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Ilustración: Ramiro Alonso

¿De qué está enferma la seguridad social?

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

En los hospitales sucede a veces que el personal de salud identifica a quienes están internados por su motivo de ingreso, y habla por ejemplo del “infarto de la cama tal”. Sin embargo, en esa cama no hay apenas un infarto, sino una persona con toda su complejidad histórica, que conviene conocer y comprender para brindarle la mejor atención posible. Al hacer esto, a menudo se logra un diagnóstico más preciso y profundo sobre los problemas de salud que afectan a esa persona, de los que su infarto fue una manifestación.

En política hay situaciones similares, y un ejemplo muy interesante es el del proyecto de reforma previsional presentado por el Poder Ejecutivo.

El enfoque oficialista de la cuestión se apoya en la premisa de que las medidas planteadas en ese proyecto son inevitables, y atribuye de antemano a quienes las cuestionen ignorancia, irresponsabilidad o ambas cosas. Pero aceptar este planteamiento del problema implica verlo sólo en parte.

Es cierto que, en las condiciones actuales, el sistema va camino a un creciente desequilibrio entre ingresos y egresos. Entre las causas de esto se destacan, sin duda, las tendencias demográficas en Uruguay, que conducen a una disminución de la cantidad de aportantes y a un aumento de la de jubilados y pensionistas, que además cobran durante más años. Pero esto no significa que la única solución posible sea disminuir los desembolsos estatales, mediante medidas como el aumento de la edad de retiro.

La tendencia al desequilibrio entre ingresos y egresos se puede corregir modificando uno de los dos factores o ambos, pero el Ejecutivo descartó de antemano la cuestión de los aportes. El convencimiento de que “no queda otra” que reformar el sistema de la forma propuesta por el oficialismo depende, en gran medida, de que su omisión no sea difundida con claridad y potencia.

Tanto la Intersocial como el Frente Amplio señalan, con estilos distintos, que no es una fatalidad reducir los egresos del sistema, porque sus ingresos pueden aumentar. Quiénes deberían incrementar sus contribuciones y en qué proporción es, por supuesto, discutible, pero no caben dudas de dos hechos clarísimos, vinculados entre sí.

Por un lado, las grandes riquezas y las actividades que generan mayores ganancias tienen en general una carga tributaria bastante baja; por otro, la reducción y exoneración de aportes patronales a la seguridad social se ha ido extendiendo.

Estos hechos tienen que ver con que ha ganado terreno, desde la reforma del sistema aprobada en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, la concepción de las jubilaciones como el resultado de un ahorro individual durante los años de actividad laboral. La creación de las administradoras de fondos de ahorro previsional (AFAP) fue un hito en ese proceso, y el actual proyecto generaliza su participación en los procesos jubilatorios, al tiempo que aumenta la relación entre aportes personales y prestaciones de retiro.

Habrá otros debates acerca del proyecto, pero quizá el más profundo sea el referido a una pregunta simple. ¿La mejor forma de evitar el desfinanciamiento es que salga menos dinero o que entre más?

Hasta mañana.

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