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Ilustración: Ramiro Alonso

Vender humo hace mucho daño

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El presidente Luis Lacalle Pou salió a defender el decreto con que cambió las normas sobre la presentación comercial de los cigarrillos, y habría sido mejor, pero muy difícil, que aportara algún argumento serio.

Negar a esta altura del siglo XXI la importancia del marketing resulta insólito. No es por frivolidad ni por estupidez que las empresas invierten en este rubro cuanto pueden. El cuidadoso diseño de los emblemas y envases, así como cada detalle del aspecto de los productos, tiene la obvia finalidad de aumentar las ventas. En el caso de los cigarrillos, este aumento trae consigo perjuicios comprobados a la salud de quienes los consumen y de otras personas expuestas al humo de tabaco ajeno.

El contrabando de cigarrillos se combate con la Dirección Nacional de Aduanas, las fuerzas de seguridad, el sistema judicial, garantías de trazabilidad de los productos y acuerdos internacionales, como establece el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) de la Organización Mundial de la Salud, firmado en 2003 y ratificado por Uruguay al año siguiente.

Los problemas de los trabajadores vinculados a la producción, distribución y comercialización de cigarrillos se deben encarar, como indica el mismo convenio, mediante el “apoyo a actividades alternativas económicamente viables”. La idea de contemplar a la vez lo que les conviene a las tabacaleras y a la salud pública es tan absurda como la de buscar un equilibrio entre los intereses de la industria armamentista y la paz mundial.

Los argumentos que Lacalle Pou llamó “panfletarios y básicos” son los mismos que sustentan el CMCT y los avances en todo el mundo a partir de ese convenio, basados en investigación y evidencia, para combatir el tabaquismo con la mayor eficacia posible, que incluyen medidas para evitar que el marketing disminuya la percepción de riesgo.

Hay una gran acumulación de conocimiento disponible, que no se agrupa en “dos bibliotecas”, pero parece que, para el presidente, todo eso vale lo mismo que él diciendo “no es cierto”, sin apoyo en estudio alguno ni consultas a quienes saben mucho del asunto.

Además, al calificar los cuestionamientos a su decisión como “una cantidad de disparates enorme”, motivada por la voluntad de “combate político constante hacia el gobierno”, Lacalle Pou instaló la idea de que este es un tema más en el que la línea divisoria está entre el oficialismo y la oposición. Es como sostener que quienes apoyan al gobierno nacional no deben dejarse convencer por las críticas sino respaldar el decreto. Esto implica, lamentablemente, debilitar la conciencia sobre los peligros del tabaquismo en medio país.

De postre, el presidente se quiso hacer el gracioso y dijo: “¿Esto es para favorecer a la empresa Montepaz? No, me lo pidió una fábrica de chicles. Obvio, quien se dedica a producir cigarros en Uruguay es Montepaz y quien le pidió esto al Ministerio de Industria es Montepaz”. Fue una confesión perturbadora y un intento infeliz de justificar que nuestro país haya sido el primero en dar un paso atrás demandado por la industria tabacalera. Tras ese paso pueden venir otros: quienes dejaron de fumar saben que no les conviene aceptar una pitada.

Hasta mañana.

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