La próxima vez que pidas unos camarones en algún restaurante de Rocha, prestá atención al color que tienen. Si notás que son un poco más rojos que lo usual, no te quejes al mozo creyendo que se les pasó la mano en la olla. Puede que tengas en tu plato algunos ejemplares de una especie que hasta hace poco no estaba presente en Uruguay, y que se caracteriza por adquirir un color un poco más intenso tras el proceso de cocción. El motivo de su llegada, como veremos, tiene probablemente algo que ver con la temperatura del agua, aunque no la de la olla.
El camarón rosado pasa por una historia interesante antes de arribar a los restaurantes locales, etapa inesperada (para ellos) de un viaje que comienza bastante lejos de nuestras costas. Más precisamente, se inicia en invierno con una serie de encuentros sexuales en aguas oceánicas del sur de Brasil, donde se halla el grueso de su población reproductora. Millones de larvas nacen tras esos escarceos amorosos y son arrastradas por la corriente hasta que, ya en estado de poslarvas, ingresan en las lagunas estuarinas brasileñas y también las uruguayas (la de Castillos –a través del arroyo Valizas–, Rocha, Garzón y José Ignacio).
Nuestras lagunas costeras actúan, entonces, a modo de guarderías de estas poslarvas y también de juveniles. En ellas, encuentran un ambiente apropiado para crecer aceleradamente, aunque no para quedarse a vivir el resto de su vida. Antes de alcanzar la maduración sexual, ya con un tamaño apreciable (generalmente de peso superior a diez gramos), los camarones hacen caso a la señal que les indica que deben retornar al océano para recomenzar el ciclo de la especie.
Este ingreso en masa del camarón rosado a nuestras costas es una muy buena noticia para los pescadores y pescadoras artesanales, que entre los meses de febrero y mayo aprovechan la zafra. Esta característica zafral es tan notable que al camarón rosado incluso se lo denomina “el oro de las lagunas”, no sólo por su alto valor económico y proteico sino porque provoca una migración masiva de pescadores artesanales y ocasionales durante un breve período. Su pesca, ya una tradición de las costas de Rocha y endémica de las lagunas costeras de Uruguay y el sur de Brasil, tiene además un gran valor patrimonial y cultural.
Se pesca actualmente usando la “trampa camaronera”, que consiste en un cono largo de red con aros, que se van achicando hasta llegar al copo o extremo. Allí va atada una vara con una luz que atrae a los animales. Para los camarones, aquello del “no sigas la luz al final del túnel” en las experiencias cercanas a la muerte es literal. Engañados por la iluminación, ingresan al cono y van quedando retenidos en grandes cantidades. Por ejemplo, las capturas sumadas en la laguna de Castillos y la laguna de Rocha pueden superar las 200 toneladas en las buenas temporadas.
Hasta ahora, una sola especie de camarón rosado aparecía en nuestras aguas: Farfantepenaeus paulensis, cuya distribución conocida va de Ilheus en Brasil (300 kilómetros al sur de Salvador de Bahía) a Mar del Plata en Argentina. La situación cambió hace muy poco, por lo menos de acuerdo al conocimiento que tenemos. Lo sabemos desde 2019, cuando investigadores de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) se toparon con algo que en realidad estaban esperando.
Punto y aparte
La Unidad de Gestión Pesquera Atlántica (Ugepa, base de Dinara en La Paloma) trabaja en el estudio de camarones desde los años 80, lo que significa que tiene una muy buena base de datos a largo plazo, con monitoreos regulares en cada zafra.
Su trabajo en estas épocas tiene algunas características peculiares. Por ejemplo, realizan observaciones nocturnas con binoculares en las que contabilizan detalladamente la cantidad de luces prendidas (ergo, de trampas) en el agua. Al día siguiente, temprano en la mañana, catalogan las especies colectadas y también las cantidades, haciendo un seguimiento a lo largo de la temporada. Estos son insumos esenciales para la regulación de este tipo de pesca (lo que incluye tomar medidas de conservación) y también muy útiles para sumar información sobre la biodiversidad presente en esos ecosistemas.
En 2019, los integrantes de la Ugepa descubrieron que entre los camarones rosados pescados en la laguna de Rocha había un nuevo visitante, y no precisamente aislado. “Encontramos ejemplares de camarón rosado con una mancha muy característica”, cuenta el biólogo Santiago Silveira, perteneciente a la Ugepa y ayudante en la Facultad de Veterinaria, primer autor de un trabajo que registra una nueva especie para el país.
Se trataba de Farfantepenaeus brasiliensis, una especie de camarón que tiene una distribución un poco más al norte que la de su hermano F. paulensis. Hasta este reciente hallazgo, se lo registraba desde Carolina del Norte (Estados Unidos) a Río Grande del Sur (Brasil).
Ambas especies de camarón son simpátricas, expresión tentadora para el stand up de un científico pero que significa que se solapan geográficamente en algunas zonas. Comparten además el mismo ciclo de vida (y el mismo sabor, a juzgar por la importancia gastronómica y económica que tienen).
La mancha característica a la que alude Silveira es la forma más sencilla de diferenciar una especie de otra. Farfantepenaeus brasiliensis tiene un punto negro en ambos lados del abdomen, además de otras diferencias que pueden ser notables a los ojos de un taxonomista –como muestra, “petasma con proyecciones distomediales largas”– pero que se escapan a alguien no entrenado.
Cuando Silveira y sus colegas descubrieron la presencia de esta nueva especie en nuestras aguas, quisieron cerciorarse de que efectivamente se trataba de un fenómeno nuevo y no el registro reciente de un hecho que ocurre desde hace ya muchos años. “Hicimos consultas con pescadoras y pescadores y no encontramos a nadie que hubiera visto esta especie antes”, cuenta Silveira. Por el contrario, los pescadores comentaron como algo novedoso la particularidad del tinte que adquirían estos nuevos ejemplares al cocinarlos, que ha llevado a que en algunas partes se los conozca como camarones rojos.
“Los monitoreos que se realizan desde 1991 muestran que la magnitud de la presencia de esta especie no tiene precedentes”, aclaran los autores del artículo.
Camarón que se duerme
Tras el hallazgo, los investigadores recolectaron 295 ejemplares de la laguna de Rocha para verificar mediante un análisis morfológico y genético que efectivamente se encontraban ante la presencia de dos especies distintas –una de ellas, nueva– en nuestras aguas.
El hallazgo los llevó además a corroborar la presencia de Farfantepenaeus brasiliensis en las otras lagunas estuarinas del este. Para ello, analizaron especímenes pescados entre los meses de febrero y mayo de 2019 en la laguna de Castillos, la laguna Garzón y la laguna José Ignacio, y corroboraron que la especie se encontraba presente también en estos dos últimos cuerpos de agua. De hecho, en la temporada 2019 se pescaron unas diez toneladas de ejemplares de F. brasiliensis, una cifra mucho menor que las 128 toneladas de su pariente casi idéntico pero nada despreciable.
De los 295 especímenes analizados, 143 fueron identificados mediante análisis morfológico como F. brasiliensis y 152 como F. paulensis. Además, se realizó una secuenciación genética para tres de los ejemplares identificados de cada especie, lo que permitió corroborar las primeras conclusiones de la revisión taxonómica. Efectivamente, tenemos ahora dos especies de camarones conviviendo en las aguas de nuestras lagunas costeras.
Los análisis revelaron además que la talla y el peso alcanzados por los especímenes de F. brasiliensis en nuestras aguas son un poco menores que los de F. paulensis, pero con diferencias no demasiado significativas, al menos desde la perspectiva de un pescador que pretende vender su cargamento de camarones.
Según conjeturan en el trabajo, puede que F. brasiliensis no alcance tamaños mayores al sur de su rango de distribución por la temperatura de las aguas de las lagunas costeras de Uruguay, una hipótesis que debe ser explorada pero que nos sirve como pista para indagar en los posibles porqués de esta reciente aparición, constatada en 2019 y confirmada en nuevas observaciones en 2020, 2021 y 2022. El trabajo de Silveira y colaboradores extiende dos grados al sur la distribución conocida de esta especie, pero su presencia en nuestras latitudes no es en absoluto inesperada.
Decilo, ENSO
“La especie más común de camarón rosado en Uruguay se está pescando en los últimos años mucho más que antes. Así que esperábamos que junto a ese fenómeno apareciera una especie nueva”, señala Silveira. Esta expectativa estaba vinculada con el cambio que están experimentando nuestras aguas, asociado a un patrón que se repite: el registro de especies históricamente pertenecientes a aguas más cálidas.
“La presencia de F. brasiliensis en aguas uruguayas está en consonancia con el registro de abundancias altas y sostenidas de F. paulensis en años recientes. Podría estar relacionada con el aumento significativo de la temperatura superficial del mar en la costa uruguaya, asociado con una tendencia hacia la predominancia de anomalías térmicas positivas en esas temperaturas desde 1997 en adelante, aún más marcada desde 2013, y la migración de un frente de aguas más cálidas al sur”, señala el trabajo.
Este camarón no es un solitario visitante que aprovecha unos casuales cambios de temperatura para expandirse al sur. Como bien demostraron algunos de los autores de este artículo en otras investigaciones, en los últimos años varias especies nuevas o infrecuentes se han reportado en Uruguay, como si fueran embajadores de aguas más cálidas. Así ocurre al menos con una veintena de especies mencionadas por los investigadores en artículos o presentaciones en congresos, incluyendo algunas muy curiosas para nuestras latitudes: por ejemplo, el corocoro, el pez ángel francés, la mojarra de estero y la pescadilla “cambuçu”.
Esta idea, apunta el trabajo, se ve reforzada por el hecho de que uno de los “puntos calientes” del planeta, donde el aumento de la temperatura del mar es mayor que el promedio del aumento de la temperatura en los mares a nivel global, está frente a nuestras costas.
No sólo la permanencia de aguas cálidas durante tiempos prolongados puede estar incidiendo en la llegada de esta nueva especie de camarón. “Los camarones, al ser especies que se mueven en dos ambientes distintos –el océano y cuerpos de agua someros como las lagunas salobres–, están condicionados por factores ambientales en los dos lugares”, aclara el biólogo.
Además de la temperatura, entran en juego factores como la salinidad, las precipitaciones, la influencia de la variabilidad del clima y la disponibilidad de alimento. La abundancia de camarones en nuestras lagunas parece estar vinculada también con las temporadas de precipitaciones escasas, a menudo relacionadas con la fase de La Niña en los eventos ENSO (El Niño-Oscilación del Sur, como se conoce al fenómeno de intercambio de temperaturas entre el océano y la atmósfera, con consecuencias para el clima de todo el planeta e incluso para la rotación terrestre).
“A menos precipitaciones, menos descargas en el Río de la Plata y mayor influencia de agua proveniente de Brasil. Menos precipitaciones también implica que haya un menor caudal de las lagunas al mar. Imaginate: si sos una larva de camarón que quiere entrar a las lagunas y tenés un pulso de agua constante que sale al mar –porque llovió en la cuenca de Rocha y de Castillos– te enfrentás a un impedimento mecánico para ingresar”, ilustra Silveira. Por lo tanto, además de las anomalías térmicas, los períodos de sequía contribuyen a que haya éxito en el reclutamiento de camarones adentro de las lagunas.
Para Silveira, que eventos planetarios como El Niño, La Niña o la rotación de la Tierra influyan en que una larva pueda ingresar o no a una laguna –y por lo tanto en que la pesca sea buena o mala– son muestras sorprendentes de la interconexión del planeta. Casi tan sorprendente como constatar frente a nuestros propios ojos, gracias a la presencia de algunas especies, los síntomas del cambio a escala mundial que impone el calentamiento global.
Hay que venir al sur
Si bien los autores del artículo no dan por seguro que la presencia de esta nueva especie de camarón se deba a los efectos del cambio climático, suman una pieza más al puzle de evidencias recogidas en los últimos tiempos. Permiten que el caso se vuelva cada vez más firme, por decirlo en términos judiciales. En este aspecto, tener un monitoreo de largo plazo y con datos de calidad les ha permitido detectar un patrón de cambios interesantes.
“A veces nos cuesta hasta a nosotros mismos asignar estos hechos a los efectos del cambio climático, o nos resulta difícil creer que lo estamos viviendo en directo, pero se van sumando evidencias a través de especies que reflejan un cambio. No es que uno trabaje con lo que está de moda, sino que efectivamente es lo que se está viendo. Quizá pueda atribuirse no a esto sino a un evento de variabilidad prolongado, que ya ocurrió con anterioridad, pero no tenemos registro de eso. Sin dudas es algo muy interesante para seguir estudiando”, cuenta Silveira.
Dentro de estos “síntomas” del cambio los investigadores no sólo constataron la aparición de F.brasiliensis. También detectaron la presencia de una nueva especie de cangrejo sirí (Callinectes ornatus) y se manejan ahora con otra predicción: el probable registro del camarón blanco (Litopenaeus schmitti), desconocido hasta ahora en nuestras aguas. “Lo estamos buscando en todos los monitoreos. Si están estas otras dos especies de camarones, creemos que esta también debería aparecer”, comenta el biólogo.
La llegada de nuevas especies a nuestras aguas traerá aparejados cambios en el ecosistema, con oportunidades para algunos animales que lo habitan y consecuencias negativas para otros. En el caso particular del camarón F. brasiliensis, es temprano para predecir efectos. “Desde el punto de vista de la competencia y densodependencia, la regulación del crecimiento de las poblaciones, aún no lo sabemos. Dudo que F. brasiliensis pueda competir y ser más exitoso que F. paulensis, sobre todo por el óptimo de sus rangos de distribución”, acota Silveira.
Para los pescadores de camarones, por ahora es una muy buena noticia: se suma una nueva especie de interés comercial, que pueden vender al mismo precio que la otra. Eso no significa que sea exactamente lo mismo a la hora de pensar en planes de manejo.
Lo encaramos en barra
“La relevancia comercial que esta especie adicional podría tener para las comunidades locales de Uruguay es evidente a la luz de la importancia de esta especie en el sur y sureste brasileño. Por lo tanto, una mejor comprensión de la expansión austral de F. brasiliensis, hacia aguas uruguayas, podría ser útil para desarrollar nuevas estrategias de manejo y conservación bajo un escenario de creciente temperatura del agua. En este sentido, el monitoreo continuo de la pesca de camarones en las lagunas costeras uruguayas es de importancia crítica”, concluye el trabajo.
Su presencia implica entonces la necesidad de prestar atención a su abundancia, el volumen de capturas y llevar un registro detallado para ver cómo evolucionan en los próximos años.
Pero, sobre todas las cosas, la aparición de una nueva especie de interés comercial en un paisaje protegido obliga a tener una mirada global. “Cuidar el camarón es también cuidar los ecosistemas, las lagunas costeras y las barras arenosas, esas conexiones de las lagunas con el mar que son uno de los objetos de conservación más importantes del sistema, porque es el punto de entrada de todas las especies. En este sentido también es importante mantener las áreas de exclusión pesquera que se aplican en cercanías de las desembocaduras, dado que favorece el reclutamiento y la dinámica de entrada y salida de especies en las lagunas y de estas hacia el mar”, remarca Silveira.
En un caso hipotético o extremo en el que las lagunas se mantuvieran siempre cerradas, no sólo se perderían quizá 200 toneladas de camarones, esenciales para una actividad que es de interés patrimonial, cultural y económico en la región. Esa biomasa es fundamental para la productividad del ecosistema. “El cambio productivo que generan los camarones no te lo da ninguna otra especie en la laguna”, cuenta el biólogo.
La llegada de nuevas especies de interés comercial refuerza la necesidad de tener protocolos bien estudiados de apertura de las barras arenosas, que contemplen los intereses productivos y los ambientales, respetando lo más posible su dinámica natural. El propio Silveira realiza su tesis de maestría sobre cambios en la abundancia de camarón, vinculados con el manejo de la barra de la laguna de Rocha (con resultados que podrían extrapolarse a las demás).
Su objetivo es estudiar los efectos de la variabilidad climática en las poblaciones de camarones y generar de ese modo insumos que ayuden a decidir si es conveniente o no abrir la barra. Por ejemplo, sus modelos podrían medir las anomalías de temperaturas en la superficie del agua y el nivel de precipitaciones, antes y en el momento de la llegada de las larvas, para predecir si la temporada de pesca de camarones será buena.
En este panorama, saber más sobre las especies que están llegando a nuestras aguas es fundamental para mantener un recurso esencial para los pescadores y para la salud de estos ecosistemas tan cambiantes y particulares, desafiados ahora también por los efectos del calentamiento global.
Artículo: “Presence of the pink shrimp Farfantepenaeus brasiliensis (Latreille, 1817) in the coastal lagoons of Uruguay (Crustacea: Decapoda: Penaeoidea)
Publicación: Nauplius (abril 2022)
Autores: Santiago Silveira, Graciela Fabiano, Inés Pereyra, Martín Laporta, Fabrizio Scarabino, Orlando Santana, Alejandro Márquez y Eugenia Errico.