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Ilustración: Ramiro Alonso

Que no haya pasado medio siglo en vano

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los pronunciamientos políticos acerca de los 50 años del golpe de Estado de 1973 dejan gusto a poco. En demasiados casos, no muestran que la perspectiva histórica haya ampliado un consenso sobre las causas de aquel acontecimiento y consolidado un aprendizaje colectivo.

Más bien parece que el paso de los años es visto por muchos como una oportunidad para tergiversar cada vez más los hechos en beneficio de partidismos mezquinos, y que otros, en vez de ahondar la reflexión, la banalizan para salir del paso, con comentarios que cualquiera puede compartir porque poco significan.

Se monta un tinglado de abstracciones que omite la existencia evidente de víctimas y victimarios, y es alarmante la tendencia a describir el proceso que condujo a la dictadura como algo debido puramente a factores ideológicos. Los datos brutales de la realidad social uruguaya desde mediados del siglo XX son previos e ineludibles si se quieren mencionar la radicalización y la intolerancia, el contexto de la llamada Guerra Fría (que naturalizó en escala mundial la violencia política) y la influencia de la revolución que había triunfado en Cuba.

Los factores ideológicos incidieron en un país donde las grandes mayorías se habían empobrecido aceleradamente debido a políticas antinacionales y antipopulares, el sueño del ascenso social se había desvanecido y la mayoría del elenco partidario se mostraba cada vez menos digna de confianza. Sin embargo, no hay ni un esbozo de autocrítica desde los partidos cuyos gobiernos construyeron aquella situación.

Tampoco se reconoce que el curso de los acontecimientos pudo ser menos dramático si sucesivos gobiernos hubieran respetado más las tradiciones históricas de la diplomacia uruguaya, en vez de optar por un alineamiento en la Guerra Fría que incluyó el adoctrinamiento estadounidense de varias generaciones de oficiales y su entrenamiento para la “guerra sucia” contra un presunto enemigo que abarcaba a cualquiera que reclamara mejores condiciones de vida.

En cambio, se hace cada vez más hincapié en aspectos laterales o anecdóticos. El proceso autoritario venía avanzando en forma sostenida, con involucramiento creciente de las Fuerzas Armadas en cuestiones de gobierno; el contexto internacional y regional contribuía a que fuera cada vez más probable un golpe de Estado. Desde todos los partidos y sectores políticos que querían evitar ese desenlace hubo intentos de informarse acerca de la interna militar y de buscar aliados en ella.

Era lo que correspondía, porque la política no consiste sólo en hacer declaraciones y reafirmar principios, sino también, y muy especialmente, en actuar para prevenir y solucionar problemas. En aquellos intentos se cometieron errores y se cayó en trampas, pero eso no habilita a construir una narrativa disparatada que acusa a la izquierda y al movimiento sindical de propiciar el golpe, muy obviamente dirigido en su contra y que les causó terribles daños durante más de una década.

El mensaje de la vigilia realizada ayer frente al Palacio Legislativo fue mucho más pertinente y fecundo: las dictaduras se previenen ampliando y profundizando la democracia en todos sus aspectos.

Hasta mañana.

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