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Ilustración: Ramiro Alonso

La cuestión es cómo ayudar al pueblo venezolano

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Leído por Andrés Alba.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los partidos Nacional, Colorado y Cabildo Abierto expresan su disgusto porque el nuevo canciller, Mario Lubetkin, hizo saber que Uruguay sigue sin reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y aún considera que en ese país hay una dictadura, pero dejó sin efecto el reconocimiento como presidente de Edmundo González Urrutia, expresado en enero por las anteriores autoridades. Más allá de las intenciones políticas, conviene repasar algunos conceptos básicos sobre política exterior.

A comienzos de junio de 2020, el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Talvi, explicó en una entrevista con El Observador por qué ya no decía que el gobierno de Maduro era una dictadura, como lo había hecho durante la campaña electoral del año anterior. Afirmó que su opinión personal había dejado de ser relevante al asumir como canciller, porque en ese cargo actuaba como representante institucional ante un gobierno con el que Uruguay mantenía relaciones diplomáticas.

Casi cinco años después, la situación en Venezuela es aún menos democrática y nuestras relaciones con ese país son poco más que formales, pero corresponde mantener una orientación estratégica por encima de lo mucho de malo que se puede decir sobre Maduro y también sobre sus opositores.

En el terreno de las relaciones entre Estados, los más poderosos pueden avanzar hacia sus objetivos mediante la presión o la fuerza. Para Uruguay, que no está en condiciones de utilizar esas herramientas, las posibilidades que restan son básicamente dos: la primera es alinearse con una o más potencias y obtener beneficios a cambio de la subordinación; la segunda, defender el derecho internacional, la solución pacífica y negociada de los conflictos, la cooperación para el desarrollo humano y los acuerdos ante problemas que trascienden las fronteras, como los ambientales, las crisis financieras o el crimen organizado en escala internacional. Esta última opción es la tradición histórica uruguaya, y también es la que más le conviene al conjunto de la comunidad internacional.

En los tiempos que corren, gran parte de la actividad política es una expresión continua de opiniones, en especial sobre los temas que están en la agenda del momento y con intención de causar impacto, pero la diplomacia no consiste en opinar sobre lo que pasa en otros países.

El régimen venezolano proclamó que Maduro había sido reelecto el año pasado, pero no publicó las actas del escrutinio y nada indica que vaya a hacerlo. Es obvio que esto se debe a que perdió, pero de ello no se desprende que González Urrutia sea el presidente de Venezuela, donde no tiene mando sobre ninguna institución estatal.

En el marco de la disputa geopolítica por el predominio en América Latina, China reconoce como presidente a Maduro; Estados Unidos, a González Urrutia. Brasil, Colombia, México y la Unión Europea están, junto a otros países y organismos, en la posición a la que ahora se suma Uruguay. Es, sin duda, la más coherente con nuestras tradiciones; también la que más habilita a mediar para que en Venezuela haya una salida democrática y el sufrido pueblo de ese país pueda vivir mejor.

Hasta mañana.

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