Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Bien dice el Diccionario enciclopédico de la política uruguaya publicado por nuestra sección de humor que “campaña electoral” es el “período entre una elección y la siguiente”, pero no es habitual que a esta altura de un período de gobierno nacional la actividad partidaria ya esté tan volcada explícitamente hacia la definición de candidaturas para 2024. Esto se debe en gran medida, por supuesto, a que en ninguno de los tres partidos más votados en 2019 (que son además los tres más antiguos y los únicos que ya han gobernado el país), está claro quién ganará las próximas internas, y ni siquiera se ha definido quiénes competirán en ellas por la postulación a la presidencia.
En el Frente Amplio (FA), el recambio generacional forzoso coincidió con el fin de tres períodos consecutivos de gobierno nacional. El triunfo de Daniel Martínez en las internas de 2019 fue seguido por su derrota en las elecciones del mismo año, y no resolvió la recomposición de liderazgos sino que la dejó más abierta que antes.
Con Martínez compitieron hace tres años Carolina Cosse, Óscar Andrade y Mario Bergara. Parece muy probable que la primera vuelva a postularse en las internas, los otros dos no lo han descartado, y están en carrera dos intendentes que en 2019 prefirieron ir por la reelección: el de Salto, Andrés Lima, ya lo ha explicitado; y el de Canelones, Yamandú Orsi, aún no, pero su avance en esa dirección es evidente.
En el Partido Nacional, el proceso de ascenso y triunfo de Luis Lacalle Pou se salteó a una generación de dirigentes que pasó los años de gobierno frenteamplista en la oposición, y cuya figura más destacada, Jorge Larrañaga, falleció el año pasado. En el mapa interno, ese proceso consolidó como mayoría al bloque articulado en torno al herrerismo, al que Larrañaga sólo logró imponerse en 2004 (y en las últimas internas quedó tercero, detrás de Juan Sartori).
Los sectores alineados tras Lacalle Pou controlan hoy la interna, pero no cuentan con un liderazgo potente de relevo. Esto aumenta las esperanzas, quizá excesivas, de la minoría partidaria, donde hay unas cuantas posibles precandidaturas y una constelación de sectores y líderes invoca difusas nociones de “wilsonismo”.
El Partido Colorado fue el gran perdedor en el proceso que condujo a los tres gobiernos nacionales del FA, y desde las elecciones de 2004 se mantiene en un rezagado tercer puesto. Los años de predominio de Pedro Bordaberry estuvieron lejos de sacarlo de esa posición y además lo anclaron en un perfil conservador hasta que la irrupción de Ernesto Talvi, sin aumentar la cantidad total de sus votantes, lo acercó a otra zona del electorado, con mayor incidencia en la relación de fuerzas entre frenteamplistas y no frenteamplistas.
Sin embargo, Talvi se retiró de la política antes de que se cumplieran cinco meses de la asunción de Lacalle Pou, dejando un hueco que nadie ha estado cerca de ocupar y a Julio María Sanguinetti con un peso interno que difícilmente pueda transferirle a otro dirigente. Las precandidaturas están en veremos, y esto implica que también sean incógnitas qué puede representar el coloradismo en 2024 y con qué suerte.
Hasta mañana.