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Ramiro Alonso

Paranoia tecnológica

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El domingo 22 de marzo de 2015 me tomé un ómnibus para visitar a mi padre; a las 13.02 emprendí viaje y retorné a eso de las 19.03. El recorrido duró unos 35 minutos. Era mi día de descanso, por lo que anduve un par de horas escuchando música en Youtube; el bichito del carnaval no me había dejado en paz y reproduje videos de Alejandro Balbis, Tabaré Cardozo y alguna que otra murga de ese año. Me indigné con un comentario de Mercedes Vigil sobre Lucía Topolansky y leí un artículo acerca de las grandes compañías en el fútbol mundial. Si quisiera, podría mostrarles las fotos que saqué ese día, los mails que recibí o por cuántos minutos mensajeé por el chat de Facebook con mi prima que está en el exterior. No tengo memoria eidética, simplemente tengo cuenta en Google.

Si bien no es un tema nuevo, cada año se hace recurrente el debate acerca de este gran hermano que configuran Google y las redes sociales que las personas poseen. Este año, la campaña #DeleteFacebook hizo que se profundizase un poco más en el tema, a causa del mal uso de nuestros datos por parte de la empresa de Mark Zuckerberg.

Dylan Curran es un asesor tecnológico que, gracias a un famoso tuit, se hizo conocido la semana pasada por mostrarle al mundo todo lo que Google y Facebook sabe de sus usuarios. En un hilo de esta red social, Curran repasó en 30 puntos todos los datos con los que cuentan estos gigantes de la tecnología, invitando a que cualquiera pruebe por su cuenta el nivel de información que regalamos en el mundo virtual.

Repasemos algunos puntos en conjunto: Google guarda tu localización a todo momento, por lo que sabe a dónde fuiste, cuánto tiempo demoraste en ir a X lugar, si pasaste o fuiste por alguna ubicación conocida por Google Maps, todo eso acorde al tiempo que hayas mantenido activa esa opción. También guarda tu historial de búsqueda, por más que lo hayas eliminado alguna que otra vez –navegar en modo incógnito tampoco te salva–, todo lo escribiste en su buscador, lo que viste en Youtube o cualquier mail que hayas enviado por Gmail. A su vez, también sabe qué aplicaciones descargaste y a qué permisos accede cada una; sabe por cuánto tiempo las usás, así como en qué lugares y con qué personas interactuás a través de ellas. Cuántos pasos caminaste por día, qué artículos compartiste en las redes sociales, cuáles son tus gustos principales con el paso del tiempo y qué publicidad podría ser de tu agrado; tus fotos, tus videos, tu cámara, los eventos a los que asististe. Eso entre otras cosas; la lista es interminable.

Para reducir el dramatismo, es cierto que si no sos un asiduo de las redes sociales o si no sos de usar las aplicaciones de Google, muchos de estos datos podrían seguir siendo privados –aunque dudo que sea así–. En mi caso, no utilizo Google Calendar y no abuso de Google Drive o de Hangouts, pero tengo Facebook desde hace nueve años y desde 2013 la cantidad de datos que dejo en internet creció descomunalmente (al menos, eso me cuenta Google). Para conocer más de nuestros datos, Google nos permite descargar una carpeta con todo lo que sabe de nosotros. En el caso de Dylan Curran, ese archivo que pesaba unos 5,5 GB, lo que él asegura que es equivalente a tres millones de archivos de Word.

¿Alguna solución?

En principio, lo que podemos hacer es configurar los datos que las empresas toman de nosotros. En el caso de Google, existe una sección llamada “My Activity” –la podemos googlear, irónicamente– en la que podemos entrar a un historial con nuestro dossier de datos privados y borrar nuestra huella virtual, esta vez de forma definitiva. Google se encuentra legalmente obligado a eliminar nuestra información de forma permanente si seguimos estos pasos; quedará a criterio de cada uno creer que esto así sucede.

Como diría Agarrate Catalina: “Pensá que si nosotros, simples hijos de vecinos, accedemos a esos datos siendo pelagatos de la red global, ¿dónde llega la incumbencia de la inteligencia multinacional?”.

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