En febrero de 2013, un guardavidas de Santa Teresa llamó a la bióloga Gabriela Vélez Rubio, integrante de la ONG Karumbé, para avisarle que una tortuga de buen tamaño había aparecido viva en la playa del Barco.
No era una noticia extraña, porque la organización recibe continuamente avisos de varamientos de tortugas marinas en la costa uruguaya. Pronto quedó claro, sin embargo, que este era un caso muy peculiar. El guardavidas le aclaró a Gabriela que parecía una tortuga cabezona (Caretta caretta), pero con una cabeza similar a la de una tortuga verde (Chelonia mydas). Además, agregó un dato que dejó perpleja a Gabriela: “No tiene aletas”.
Cuando llegó al lugar, Gabriela descubrió primero por qué aquel ejemplar había confundido al guardavidas. Era una tortuga olivácea (Lepidochelys olivacea), que aparece muy rara vez en Uruguay y posee algunas características físicas similares tanto a la cabezona como a la verde. Junto a la tortuga carey (Eretmochelys imbricata), es una de las “figuritas difíciles” de ver entre las cinco especies de tortugas marinas que andan por nuestras aguas.
Luego, Gabriela comprobó que el detalle macabro aportado por el guardavidas era exacto. La tortuga tenía sus dos aletas delanteras amputadas, una de ellas a causa de un episodio reciente.
Desde su varamiento en la playa hasta su rescate, aquella tortuga olivácea se convirtió en una sensación entre los veraneantes de Santa Teresa. Una niña que estaba entre los curiosos la bautizó Ámbar y así se la conoció desde entonces.
La amenaza fantasma
Gabriela consiguió una camioneta y pudo trasladar la tortuga hasta la sede de Karumbé en La Coronilla, donde quedó en rehabilitación. Había perdido las dos aletas por culpa de las redes “fantasma”, como se llama a los restos de cabos, redes y artes de pesca que quedan perdidos en el océano pero continúan atrapando y matando fauna marina.
“Es una amenaza común para estas tortugas, que son muy oceánicas”, cuenta Gabriela. A medida que las tortugas hacen fuerza para zafar del abrazo de estas redes, las cuerdas se van incrustando en la carne y terminan provocando muchas veces la amputación de las aletas, en un proceso gradual y doloroso.
Tortuga olivácea varada en Santa Teresa con las aletas amputadas por redes de pesca. Foto cortesía de Karumbé
Una vez ingresada al área de rehabilitación de Karumbé, personal técnico y veterinario de la organización limpió y cosió la herida más reciente de Ámbar, que se mostró muy activa. “No recuerdo otro animal con tanta fuerza y ganas de vivir”, cuenta Gabriela.
La historia, como para tantas otras tortugas marinas, no acabó bien. Imposibilitada de volver a la naturaleza en esas condiciones, Ámbar falleció unos meses después en el Centro de Tortugas Marinas de Karumbé. Se trató de un caso emblemático para la especie en el país no sólo por lo raro que es ver una de estas tortugas vivas en Uruguay, sino porque mostraba muy gráficamente el tipo de amenazas que sufren.
La tortuga olivácea, pese a ser la más abundante de las tortugas marinas en el mundo, es también una de las menos estudiadas. En el Atlántico Sur, especialmente, es poco lo que sabemos de los ejemplares que aparecen en áreas de alimentación, como la infortunada Ámbar.
Eso ha empezado a cambiar gracias a un reciente trabajo de 16 investigadores, liderado por el oceanólogo brasileño Igor Peres, del Laboratorio de Ecología Molecular Marina de la Universidad Federal de Río Grande (FURG, Brasil), y con la participación de Gabriela Vélez Rubio, de la organización Karumbé y de la Sección de Oceanografía y Ecología Marina del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Como tantas tortugas, ambos hicieron la conexión Brasil-Uruguay para hablar sobre su artículo, que comienza a develar los secretos de estos reptiles antiguos y vulnerables.
Volvé a tu casa
Las tortugas oliváceas tienen un ciclo de vida tan fascinante como el de las otras tortugas marinas, aunque con algunas particularidades. Al igual que las demás, nacen en playas arenosas a las que vuelven a anidar años más tarde gracias a su asombroso sentido de orientación (al que contribuye, entre otros factores, su capacidad para percibir las variaciones del campo magnético de la Tierra).
A diferencia de la tortuga verde y de la cabezona, se acercan poco a las costas durante su vida. Mientras la tortuga verde forrajea algas en aguas costeras durante su etapa juvenil, las oliváceas son principalmente piscívoras, lo que explica que tengan un pico más fino, excelente herramienta para esta dieta. Físicamente se las puede distinguir también por su caparazón, más redondeado y con más placas en los costados que las otras especies.
Aunque todas las tortugas marinas son fieles a sus sitios de nacimiento, las oliváceas tienen esta característica acentuada. “Tanto, que incluso vuelven siempre en la misma época del año”, cuenta desde Brasil Igor Peres. Al regresar, protagonizan en algunos sitios de México, India y Costa Rica un fenómeno natural espectacular de ver: las arribadas, en las que decenas de miles de ejemplares llegan en forma sincronizada a las playas para poner sus huevos.
En Uruguay y en Río Grande del Sur no hay sitios de anidación de tortugas oliváceas, al igual que sucede con el resto de las especies de tortugas marinas. Vienen aquí a comer. Algo, sin embargo, parece estar ocurriendo con esta especie en aguas de la región.
“En el límite austral de su distribución, los registros de esta tortuga han aumentado en los últimos tiempos, tanto de varamientos como de avistamientos”, dice Igor. Tal como aclara Gabriela, eso se está dando más en el sur de Brasil que en nuestro país, pero es posible que lo notemos también próximamente.
“Eso nos hizo preguntarnos varias cosas. Si se registran más ejemplares, ¿es por el aumento de la temperatura del agua? ¿Por la dispersión de sus presas? ¿Se debe a que están aumentando los nacimientos y se expanden más?”, se pregunta Igor.
Para comenzar a responder algunas de estas preguntas, necesitaban entender primero de dónde vienen las tortugas que aparecen en las zonas de alimentación del Atlántico Sur. Y como colocar dispositivos de rastreo que resistan años en el océano es caro y de éxito improbable, hubo que hacer hablar a la genética. Más específicamente, precisaban conocer la composición genética de las tortugas que se registran en esas zonas, pero también las de las áreas de anidación de todo el Atlántico, potenciales fuentes de las tortugas que nos visitan.
Igor y sus colegas comenzaron entonces con la paciente tarea de muestreo y recolección de información genética de estas tortugas. Gracias a los contactos de la Red-ASO Tortugas Marinas, que nuclea a organizaciones, investigadores y conservacionistas vinculados a estos reptiles en el Atlántico sur occidental, el trabajo fue creciendo y sumando datos. “Cuando me di cuenta, estábamos evaluando la costa entera”, dice Igor.
El trabajo, parte de su tesis de grado bajo, terminó analizando la diversidad genética y la conectividad de todas las poblaciones de tortugas oliváceas conocidas a lo largo de la costa de Brasil y Uruguay. Gracias a él, hoy sabemos algo más sobre el origen de las tortugas oliváceas que llegan a nuestro país y también descubrimos algunas sorpresas sobre los encuentros sexuales que tienen en el mar.
Viva la diferencia
Una primera conclusión llamativa del trabajo fue la baja diversidad genética hallada en estas tortugas en general, con varios haplotipos (conjuntos de variantes genéticas) compartidos en toda el área de análisis. Hay algo de diferenciación entre las tortugas que nacen en América del Sur y las de África, y también –aunque en forma más moderada– entre los sitios de anidación de Bahía/Espírito Santo y Sergipe (ambos en Brasil).
“No tenemos una explicación muy clara de por qué hay una baja diversidad genética. Puede incidir que la tortuga olivácea hay sido de las últimas en colonizar el Atlántico, al que llegó aproximadamente hace un millón de años. Además, esta especie sufrió una caza descontrolada, que aún persiste en algunos sitios, que puede haber extinguido muchas poblaciones antiguas, perdiéndose con ellas mucha información genética”, comenta Igor.
Sea cual sea la explicación, es una mala noticia. Amenazadas ya por muchos peligros, estas tortugas precisarán de toda la capacidad adaptativa posible (y, por lo tanto, de una mayor diversidad genética) ante los desafíos del cambio climático.
Apelar a la genética para descifrar el origen de las tortugas oliváceas que visitan las zonas de alimentación no fue sencillo, debido, justamente, a la baja diversidad hallada, pero el uso de herramientas estadísticas les permitió descubrir varias cosas interesantes, en especial para Uruguay.
Tortuga olivácea en Guayana Francesa. Foto: Sébastien Sant (iNaturalist)
¿De dónde venimos?
El análisis genético mostró que buena parte de las tortugas oliváceas que aparecen en Uruguay y el sur de Brasil provienen de Angola, en África. Algunas también proceden de Gabón, mientras que otras vienen de nuestro propio continente, de los sitios de anidamiento en Surinam y en el estado brasileño de Sergipe.
A nuestra región, entonces, llegan en buena medida las tortugas oliváceas provenientes de los lugares de anidación más lejanos en el Atlántico, algo que, según el trabajo, puede deberse a la gran cantidad de nacimientos que se producen en Angola y también a la existencia de corrientes oceánicas favorables.
“La conexión africana de las tortugas de aquí es interesante, porque pasa también con las tortugas siete quillas (Dermochelys coriacea) y con algunas de las tortugas verdes, originarias de Guinea Bissau”, comenta Gabriela. Para Igor, es posible que exista una suerte de “corredor” que une esta zona con áreas de anidación africanas.
Que lleguen aquí las tortugas siete quillas, que resisten mejor las zonas frías gracias a su gran tamaño y cantidad de grasa, tiene lógica. Lo curioso, según Gabriela, es que se estén registrando en estas latitudes tortugas de otras especies, como la verde, la olivácea o la carey, incluso en épocas invernales.
“Estos son lugares importantes para estudiar porque son las zonas borde de sus áreas de distribución, en las que a veces los animales tienden a hacer cosas un poquito diferentes que en sus áreas más idóneas”, dice Gabriela.
Así ha ocurrido, por ejemplo, con las tortugas verdes en Uruguay. Pese a ser consideradas animales tropicales, muchas de ellas resisten el invierno en nuestras aguas gracias a un proceso llamado brumación, una suerte de hibernación en el fondo del mar.
También está ocurriendo algo interesante en nuestras aguas con el sexo de las tortugas, especialmente con la tortuga carey. Un estudio de 2021 publicado en Genetics and Molecular Biology, en el que participó la propia Gabriela Vélez Rubio, halló que la zona del Atlántico sur con mayor hibridación de tortugas es Uruguay. En otras palabras, nuestras aguas están demostrando ser un excelente lugar para esas crías de sexo interespecies, híbridos fértiles con comportamientos poco comunes.
Producto de estas orgiásticas celebraciones, que nos recuerdan que a los animales no les preocupa demasiado nuestro concepto de especies a la hora del sexo, es la aparición en aguas uruguayas de tortugas carey, usualmente restringidas a ambientes más cálidos. Muchas de ellas guardan un secreto ya no tan secreto: son híbridos de carey y de tortuga cabezona, que aparentemente retienen de esta segunda especie la capacidad de tolerar aguas con temperaturas más bajas.
“Era impensable antes que tuviéramos una tortuga carey alimentándose de mejillones en las costas de Rocha, y sin embargo la tuvimos”, comenta Gabriela. Este aumento de casos podría deberse a que en los últimos tiempos se da una mayor superposición de las temporadas de anidación de estas dos especies en algunos sitios, un fenómeno cuyas causas están intentando desenredar varios trabajos.
Pero las sorpresas en el sexo entre especies no son patrimonio exclusivo de las tortugas carey, como demostró este trabajo genético sobre las tortugas oliváceas.
Qué tendrá el petiso
La hibridación entre tortugas cabezonas, carey y oliváceas es un fenómeno que se da con cierta frecuencia en las aguas del Atlántico Sur. En lo que respecta a las oliváceas, sin embargo, hasta ahora se había registrado sólo hibridación con hembras, algo atribuible a una cuestión física.
“Nosotros creíamos que los machos de olivácea no eran capaces de hibridar con otras especies por su tamaño. Suponíamos que durante la cópula ellos no conseguían hacer lo que tienen que hacer”, dice delicadamente Igor. “No podrían acoplarse bien porque son de tamaño más chico que otras especies”, aclara más directamente Gabriela.
Tal parece que estaban subestimando al macho, porque este trabajo halló tres híbridos cuyo padre fue una tortuga olivácea. Y las cruzas no son con una única especie: el análisis mostró que machos de olivácea se están ingeniando para “hacer lo que tienen que hacer” con hembras de tortugas cabezona, de carey y verde.
“Quizá creíamos lo que creíamos porque nadie estaba estudiando en profundidad a las tortugas oliváceas”, concluye Igor. Hay que aclarar que estos híbridos fueron registrados al norte del continente y no en nuestra región, como esperaba Igor basándose en la reputación orgiástica de nuestras aguas.
“Ahí se abren caminos para nuevos estudios, porque esta hibridación puede ser algo negativo o positivo para las especies de tortugas”, aclara Gabriela. En el caso de las tortugas carey, al menos, parece permitirles llegar donde antes no iban, pero a veces puede ocurrir que las especies que hibridan pierdan adaptaciones en algunas poblaciones. Y si algo muestra este trabajo es que las tortugas oliváceas no precisan más problemas, sino coordinación para atacar los ya existentes.
Make turtles great again
Cuando uno comprueba las largas distancias que recorren estas tortugas para llegar a sus zonas de alimentación, por ejemplo la que conforman Uruguay y Río Grande del Sur, y luego volver a las de anidación, queda claro que no sirve hacer esfuerzos de conservación en una sola zona. Lo que no se haga (o se haga) en las costas africanas, o en Surinam, o en la Guayana Francesa, repercutirá en esta región y viceversa.
“Tenemos claro ahora que en esta zona hay contribuciones de tortugas oliváceas de Angola, de Surinam, de Gabón, nuevas evidencias de un patrón de corredores ecológicos que ya hemos visto en otras especies. Es información muy importante si queremos colaborar entre países para su conservación”, dice Igor.
La tarea no es sencilla porque África es una zona compleja para la conservación de varias de estas especies. Un reciente trabajo sobre captura incidental de tortugas marinas en el Atlántico y en el Índico, realizado por el uruguayo Andrés Domingo, de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos, da una muestra. Halló que las capturas de tortugas oliváceas se distribuyen ampliamente en áreas tropicales cerca de la costa africana, con los valores más altos concentrándose en Angola, principal fuente de las tortugas de esta especie que aparecen en nuestra región.
Para peor, sobre estas tortugas asoma también la sombra del gobierno de Donald Trump. “Desde que asumió Trump se pararon en África los proyectos de conservación de tortugas marinas que contaban con financiación del gobierno de Estados Unidos. Entonces, por ese y otros motivos, nos están faltando muchos datos”, sostiene Gabriela.
Las apariciones de esta tortuga son esporádicas en Uruguay, pero que las veamos poco no significa que no estén allí o que nuestras aguas carezcan de importancia para su supervivencia. Los datos de este trabajo muestran que “depende de todos los países cooperar para reducir esas amenazas muy fuertes, principalmente las generadas por la pesca”, advierte Gabriela. El caso de Ámbar es un recordatorio penoso de nuestras responsabilidades, pero también un estímulo para hacernos cargo de ellas.
Artículo: Genetic diversity, population structure and natal origins of the Olive ridley sea turtle (Lepidochelys olivacea) in the Southwest Atlantic Ocean
Publicación: Marine Biology (junio de 2025)
Autores: Igor Peres, Brenda Foerste, Sérgio Estima, Andrine da Silva, Bruno Oliveira, Victor Patiri, Romoaldo Gaspar, Jaqueline de Castilhos, Eduardo Lima, Alexsandro dos Santos, Daniella de Almeida, Gustavo Stahelin, Gabriela Vélez Rubio, Sarah Vargas, Danielle Monteiro y Maíra Proietti
Artículo: Combined use of mitochondrial and nuclear genetic markers further reveal immature marine turtle hybrids along the South Western Atlantic
Publicación: Genetics and Molecular Biology (2019)
Autores: Cíntia Brito, Sibelle Torres, Ana Lacerda, Rodrigo Maggioni, Maria Marcovaldi, Gabriela Vélez Rubio y Maíra Proietti.