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Finales tienen las cosas

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Uber acaba de cerrar de la forma más pacífica posible uno de los enfrentamientos más complejos que ha tenido desde su corta existencia: la aplicación de transporte logró un acuerdo privado con su denunciante Waymo (de Google) por robo de información confidencial. Del trato sólo se sabe que Uber pagará 245 millones de dólares para dirimir este problema legal, monto insignificante al lado de los 1.860 millones de dólares que Waymo exigía en la demanda, junto al cese absoluto del uso de su tecnología.

Todo este problema puede remontarse a 2016, cuando Uber compró Otto, una empresa dedicada a la conducción autónoma. Esta empresa era propiedad de Anthony Levandowski, ex trabajador de Waymo que, previo a fundar Otto, fue acusado de robar archivos confidenciales sobre tecnología de autonomía en los vehículos. Luego de la compra de una empresa a la otra, Levandowski pasó a ser el encargado de los autos que se manejan solos en Uber, hasta que se dio a conocer el juicio y fue despedido.

La autonomía de los autos tiene una semejanza con la carrera espacial: los grandes colosos compiten para ser los primeros en conseguir un hito. En este caso, se trata de hacer el mejor auto que no necesite conductor. El interés de Google es más difícil de discernir, pero Uber tiene como problema central sus trabajadores alrededor del planeta, por lo que que el auto prescinda del recurso humano es una vía de escape a la lluvia de críticas.

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