Las características físicas, químicas y biológicas del agua de la zona de Arazatí, en el departamento de San José, no son adecuadas para su potabilización y generarían un peligro para la salud humana. A continuación se presentan seis puntos sobre por qué no es aconsejable tomar agua de Arazatí tal como se plantea en el proyecto Neptuno que se pretende impulsar.
Los datos aquí empleados son tomados del estudio de factibilidad, de fuentes académicas y de la prensa. Este texto pretende aportar una mirada más a la discusión de una temática por demás relevante para la sociedad.
1) Salinidad
El agua del Río de la Plata en la zona de Arazatí presenta una salinidad elevada en períodos que pueden ser prolongados. Esto tiene efectos en la salud que hoy día no es necesario explicar.
Estos eventos de salinidad son más comunes en el verano, cuando la necesidad de agua es mayor y el agua almacenada en el pólder no soluciona este problema. Por otra parte, esto no sucede sólo durante la temporada estival, sino que también se registran eventos de salinidad elevada en invierno, como se constató en julio y agosto de 2021. La conjunción de períodos extremos de sequías en épocas estivales con aumentos de salinidad en la zona tornan el proyecto inviable para los momentos de mayor necesidad.
2) Cianobacterias
En la zona donde estará la toma de agua de Arazatí se registran floraciones de cianobacterias tóxicas, en general cuando la salinidad no es elevada y en verano. Este aspecto de complementariedad negativa entre salinidad y floraciones no es analizado en el estudio de factibilidad que presentan las empresas y, por lo tanto, las estimaciones de la recurrencia de fenómenos extremos adversos son erróneas.
Se reconoce en el informe de factibilidad que “en esta región del Río de la Plata suelen ocurrir floraciones de cianobacterias durante la temporada de verano, al incrementar la temperatura y las horas diurnas con radiación solar, ya que suelen aprovechar las altas concentraciones de nutrientes, en particular aquellos fosforados”. El pólder no solucionará este problema.
El laboratorio que analizó las muestras de agua comete un error grave al confundir cianobacterias del género Microcystis spp. con Aphanothece sp. (figura 4-15 del Estudio de Factibilidad –RD 195/21– volumen 1: Estudios básicos y de concepción del proyecto), lo que invalida las conclusiones respecto de la concentración de células tóxicas y demuestra la impericia del análisis de factibilidad en un tema de enorme relevancia para la salud humana.
Además, en el informe se desconocen o minimizan los efectos de las cianotoxinas en la salud humana: “En las aguas de la costa uruguaya del Río de la Plata la principal vía de exposición es por contacto directo o la ingesta accidental durante baños de recreación, aunque no se han registrado eventos graves de intoxicación por cianotoxinas”. Esta frase desconoce una de las intoxicaciones por microcistinas mejor documentadas mundialmente y que requirió del trasplante de hígado a una niña que estuvo expuesta a una floración, como se documenta en el artículo “Cianobacterias en las playas: riesgos toxicológicos y vulnerabilidad infantil”, publicado en setiembre de 2020 en la Revista Médica del Uruguay.
Incluso con la promesa de una remoción de 99% de la concentración de toxina de esa zona, las dosis remanentes son tóxicas y de particular gravedad para niñas y niños, embarazadas, etcétera. Más aún, existen numerosos estudios científicos que demuestran cambios en la cantidad y configuración de las cianobacterias y la concentración de toxinas que son más graves en estos ambientes salobres que en el agua dulce. Estos cambios configuracionales y de concentración podrían tornar inservibles los métodos clásicos de depuración de toxinas.
3) Materia orgánica
En esa zona se da una elevada concentración de materia orgánica. El proceso de potabilización que incluye el tratamiento con cloro, en presencia de materia orgánica, es precursor de la formación de trihalometanos. Este tipo de compuestos es considerado cancerígeno y mutagénico para la ingestión prolongada a bajas dosis.
Sobre esto ya se ha hablado durante la actual crisis hídrica, generando alerta tanto en ámbitos de la academia como entre profesionales de la salud del área toxicología, y no será remediado por el proyecto que se pretende instalar en Arazatí.
4) Metales pesados
Otro problema que genera preocupación es la concentración de metales pesados en el agua a potabilizar. Esto fue detectado en los escasos dos muestreos que se realizaron para el informe de viabilidad presentado por las empresas.
Se cita textualmente: “La concentración del metal pesado zinc, que en el mes entre muestreos tuvo un incremento de 500%, pasando de 0,02 mg/L a 0,10 mg/L”. También se agrega en el propio informe de factibilidad que “para el metal pesado zinc, la concentración determinada en el punto PM01 en el mes de diciembre de 2021 tuvo un resultado que incumple con su valor de referencia”.
5) Fósforo y turbidez
También se constata un incumplimiento de la normativa en lo que respecta a fósforo total y turbidez para tomas de agua para potabilización. Esto se reconoce explícitamente en el informe de factibilidad donde dice: “En los resultados de medición continua con CTD se destacaron la elevada proporción de resultados que incumplen con su estándar de 50 NTU del Decreto 253/79 para aguas clase 3, aguas destinadas para la protección de la biota, y clase 1, aguas cuyo principal uso sea para abastecimiento de agua potable”.
Se cita en el informe de factibilidad: “Para aquellos parámetros con un estándar de referencia en la normativa nacional, el fósforo total presentó en los monitoreos de noviembre y diciembre resultados no aceptables, al ser superiores a su estándar en el Decreto 253/79 vigente, de 0,025 mg/L”.
6) Almacenamiento en un pólder
El almacenamiento de agua en el llamado “pólder” no es una solución a ninguno de los problemas que se menciona arriba, salvo, y sólo parcialmente, al de la salinidad.
Por ejemplo, el zinc o cualquier otro metal pesado se concentrará en el pólder debido a la reducción del volumen por evaporación en una superficie de 190 hectáreas. El pólder de agua dulce con una concentración de fósforo total de 0,2 mg/L en un embalse somero (de cerca de cinco metros profundidad) y un tiempo de residencia de unos 40 días es un caldo de cultivo para el crecimiento de cianobacterias tóxicas. Esta sucesión ha sido demostrada con modelos matemáticos específicos para embalses y lagos dulces de la zona, y evaluado en sucesiones reales. En esas condiciones, el pólder seguramente sea un embalse “verde-azulado” dominado por cianobacterias, lo que inhabilitará el uso de esa agua para potabilización.
El informe de factibilidad, utilizando un modelo clásico de la limnología (ver la figura 9.2 del propio estudio de factibilidad que acompaña esta nota) llega a las mismas conclusiones y asegura que el pólder estaría en una zona de peligro que sobrepasa el límite eutrófico. Las medidas de gestión operativas que se plantean son insuficientes, irreales e irrisorias: “Gestión operativa: planificación cuidadosa del llenado del embalse (preferentemente con aguas frías)”. Esto es imposible en la época del año en que las necesidades de agua son mayores y además, debido a la gran superficie y la baja relación superficie/volumen del pólder, el intercambio con la atmósfera y la radiación solar harán que la temperatura esté determinada por las condiciones atmosféricas, que en verano están dentro del óptimo para el crecimiento de las cianobacterias.
Otro ejemplo de mala gestión ambiental que se plantea es el de “vaciados periódicos”. En este caso, el vaciado está pensado para contrarrestar malas condiciones de calidad de agua, volcando al ambiente agua contaminada, posiblemente con cianobacterias tóxicas e inoculando en el sistema estos organismos.
El agua, entonces, que no podrá ser potabilizada en períodos largos de tiempo y pasará a complicar la situación de las aguas del Río de la Plata, que ya son afectadas para su uso recreativo y de servicios para la población de la zona.
Conclusiones
Salinidad, cianobacterias, materia orgánica, metales pesados, arsénico, fósforo y turbidez por encima de la normativa, y problemas para el almacenamiento cuando el agua sería más necesaria, conforman un panorama que debiera llevarnos a dudar sobre la conveniencia del proyecto Neptuno y nos alerta sobre los posibles riesgos sanitarios que acarrearía recurrir al agua del Río de la Plata de esa zona.
Otro aspecto nada despreciable es que, al tratarse de un cuerpo de agua que no es de manejo exclusivo de nuestro país y que recibe aportes de cuencas transnacionales, implementar en él medidas de manejo o de mitigación de algunos de estos aspectos no es un resorte al que los gobiernos de Uruguay puedan recurrir por sí solos. Como ya se ha señalado, Uruguay tiene una densa red hídrica, pero estamos viendo los límites rebasados y con consecuencias que son palatables en la zona metropolitana, pero que acarrean un riesgo aún mayor para las poblaciones rurales, donde la capacidad de OSE para potabilizar el agua es menor, y donde otras sustancias pasan desapercibidas, pero tienen efectos igual o más relevantes.
La gestión integrada de cuencas, protegiendo los recursos hídricos en cantidad y calidad, parece ser un camino sensato a la luz de la evidencia actual. Hay medidas concretas propuestas y aprobadas constitucionalmente para transitar ese camino, en el que aún queda mucho por recorrer.
Ángel Segura es profesor agregado del Polo de Desarrollo Universitario Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial (Media) del Centro Universitario Regional del Este de la Universidad de la República.
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