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Escollera Sarandí (archivo, junio de 2017).

Foto: Iván Franco

La producción científica de las ciencias del mar creció notablemente en las últimas tres décadas, pero muestra “signos de estancamiento desde 2014”

10 minutos de lectura
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Pese a que Uruguay tiene más superficie marina que terrestre desde 2016, la primera evaluación de la producción de artículos científicos en el área de las ciencias del mar de las últimas tres décadas arroja resultados que llaman la atención.

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Leído por Andrés Alba
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Quienes gustan de leer las historietas del Hombre Araña lo saben de memoria: grandes poderes implican grandes responsabilidades. Luego de una larga serie de iniciativas, movidas diplomáticas y trámites, Uruguay logró ampliar en 2016 su soberanía marítima de 200 a 350 millas. Desde entonces el país pasó a tener más superficie en aguas del Río de la Plata y el océano Atlántico (206.000 km2) que terrestre (176.000 km2). Sin que hiciera falta la mordida de una araña radiactiva, quedaba claro que extenderse hacia el agua implicaba tanto el acceso a recursos como la responsabilidad de su custodia y preservación.

“El mar tiene tantas posibilidades o más que el territorio. Pero eso necesita conocimiento e inversión”, decía el entonces presidente José Mujica meses antes de que se concediera la ampliación de la zona económica exclusiva. Pero desde entonces la inversión fue escasa, casi nula, aunque eso es harina –de pescado– de otro costal. La reciente publicación de un artículo que analiza la producción bibliográfica de las ciencias del mar de nuestro país desde 1990 a 2018 señala que tampoco en el campo el conocimiento nuestras responsabilidades crecieron de forma acorde a nuestro deseo concedido de tener más mar.

¿Por qué analizar el estado de las ciencias del mar?

El artículo “Análisis de tres décadas de investigación en ciencias del mar en Uruguay a través del mapeo e índices bibliométricos”, del investigador Diego Lercari, del Laboratorio de Ciencias del Mar del Departamento de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fue publicado recientemente en la revista Latin American Journal of Aquatic Research. En la era del conocimiento, hacer ciencia que nos permita comprender nuestros mares, sus oportunidades y sus problemáticas es imprescindible si luego se pretende tomar decisiones basadas en evidencia. En ese sentido, en su trabajo Lercari hace un mapeo de quiénes vienen generando ciencia sobre nuestro mar así como qué impacto generan, con la esperanza de que “la evaluación formal de la investigación científica represente una oportunidad crucial para definir políticas de largo plazo que requieran un mayor conocimiento del territorio y sus recursos”.

“La ciencia marina se ocupa de la investigación científica de los océanos y mares de la Tierra”, define el artículo, y detalla que reúne “una amplia gama de campos de investigación convertidos en una ciencia interdisciplinaria que integra física, química, biología, geología y geografía, entre otras disciplinas”. También destaca que las ciencias del mar “permiten la comprensión fundamental de la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas marinos y proporcionan herramientas para el análisis de diversos problemas relacionados con esos entornos”; por ejemplo, “la construcción de infraestructura, la ordenación pesquera, la evaluación de los efectos de la contaminación y las consecuencias del cambio climático se basan en conocimientos científicos”.

Para un país con más mar que tierra las ciencias del mar deberían ser un área de sumo interés. Sin embargo, el artículo sostiene que “el país histórica y culturalmente no ha prestado atención al medio marino en comparación con la atención prestada al continente”, algo que es sencillo de constatar de diversas formas. Lercari propone un par de ejemplos: el consumo anual de pescado per cápita en nuestro país es, según datos de la FAO, de ocho kilos, mientras que el promedio mundial es de 20 kilos; por otro lado, la pesca representa apenas 0,12% del producto interno bruto (PIB) del país.

El artículo se propone “realizar una revisión sistemática y cuantitativa de las publicaciones internacionales de autores uruguayos durante tres décadas para evaluar el desarrollo y estado de las ciencias del mar en Uruguay”. Para ello se recogieron las publicaciones realizadas entre 1990 y 2018 en revistas internacionales arbitradas referidas a ciencias del mar por autores con filiación en instituciones de investigación de nuestro país. Sobre esta producción científica, que se dividió en tres décadas (1990-1999, 2000-2009 y 2010-2018), se analizaron “sus características clave (por ejemplo, número de artículos, número de coautores, citas e índices básicos) y su relación con las variables de contexto (por ejemplo, producto bruto interno, etcétera)”, se identificaron los “temas de investigación predominantes” para cada década y se caracterizó “la dinámica de las redes colaborativas de los equipos de investigación”.

El mar y el conocimiento

En la introducción de su trabajo Lercari hace un rápido repaso sobre la generación de conocimiento sobre nuestros mares, comenzando por los relevamientos cartográficos del siglo XVI, el pasaje de Charles Darwin por estas tierras en 1832, la labor de Dámaso Antonio Larrañaga en la descripción de los organismos costeros, pasando luego por la creación del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) en 1837 y de la Universidad de la República (Udelar) en 1849, instituciones que “puede considerarse [que] dan inicio a la sistematización del conocimiento generado por el país, incluyendo diversos aspectos de lo que hoy se consideran ciencias del mar”. En el siglo XX se suman varios actores: el Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada, creado en 1916; el Instituto de Pesca, que data de 1911 y pasaría a llamarse Servicio de Oceanografía y Pesca en 1933; el Servicio Oceanográfico y de Pesca, de 1945; Industrias Loberas y Pesqueras del Estado, de 1975; Instituto Nacional de Pesca, de 1991, hasta llegar a la actual Dirección Nacional de Recursos Acuáticos, Dinara, en el año 2000 y el Instituto de Investigaciones Pesqueras de la Facultad de Veterinaria, entre otros.

El despegue de la producción científica en el área se produjo a inicios de la década de 1990, cuando comenzaron los “cursos de posgrado relacionados a las disciplinas marinas” a impulsos de la Facultad de Ciencias y la creación del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas. El trabajo reseña que desde entonces las instituciones que generan ciencia del mar han sido prácticamente las mismas y “comenzaron a seguir los estándares internacionales de productividad académica basados en la publicación de artículos arbitrados”. Sobre esa producción académica, reflejada en la base de datos de Scopus, es que Lercari hace su análisis.

“Se eligió Scopus ya que el acceso a esta base de datos está garantizado por el Estado de Uruguay, que subsidia anualmente la suscripción para todos los ciudadanos del país”, justifica Lercari en el artículo haciendo referencia al portal Timbó de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), que permite acceder a esta y otra información científica de interés. Tras buscar en la base de datos aquellos trabajos que refirieran al mar y que tuvieran a una institución de Uruguay como filiación de alguno de sus autores, Lercari dio con 1.741 artículos científicos en revistas internacionales arbitradas, que luego depuró manualmente en base a su relevancia y calidad.

Estancamiento y luces de alarma

En los 28 años analizados Lercari encontró que los investigadores de instituciones uruguayas “publicaron casi 900 artículos referidos a las ciencias del mar en revistas registradas en la base de datos Scopus”. Señala también que en el período estudiado se produjo un “brote de publicaciones arbitradas internacionales sobre este tema en el país”, ya que “en 1990 sólo se publicaron cuatro artículos” en ese tipo de revistas.

Lercari constata que desde entonces “el número de publicaciones aumenta constantemente, llegando a más de 80 artículos por año y presentando una tasa de incremento anual del 10,4%”. En ese sentido, el artículo remarca que “el análisis capturó el comienzo académico de esta disciplina y reflejó un aumento general en las publicaciones científicas revisadas por pares”. También hay otros datos alentadores: el número de citas para los cinco artículos más citados de cada década también aumenta: mientras que entre 1990 y 1999 tuvieron 134 citas, entre 2010 y 2018 alcanzaron 448. Sin embargo, no todos los resultados que encontró son alentadores: Lercari también reporta que ese crecimiento que se venía dando en la producción científica en ciencias del mar “muestra signos de estancamiento desde el año 2014”.

En el apartado de la discusión, el investigador del Laboratorio de Ciencias del Mar de la Facultad de Ciencias reconoce que “el aumento generalizado de las publicaciones de autores uruguayos en ciencias del mar coincide aproximadamente con las tendencias encontradas en todas las disciplinas científicas a nivel mundial”, pero llama la atención que “después de más de 20 años de crecimiento constante, el desarrollo del número de publicación muestra signos de estancamiento” en nuestro país. Al respecto, conjetura que “estos resultados podrían interpretarse como que las ciencias marinas en Uruguay se ven limitadas por algunos factores como la accesibilidad a costosos equipos oceanográficos. Sin embargo, el número limitado de nuevos puestos de trabajo permanentes en campos relacionados con las ciencias del mar, la ‘dispersión’ de los grupos y áreas de investigación y la falta de un título universitario en ciencias del mar u oceanografía también pueden contribuir al estancamiento observado”.

Quiénes investigan y sobre qué

La institución con mayor cantidad de investigadores que publicaron en estas disciplinas fue la Udelar, que subió de 35% de los artículos sobre ciencia del mar de la primera década analizada a 56% entre 2000 y 2018. En segundo lugar se ubica la actual Dinara, que entre 2000 y 2018 capitalizó 19% de las publicaciones. “El MNHN, del Ministerio de Educación y Cultura, ha aumentado significativamente su participación en la generación de publicaciones desde 1990-1999 (menos del 1%) a más del 6% en la última década”, sostiene el trabajo, que informa también que “el número de instituciones que participan en las ciencias del mar” se duplicó entre la primera y la tercera década analizada, destacándose “la incorporación de otras instituciones, como ONG y empresas públicas”. Por otro lado, señala que “la participación de instituciones extranjeras en los artículos disminuyó respecto al total de instituciones mencionadas en la colección, pasando de casi el 40% (1990-1999) al 51% (1999-2008) y descendiendo al 18% en la última década”.

Sobre la generación de conocimiento en este campo, Lercari comenta en su artículo que “el aumento en el número de artículos se correlacionó significativamente con el presupuesto de la Udelar”. Si bien reconoce que “con la información disponible no es posible establecer relaciones directas de causa-efecto”, dice que “es lógico pensar que “el incremento de recursos económicos y humanos por parte de la institución, principal productora de artículos en el área, conlleva un incremento en la producción bibliográfica científica”. Sobre la disminución del papel de la Dinara en la producción de artículos científicos del país, “de gran importancia en la primera década estudiada”, dice que si bien no ha sido estudiada, señala que en un informe del MGAP de 2009 se identificaron “debilidades institucionales en materia de recursos humanos, como disminución de personal, la falta de incentivos para investigar y la falta de capacitación”, lo que a juicio de Lercari “demuestra la baja prioridad que le dan las políticas públicas de Uruguay al medioambiente y los recursos marinos”.

En cuanto a qué investigaron nuestros científicos y científicas del mar, el trabajo reporta que entre 1990 y 1999 se detectaron seis clústers principales que abarcaron la ecología de las playas arenosas, manejo de pesquerías, biología de peces, peces de interés para la explotación comercial, cambio climático y erosión costera, sin que hubiera mucha interconexión entre cada área. Entre 2000 y 2009 la red de temas “es notoriamente más compleja”, y a los clústeres de biología de peces y ecología costera se le agregaron temas como “contaminación, microbiología y estudios de control experimental”. A su vez, en esa década emergieron nuevos clústeres de investigación, como el estudio de los crustáceos copépodos, las diatomeas y la ingeniería costera. En la última década, comprendida entre 2010 y 2018, “el nivel de complejidad es aún mayor, con la aparición de nuevas palabras clave y una nueva agrupación que totaliza seis clústeres”. Aparecen más investigaciones relacionadas a aves, mamíferos y tortugas, estudios de genética, dinámicas de poblaciones y biodiversidad, así como trabajos sobre cambio climático y oceanografía física.

También hubo cambios en los lugares donde se publicaron los trabajos. En la primera de las tres décadas los trabajos aparecían mayormente en publicaciones relacionadas con la pesquería y la acuicultura. En la década siguiente “cobran mayor relevancia las fuentes centradas en los aspectos fundamentales de las ciencias marinas, principalmente la ecología y la biología marina”, aunque las publicaciones relacionadas con aspectos productivos se siguen dando “en menor medida”. En el período más reciente “las publicaciones de autores uruguayos aparecen en fuentes regionales, pero también se publican artículos en revistas generales de biología marina, estuarios y contaminación”.

Cooperación y futuro

“Este artículo se me ocurrió hace un tiempo. En el gobierno anterior se había hecho un grupo de trabajo para fomentar las ciencias del mar y la oceanografía, y se me ocurrió que era necesario saber qué era lo que se hacía y quiénes lo hacían”, comenta Lercari. “En los últimos cinco o seis años no se siguió con ese crecimiento en cantidad de artículos publicados, aunque no está claro aún si la tendencia final será hacia un estancamiento”, reconoce. Sin embargo, al sumar el dato del estancamiento en las publicaciones con el de áreas que han sido poco estudiadas, arroja una señal de advertencia. Por ejemplo, en el trabajo dice que “aunque en los diferentes períodos se pueden identificar pequeños conglomerados centrados en procesos físicos y climáticos, la falta de capacidad de investigación en muchas áreas inherentes a las ciencias marinas es muy evidente”.

En el trabajo reflexiona que “el predominio de las habilidades en biología y ecología podría atribuirse a la formación biológica de los principales pioneros que iniciaron la investigación en ciencias marinas en Uruguay”, pero también apunta que “el menor costo de adquirir información biológica comparado a los fondos necesarios para realizar estudios físicos o biogeoquímicos (incluyendo embarcaciones, redes de teledetección o equipos de laboratorio complejos) podría haber influido en el mayor desarrollo de los estudios biológicos”.

Le digo que nuestra ciencia marina se hace con el agua hasta la rodilla, algo que contrasta con haber casi duplicado nuestra soberanía marina. “Sí, la mayoría de las investigaciones que se han realizado son sobre ambientes costeros, de la costa hasta unos 100 metros de profundidad. Y dentro de eso, nos hemos centrado en la parte biológica, que no es necesariamente más simple, pero desde el punto de vista económico y logístico es más sencillo obtener muestras. Si uno quiere sacar un testigo para hacer un estudio geológico o paleoceanográfico ya es todo más complicado, se requiere un barco especial y equipos de detección que no pueden costearse con un fondo de investigación de la ANII. Es otra escala de gasto”, dice Lercari. “Por eso es importante entender que sin cooperación internacional no vamos a lograr hacer avanzar nuestras ciencias del mar”, reconoce. Su trabajo señala que la colaboración de investigadores de instituciones del exterior ha disminuido en esta última década. “Eso es alarmante, porque todo el mundo sabe que este tipo de ciencias refiere a un ambiente que es compartido entre varios países, y por otro lado, por los costos de los equipos, donde es evidente que no se va a poder generar conocimiento de lo que sucede a profundidad si no es mediante cooperación internacional”.

Volvemos al inicio. Grandes poderes, grandes responsabilidades. Queríamos más mar y hoy tenemos 206.000 km2 de mar y océano. Tenemos más agua que tierra para disfrutar y proteger. Y para cualquiera de esas dos cosas, el conocimiento es un requisito tan útil como necesario.

Artículo: “Analysis of three decades of research in marine sciences in Uruguay through mapping of science and bibliometric indexes”.
Publicación: Latin American Journal of Aquatic Research (febrero, 2021).
Autores: Diego Lercari.

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