Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Los movimientos en el Partido Nacional (PN) con miras al próximo ciclo electoral se están desarrollando de una forma que es lógica en función de la realidad interna, pero a la vez problemática si se tiene en cuenta en escala nacional.
En el último tramo del siglo pasado, el mapa de tendencias dentro del PN mostraba una puja entre los sectores que reivindicaban un “wilsonismo” de centroizquierda y los del tronco herrerista, ubicados más a la derecha.
Entre los primeros predominó el liderazgo de Jorge Larrañaga, pero este fue derrotado en las internas nacionalistas tres veces seguidas: en 2009 por Luis Alberto Lacalle Herrera, y en 2014 y 2019 por Luis Lacalle Pou, quien formó una corriente propia sin los lugartenientes históricos de su padre, que continuaron con la lista 71.
Tras las elecciones de 2019, el wilsonismo albergaba algunas esperanzas con miras a las internas del año que viene, basadas en la percepción de que en ninguno de los dos lacallismos se perfilaban figuras potentes para competir con Larrañaga. Pero su muerte en 2021 complicó mucho el panorama, e instaló un escenario propicio para que la disputa por la postulación presidencial de 2024 se desarrolle entre las dos vertientes herreristas, que hoy se enfilan tras las precandidaturas de Álvaro Delgado y Laura Raffo.
A tal punto quedaron debilitados los seguidores de Larrañaga que el sector formado por este, Alianza Nacional, hoy se divide porque unos decidieron alinearse con Raffo y otros con Delgado.
Lo singular es que Raffo pasó a ocupar posiciones de alta visibilidad política por decisión de Lacalle Pou, cuando este la definió como candidata única a la intendencia montevideana de la “coalición multicolor” en 2020, pero no tiene fuerza propia suficiente para disputar la postulación por el “nuevo lacallismo”; y el hambre se juntó con las ganas de comer cuando el “viejo lacallismo”, cuyo principal articulador era desde hace tiempo el senador Gustavo Penadés, decidió apostar por ella.
De todos modos, la excandidata departamental tiene un perfil adecuado para representar a la rama herrerista más antigua, básicamente, por dos motivos. Uno, de peso sobre todo simbólico, es la trayectoria junto a Lacalle Herrera de su padre, Juan Carlos Raffo (aunque, en el último tramo de su actividad partidaria, apoyó a Alberto Volonté). El otro es que, pese a ser más joven que los principales dirigentes de la 71, sus posiciones políticas y su visión de la economía son muy representativas de esa vieja guardia.
La cuestión es que, en el escenario nacional, este perfil conspira contra sus posibilidades de disputarle votos aún indecisos al Frente Amplio (FA), sobre todo si presenta como candidato a Yamandú Orsi. Delgado trata de mostrarse como una opción menos polarizante, pero su alineamiento total con Lacalle Pou no lo ayuda en este sentido, y además es claro que, en la comparación con su líder, tiene habilidades de comunicación bastante menores.
Así, la oferta nacionalista se debilita en relación con la de 2019, con el problema adicional de que en el resto del oficialismo tampoco asoman figuras potentes para esa disputa con el FA.
Hasta mañana.