En 2020, mientras pescaba tranquilamente en el arroyo Chuy, Javier Duarte sintió un tironeo lindo en la tanza y se puso a forcejear con el culpable de tal resistencia, que resultó ser un pez que nunca había visto en su vida. Era largo y fino, de color plateado, con la aleta caudal en forma de horquilla bien pronunciada.
Intrigado, le mandó la foto a su amigo Nicolás Vidal, biólogo del Laboratorio de Zoología de Vertebrados de la Facultad de Ciencias y también aficionado a la pesca. Nicolás quedó tan extrañado como Javier. Jamás había visto ese pez antes. Conocedor del buen pique, como todo pescador, sintió que allí había algo y también se puso a tironear, pero en este caso metafóricamente y empujado por la curiosidad.
Gracias a su investigación bibliográfica y la ayuda de la tecnología, pudo descubrir la identidad del pez: Elops smithi, llamado pez malacho o machete en otras partes de Sudamérica y Centroamérica. En inglés se le dice “ladyfish” (pez dama), supuestamente por su cuerpo estilizado, que alguien muy imaginativo o muy solitario asoció con características femeninas estereotipadas.
Lo de que se le dice así en “otras partes” es significativo, porque a Nicolás le llamó mucho la atención descubrir que la distribución de este pez estaba bastante alejada de aguas uruguayas. Elops smithi es básicamente un pez de aguas tropicales, que se encuentra con frecuencia en el norte de Sudamérica y el mar Caribe, y que es casi indistinguible de su primo hermano Elops saurus, presente en el golfo de México y la costa este de Estados Unidos.
Nicolás decidió continuar su investigación para reportar la presencia de esta especie en Uruguay y descubrió con sorpresa que tenía pistas mucho más cercanas de lo que suponía. Tras consultar con Marcelo Loureiro, responsable de Zoología de Vertebrados de la Facultad de Ciencias, supo que en la colección de la facultad tenían un ejemplar de la misma especie, encontrado en las playas de Las Flores (Maldonado) en 2008 y examinado en su momento por otro colega suyo de sección, Juan Manuel Caballero. Básicamente, Nicolás estaba retomando el trabajo que Juan Manuel había iniciado años atrás.
Nicolás Vidal.
Foto: Gianni Schiaffarino
Amplió entonces su búsqueda a otras instituciones científicas y pronto descubrió que la aparición de este pez en Las Flores en 2008 y en el arroyo Chuy en 2020 no eran casualidad. El pez malacho tampoco había pasado inadvertido para la Unidad de Gestión Pesquera Atlántica de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) en La Paloma, que en los últimos años se ha especializado en detectar la aparición de organismos poco frecuentes en nuestras aguas, como ocurrió con el corocoro, el pez ángel francés y el camarón Farfantepenaeus brasiliensis. Gracias a sus monitoreos, también habían conservado ejemplares del pez malacho, al igual que había ocurrido en Montevideo con colegas del Laboratorio de Recursos Pelágicos de la Dinara.
En poco tiempo, Nicolás había pasado de llevar a cabo una investigación personal sobre este pez tropical que picó su curiosidad a coordinar una gran aventura interinstitucional, que le permitió disponer de suficiente información como para concluir que algo estaba ocurriendo con esta especie en aguas uruguayas.
El resultado de ese esfuerzo conjunto es un artículo reciente firmado por el propio Nicolás Vidal, Juan Manuel Caballero y Marcelo Loureiro, del Laboratorio de Zoología de Vertebrados de Facultad de Ciencias; Martín Laporta y Graciela Fabiano, de la Unidad de Gestión Pesquera Atlántica de la Dinara en La Paloma, y Rodrigo Forselledo, del Laboratorio de Recursos Pelágicos, también de la Dinara.
Señor y señora Smithi
El pez malacho no es tan famoso como su primo el tarpón (Megalops atlanticus), pero tiene su reputación bien ganada en la pesca deportiva. Es resistente, capaz de dar saltos acrobáticos en el aire una vez que queda enganchado en el anzuelo y da en líneas generales una buena batalla a los pescadores desde el otro extremo de la línea. Paga caro su captura y muchos pescadores en busca de adrenalina se lo agradecen. En Estados Unidos lo llaman también “el tarpón de los pobres”, un nombre que de algún modo se las ingenia para ofender al mismo tiempo a pescador y pescado.
“Es una especie particularmente interesante porque pertenece a un grupo bastante ancestral, los elopiformes. En las radiografías de estos animales puede verse con claridad su aleta caudal asimétrica, que es un rasgo muy antiguo. Además, sus larvas, llamadas leptocéfalos, son muy longevas, a diferencia de las de la gran mayoría de los peces”, explica Nicolás mientras muestra un recipiente lleno de malachos en la Facultad de Ciencias.
Los adultos de esta especie habitan aguas de la plataforma continental y son desovadores en altamar, mientras que los juveniles son más comunes en áreas estuarinas y zonas costeras adyacentes.
Aunque su distribución reconocida hasta el momento va desde la costa atlántica norte de Sudamérica hasta el mar Caribe, el artículo señala que en los últimos tiempos se han reportado algunos ejemplares al sur de este rango, desde la costa norte de Brasil a la Patagonia argentina.
Este era el aspecto de mayor interés para Nicolás y sus colegas. El objetivo de su trabajo fue justamente estudiar la posible expansión de la distribución de la especie en el Atlántico Suroccidental e intentar entender por qué está apareciendo en lugares donde no se la había encontrado antes.
Para eso analizaron todos los registros de pez malacho en la región del Atlántico Suroccidental a partir de la década de los 80 del siglo XX, aunque hay que aclarar que antes de 2010 se consideraba a todos Elops saurus, ya que recién ese año se identificó a los ejemplares del rango sur de su distribución como pertenecientes a la especie nueva Elops smithi.
Su trabajo incluyó también los ejemplares recolectados en Uruguay y el análisis de los cambios en la temperatura superficial del mar durante el tiempo del estudio. Todo indica, basándose en los resultados, que el pez malacho llegó para quedarse.
Pez malacho.
Foto: Gianni Schiaffarino
Hay que venir al sur
En total, los investigadores recopilaron 63 registros de esta especie entre 1988 y 2022 en el Atlántico Suroccidental. 39 de ellos correspondieron a Uruguay y fueron reportados por primera vez en este trabajo.
Al analizar la fecha y ubicación de los registros –tanto los de la revisión bibliográfica como los recolectados y analizados por primera vez en el artículo– encontraron un patrón clarísimo. Antes de 2008, los reportes se daban en las latitudes más bajas (es decir, más al norte en el océano Atlántico), pero a partir de 2008 comenzaron a ocurrir en latitudes bajas, más precisamente en la costa atlántica uruguaya y argentina. Aquel ejemplar hallado en la playa de Las Flores en 2008, entonces, pudo haber sido la punta de lanza de un cambio notable en la distribución de esta especie.
“Como nosotros no tenemos un monitoreo sistematizado, asumimos que la aparición reciente y el aumento de registros se correlaciona con las abundancias de la especie en el mar. Es difícil ser rigurosos con eso y no podemos descartar que haya un sesgo por un mayor uso de la tecnología, pero lo asumimos porque se está capturando más, circulan más fotos y aparecen en distintas fases de crecimiento”, dice Nicolás.
El trabajo lo reafirma y señala que en estas latitudes encontraron ejemplares en una gran variedad de ambientes, como océano, estuarios y lagunas costeras salobres, y con todo tipo de tamaños, “desde larvas leptocéfalas de 5 cm hasta especímenes de 48 cm de longitud”, apunta el artículo.
“Si uno encontrara sólo adultos o juveniles podría tratarse de ejemplares errantes o perdidos, pero lo importante a destacar es que aquí hay reproducción; cuando tenemos individuos juveniles, adultos, larvas, ya hay indicios de que la especie logró establecerse y reproducirse”, explica Nicolás.
Los autores consideran que esta expansión de la distribución podría estar relacionada con el aumento de la temperatura superficial del mar en el Atlántico Suroccidental en las últimas décadas, constatada en varios trabajos. De hecho, uno de los puntos calientes del planeta –es decir, lugares donde el aumento de la temperatura del mar es mayor que el promedio del aumento de la temperatura de los mares del globo– está justamente frente a nuestras costas.
“Esta tendencia no sólo se da aquí, sino que es global. Al aumentar la temperatura superficial del mar, algunas especies logran avanzar y establecerse en ambientes que antes no les eran propicios. En el mar no hay más barrera que las condiciones ambientales; los peces no conocen de banderas ni de países”, dice Nicolás, aunque aclara que el caso del malacho parece ser distinto al de otras especies de aguas tropicales que están apareciendo en aguas uruguayas.
Registros de pez malacho en la región.
De aquel que al emigrar
“Es llamativo que, siendo una especie tropical, se hayan dado tantos registros en épocas frías, como pasó en invierno en Punta Carretas. Ahí puede haber un sesgo, porque al ser un pez bastante fino no queda atrapado en algunas redes, pero sí en las que usan para pescar pejerrey, que es una actividad más que nada invernal”, señala Nicolás.
Las investigaciones ya mencionadas sobre la aparición cada vez más frecuente en Uruguay del pez ángel francés y del corocoro, especies típicas de aguas tropicales, mostraron que en los años previos a sus registros se había producido una marcada anomalía positiva de la temperatura superficial del mar, sostenida durante varios meses. Pero encontrar un pez ángel francés o un corocoro es más bien una rareza, con escasos registros que facilitan este tipo de análisis. Y el malacho ya no es un visitante ocasional.
Los ejemplares de pez malacho analizados en este trabajo fueron hallados en aguas con un rango amplio de temperaturas, y si bien Nicolás reconoce que quedó en el debe un estudio más detallado de las anomalías de temperaturas en este trabajo, “esto sugiere que la presencia de la especie es mucho más común que una cierta ocurrencia esporádica asociada a anomalías térmicas específicas”, señala el artículo.
“La presencia de Elops smithi es recurrente y persistente durante las últimas dos décadas en la costa uruguaya. El registro más antiguo para Uruguay fue un juvenil capturado en 2008, lo que podría interpretarse como un individuo errante que apareció en latitudes altas debido a una anomalía térmica particular”, dicen en el artículo. “No obstante, durante ese mismo año, se recolectaron dos larvas leptocéfalas en el arroyo Valizas, en Rocha. Y dos años después se encontró una larva leptocéfala en el estuario del arroyo Solís Chico”, continúa el trabajo.
En sus conclusiones, los autores señalan que los registros continuos de muchos individuos de varios tamaños, distribuidos a lo largo de la costa uruguaya desde 2014 hasta 2022, “indican que la especie, aunque en números reducidos, ahora está presente de forma permanente en el área”.
“Todos estos resultados sugieren que la presencia de Elops smithi en Uruguay no es ocasional y se está convirtiendo en una especie residente en nuestras aguas. En este contexto, se prevé un aumento en la frecuencia y abundancia en las aguas uruguayas y argentinas bajo el escenario de calentamiento oceánico”, agrega.
Pez malacho registrado en el arroyo Chuy.
La llegada de una nueva especie a un ecosistema, ya sea debido a la acción directa del ser humano o indirecta, como puede ocurrir con el cambio climático, representa siempre un desafío en potencia para las especies nativas.
En este sentido, los autores sugieren evaluar la interacción de esta especie con la fauna nativa y explorar sus consecuencias potenciales para la cadena alimenticia. En especial, piden prestar atención a lo que podría ocurrir con peces comerciales que habitan en la zona y utilizan los estuarios para reproducción.
“Lo que podría llegar a pasar es que haya competencia con otras especies que comparten características similares. En el trabajo mencionamos a la corvina (Micropogonias furnieri), porque podría haber competencia entre ejemplares juveniles, pero evidentemente eso va a depender de la densidad que tenga esta especie, que, por lo que estamos viendo, por ahora no es mucha”, acota Nicolás.
El pez malacho no va a sustituir a la corvina en la mesa de los uruguayos. Se come, pero, a juzgar por las opiniones recabadas en blogs de pesca de otros países, no es particularmente apetitoso. Parece generar más entusiasmo en quienes practican la pesca deportiva y buscan un rival digno en la tanza que en los que están pensando en su cena.
Como muestra este trabajo, el pez malacho es mucho más que eso. Es también un embajador de los nuevos tiempos, que nos puede ayudar a entender las respuestas de los organismos frente a los cambios acelerados que estamos provocando en el planeta.
Artículo: Distribution expansion of a tropical fish species Elops smithi (Elopiformes: Elopidae) in the southwestern Atlantic Ocean
Publicación: Pan-American Journal of Aquatic Sciences (julio de 2025)
Autores: Nicolás Vidal, Juan Manuel Caballero, Martín Laporta, Graciela Fabiano, Rodrigo Forselledo y Marcelo Loureiro.
Foto: Gianni Schiaffarino
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