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Ilustración: Ramiro Alonso

Seguridad social, cuidados e injusticias

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La propaganda insistente y grosera contra lo que los conservadores llaman “ideología de género” ha inculcado a demasiadas personas un rechazo automático hacia lo que creen que es un conjunto de planteamientos estrafalarios y extremistas en perjuicio de los varones. Es una verdadera lástima, porque así se pierden aportes de mucha importancia, como el que realizan en esta edición las sociólogas Rosario Aguirre y Sol Scavino acerca de problemas en el actual sistema de seguridad social que el anteproyecto de reforma en debate aborda en forma insuficiente o no aborda. Vale la pena leer toda la nota, pero aquí se destacarán algunos de esos aportes.

La seguridad social no consiste sólo en las jubilaciones y pensiones para quienes realizaron aportes al sistema. También incluye las prestaciones no vinculadas con aportes previos, a personas que, en la formulación técnica tradicional, afrontan situaciones riesgosas de “invalidez, vejez y sobrevivencia”, y las relacionadas, entre otras cosas, con el desempleo, las enfermedades no invalidantes y la maternidad o paternidad.

A su vez, el concepto de “protección social” es más amplio que el de “seguridad social”, apunta a garantizar derechos básicos de todas las personas y abarca un área mucho más amplia, que incluye los sistemas nacionales de educación, salud y, más recientemente, cuidados.

Una proporción muy importante de la población realiza durante gran parte de su vida trabajos socialmente necesarios, e indispensables para la producción de riqueza, que no se registran como tales ni están remunerados: la gran mayoría de estas personas son mujeres, y esto no sólo sucede en parejas.

Por ejemplo, cuando se habla de “jóvenes ni-ni”, es habitual que mucha gente piense en varones que pasan el día en la calle, pero las estadísticas indican que en esta categoría hay sobre todo niñas y adolescentes que no estudian ni están empleadas (aunque sí trabajan, y mucho) porque sobre ellas recae el cuidado de personas mayores o niños.

A su vez, según la Encuesta Continua de Hogares, entre las personas mayores de 24 años “inactivas” (léase sin empleo remunerado), por dedicarse a “quehaceres del hogar”, la proporción de mujeres es abrumadoramente mayor. Además, entre quienes buscan empleo sin éxito y quienes lo consiguen en condiciones informales hay una clara mayoría de mujeres con bajo nivel educativo, que se asocia como de costumbre con la pobreza, y también con vidas capturadas tempranamente por “quehaceres del hogar”. Como es previsible, esto conduce a que los varones se jubilen en mayor proporción que las mujeres y reciban prestaciones de retiro mayores.

El anteproyecto prevé cierta compensación en el retiro para las mujeres que puedan probar una pérdida de salario de más de 15% luego de ser madres mediante parto o adopción. Obviamente, esto sólo beneficia a las empleadas formalmente, y no a muchas otras que sufren perjuicios iguales o mayores por realizar cuidados.

Un sistema ciego ante la realidad de los cuidados no ve tampoco la desigualdad de género en ellos, y por lo tanto falla gravemente en términos de seguridad social, de protección social y de justicia.

Hasta el lunes.

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