentes en un sindicato lo son también en el Parlamento, y viceversa. Esto crea tensiones y contradicciones, como sucedió cuando un conjunto de organizaciones sociales decidió promover la anulación en referéndum de algunos artículos de la Ley de Urgente Consideración que la bancada frenteamplista había votado.

Es muy probable que Pereira y Abdala coincidan en sus críticas al proyecto y sobre las propuestas alternativas que prefieren, pero hasta el año pasado actuaban juntos en el PIT-CNT y hoy se mueven en escenarios con reglas de juego diferentes.

Hasta mañana.

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