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Ilustración: Ramiro Alonso

Fossati hace política por otros medios

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La exfiscal Gabriela Fossati, notoria por haber tenido a su cargo el caso Astesiano, se volcó a la militancia electoral en el Partido Nacional (PN) y esto resulta muy poco sorprendente. Entrevistada por la diaria, reivindicó su manejo de aquella investigación, y esto tampoco sorprende. Lo que llama la atención es la ligereza errática con la que se refiere a una de las causas penales más relevantes en la historia reciente de Uruguay.

Liberada ya de las obligaciones de discreción y ecuanimidad que tenía en Fiscalía (y que por cierto no respetó mucho), Fossati sólo parece interesada en el autoelogio a su desempeño, con argumentos a menudo contradictorios, y cuando se le pregunta sobre decisiones suyas muy discutibles, sólo atina a la práctica pueril de alegar que otras personas, en otros casos, hicieron en su opinión cosas más graves, como si el mal de muchas fuera algo más que un consuelo de tontas.

Por lo demás, la exfiscal asume ahora un alineamiento partidario, pero no por ello plantea algo parecido a una valoración política del caso Astesiano, ni siquiera en defensa de los intereses del PN.

El presidente Luis Lacalle Pou puso a Alejandro Astesiano en una posición institucional que le daba acceso a recursos y contactos clave en el Estado, pese a que existía amplia evidencia de que era una persona poco confiable y a que hubo quien se lo advirtió expresamente. Luego el encargado de la custodia presidencial no sólo usó esos recursos para su propio beneficio, articulando una trama de corrupciones y complicidades que abarcó desde licitaciones públicas (sobre todo en complicidad con directivos de la empresa Vertical Skies) hasta mezquinos objetivos personales, sino también para requerir y propiciar el tráfico de información con fines políticos, afectando los derechos de una gran cantidad de personas.

Las víctimas incluyeron desde estudiantes y docentes liceales hasta senadores de la República, y desde una denunciante de violación hasta un exdirector de la Policía Nacional, pasando por la esposa del propio Lacalle Pou.

Una y otra vez, según surge del registro de mensajes que Fossati sólo revisó parcialmente, Astesiano invocó intereses u órdenes presidenciales para acceder a la información que requería. Cuando dependía de Fossati que esto se aclarara, ella se aferró a una teoría del caso que descartaba cualquier responsabilidad directa o indirecta de Lacalle Pou. En su relato, no estuvo siquiera planteada la posibilidad de que los delitos del jefe de la custodia hubieran sido cometidos, por lo menos en alguna ocasión a lo largo de dos años y medio, con conocimiento de lo que la entonces fiscal llamó vagamente “su entorno de Presidencia”, o a pedido de algún integrante de ese entorno.

Centrar la responsabilidad en Astesiano, sin profundizar en la búsqueda de evidencia que pudiera confirmar o cuestionar la narrativa absolutoria, fue malo para el proceso judicial y nefasto para el prestigio de las instituciones, pero hoy Fossati ni siquiera se digna a sostener su singular teoría del caso. Le otorga una prioridad más alta a vanagloriarse y descalificar a sus excolegas. Como aporte para “elevar el debate”, es bastante escaso.

Hasta mañana.

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